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Reflexiones sobre Israel y la iglesia (V)

¿Cuál debería ser nuestra actitud hacia el Israel étnico? ¿Qué papel juega el pueblo de Israel en este tiempo? ¿Deberíamos de defender todo cuanto hace el Gobierno de Israel?

PALABRA Y VIDA AUTOR 942/Angel_Bea 19 DE NOVIEMBRE DE 2025 19:10 h
Foto: [link]Lisa Forkner[/link], Unsplash CC0.

Después de las pasadas reflexiones sobre Israel y la Iglesia, y considerando que son modestas, al no abarcar todo cuanto implica el tema tratado -sobre todo el aspecto escatológico- quedaría por contestar algunas preguntas, tal y cómo decíamos al terminar la última exposición.



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Por ejemplo: ¿Cuál debería ser nuestra actitud hacia el Israel étnico? ¿Qué papel juega el pueblo de Israel en este tiempo? ¿Deberíamos de defender todo cuanto hace el Gobierno de Israel?



Son preguntas que muchos cristianos se hacen y que, aunque algunos pretenden haberlas contestado para sí mismos, otros no saben a qué atenerse ante tantas opiniones diversas.



Es pensando en estas preguntas básicas que trataremos de dar respuesta a ellas, con base en lo que, a nuestro parecer, enseñan las Escrituras y en lo que nos enseña también, en parte, la historia.



 



Teniendo en cuenta las declaraciones del Señor Jesús



Aunque ya hicimos referencia a dos declaraciones de Jesús, relacionadas con este tema, volvemos a recordarlas ahora. Así que, hemos de considerar que la existencia del pueblo de Israel no es algo casual, ni un hecho que se deba a algo ajeno a la voluntad de Dios. ¡Para nada!



La existencia del pueblo de Israel se debe a la voluntad expresa de Dios; y querámoslo o no, por esa misma razón la existencia del pueblo de Israel es un milagro. Y en este sentido creemos que las declaraciones que hizo el Señor Jesús tienen que ver con el hecho de dicho milagro.



Al respecto de lo dicho anteriormente, recordamos que una de ellas fue hecha después de anunciar un juicio sobre la ciudad de Jerusalén. Jesús dijo: “Desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor” (Mt.23.39).



Con estas palabras Jesús estaba afirmando que en un tiempo futuro, Israel reconocería al Mesías que antes había rechazado. Afirmación que está implícita en las palabras, “no me veréis, hasta que…” El “hasta que…” daría lugar a la existencia de Israel hasta que el hecho mencionado se produjera.



Por otra parte, Jesús hizo otra declaración: “Y Jerusalén será hollada por los gentiles hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan” (Lc.21.24).



A través de estas palabras proféticas, Jesús afirmaba el tiempo en el cual la ciudad de Jerusalén –capital de Israel- sería ocupada (“hollada”/“pisada”) por los gentiles “hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan”.



Pero tenemos que decir aquí igual que con la anterior declaración de Jesús; solo que en este caso, Jesús estaba anunciando de forma indirecta que Israel viviría en la diáspora, fuera de su tierra, viviendo entre las naciones diversas, sin tierra propia.



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Pero el “hasta que…” nuevamente nos indica un tiempo que tendría su fin. Entonces, creemos que el cumplimiento de esta profecía del Señor tuvo lugar en 1948, cuando Israel volvió a su tierra, sin que por eso se haya cumplido todo el propósito divino para con el pueblo de Israel, ya que la vuelta a su tierra se ha producido en incredulidad.



Por tanto, todavía faltan por cumplir propósitos divinos para con Israel. Así que la propia existencia del pueblo de Israel avalan parte de las profecías del Señor Jesús señaladas.



 



¿Cuál debería ser nuestra actitud hacia el pueblo de Israel étnico?



Cuando pensamos en la respuesta que hemos de dar a esta pregunta, no podemos dejar de considerar toda la historia pasada, desde que Jesús pronunciara las palabras anotadas más arriba.



Pues, de parte de la llamada “cristiandad profesante” ni ha sabido ni ha querido tener en cuenta lo que dice la Escritura en relación con la pregunta planteada, sino todo lo contrario.



La actitud del pueblo llamado “cristiano” ha estado caracterizada por un antisemitismo judío de lo más cruel. Por tanto, anotaremos aquí lo que nos parece que se desprende del texto bíblico; sobre todo del testimonio del apóstol Pablo:



1.- Agradecimiento a Dios por el pueblo de Israel. Esa es la primera respuesta que nos viene a la mente. Pero agradecimiento, ¿por qué? Pues, este agradecimiento que hemos de tener al pueblo judío, es triple:



a) Agradecimiento por habernos dado las Sagradas Escrituras. La revelación divina no nos fue dada ni nos llegó por algún otro pueblo del pasado ni del presente de este planeta llamado Tierra, sino por medio de Israel; y mal que les pese a muchos, es un pueblo formado por Dios mismo para que fuera –entre otras cosas- “depositario de sus oráculos divinos” (Ro.3.1-2; Heb.1.1-3; 2ªTi.3.15-17).



Y sin esa revelación estaríamos a oscuras respecto del propósito divino para nosotros, el sentido y propósito de nuestra vida, ni tampoco sabríamos nada acerca de nuestro destino eterno.



b) Agradecimiento por habernos dado a su Hijo Jesucristo con propósitos salvíficos. (Ver, Ro.9.3-5). La Biblia nos insiste una y otra vez que la salvación del ser humano es por medio del Señor Jesús, el Hijo de Dios hecho carne, quien fue dado por Dios “para que todo aquel que en Él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” (J.3.16).



En este sentido, la Biblia insiste en que “no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres en que podamos ser salvos” (Hch.4.12; 10.42-43; 1ªTi.2.5-6); algo que no hubiéramos podido conocer si no hubiera sido por medio del pueblo judío/Israel. (¡Gracias, Señor. Bendice al pueblo de Israel!).



c) Agradecimiento por todos los beneficios que el pueblo judío ha dado a la humanidad a través de sus varias contribuciones, en todas las disciplinas del saber humano; y eso, a pesar de no haber sido tratado justamente. ¿Qué queremos decir con esto? Pues, sencillamente, creo que la respuesta se podría resumir en la cantidad de premios Novel que se han otorgado a hombres y mujeres desde que se instituyeron en 1895 1.



El pueblo judío se ha llevado la mayor parte de premios Nobel con mucha diferencia. Un pueblo pequeño, con no más de veinte millones de judíos en todo el mundo, han contribuido con unos 120 premios Nobel.



Querámoslo o no, al pueblo judío Dios le ha otorgado unas facultades que no las tienen otros pueblos. A las pruebas hemos de remitirnos.



¿O quizás las han desarrollado por sí mismos, presionados como han sido a lo largo de la historia, tratando de aplastarlos, cuando no aniquilarlos?



Prefiero pensar en lo primero, sin quitarle cierto valor a lo segundo. Pero pensando en esto, nada debe extrañar que habiendo cogido una tierra, gran parte desértica, después de unas décadas la hayan convertido en un vergel, aplicando los conocimientos que también han beneficiado a las gentes de otros pueblos.



Lo dicho anteriormente, hemos de contrastarlo con aquellos de la religión islámica, los cuales se cuentan aproximadamente, unos dos mil millones de practicantes.



Sin embargo, han recibido solamente poco más de 20 premios Nobel. El contraste es enorme. ¡Abismal! Pero ¿Qué nos dice esto, cuando además, una mayoría de ellos quisiera ver desaparecido al pueblo de Israel de sobre la faz de la tierra y por lo cual han trabajado desde el principio para llevarlo a cabo?



Así que, la proporción es abismal y por tanto, nuestra gratitud la dirigimos hacia quien (o quienes) han contribuido y contribuyen más y mejor al bien de la humanidad en el terreno de la Física, Química, Medicina, Literatura, Paz, Ciencias Económicas, etc., etc.



2.- Amor al pueblo de Israel. La actitud de amor hacia el pueblo de Israel, no es una posición nuestra, caprichosa, sino que se deriva de lo que dice la Palabra de Dios. El apóstol Pablo escribió que “Dios no ha rechazado a su pueblo…” (Ro.11.2.



Esto ya lo explicamos en anteriores exposiciones). Pero además añadió: “Ellos son amados por causa de los padres” (Ro.11.28). Eso quiere decir que Dios no puede olvidar el pacto hecho con Abraham, su descendencia, y todo el proceso histórico llevado a cabo a través de “la –su- adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas…” (Ro.9.3-5).



Que el pueblo haya fallado, no quiere decir que Dios ha fallado: “Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios” (Ro.11.29); y Él siempre es fiel y cumple sus promesas.



Sin embargo algo que hemos de tener en cuenta es que el amor al pueblo de Israel no contradice el hecho de que manifestemos amor hacia todas las personas y pueblos sin tener en cuenta su origen, raza, cultura, posición social, etc., etc.



Pero en contraste con el rechazo e incluso el odio que se ha manifestado a lo largo de los siglos en relación con el pueblo judío/Israel, el verdadero cristiano no ha de seguir ese perverso ejemplo sino seguir el ejemplo de amor que Cristo nos enseñó, sabiendo que al hacerlo estamos imitando a Dios el Padre en relación con Israel, dado que Él no ha dejado de amarle, como ya hemos señalado.



4.- Abandonar toda actitud de “jactancia” y “soberbia” en relación al pueblo de Israel. (Ro.11.18,20). La jactancia y la soberbia en relación con el pueblo de Israel, salen y han sobresalido a lo largo de toda la historia de la “iglesia cristiana”.



Jactancia y soberbia sin base alguna en las Escrituras. Bien lo advirtió Pablo, quien guiado e inspirado por el Espíritu Santo se anticipó a lo que podía pasarle a la Iglesia, por haber entrado a formar parte de “las promesas dadas a Abraham”:



“No te jactes contras las ramas…”; “No te ensoberbezcas, sino teme, porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará” (Ro.11.18, 20).



Pero nada. La jactancia y la soberbia llevó demasiado lejos a la cristiandad profesante, haciéndoles la vida imposible al pueblo judío allí donde estuviera presente, negándoles el desempeño de vidas normales, el acceso al trabajo para ganarse la vida; el encerrarlos en guetos ú organizando pogromos para matarlos y robarles cuando ellos habían prosperado y así no tener que devolverles los préstamos recibidos, o expulsándolos de las ciudades, etc., etc.



Aun el conocido reformador Martín Lutero tuvo y mantuvo una actitud antisemita hacia los judíos. Al parecer este gran teólogo agustino que descubrió e hizo una buena exégesis acerca de la justificación por la fe, tal y cómo aparece en los capítulos 2 á 5 de la Epístola a los Romanos, ni siquiera vio la importancia de no “jactarse” ni “ensoberbecerse” contra el pueblo judío. Actitud que tuvo sus consecuencias funestas para con los judíos 2.



Y ese perverso comportamiento lo justificaban en muchos casos, con la consabida frase de que… “Los judíos crucificaron a nuestro Señor Jesucristo”.



Los que tenemos cierta edad podemos recordar cuando éramos niños, algunas de las veces que hemos oído ese calificativo de “perros judíos”; un residuo de lo que en tiempos pasados eran expresiones antisemitas-judías “normales” en la sociedad. 3



5.- Hacer oración por la salvación del pueblo de Israel. A lo dicho anteriormente sobre el amor de Dios por el pueblo de Israel, sumamos el hecho de que Dios tiene en vista propósitos para con Israel. Pablo escribió sobre esto mismo, haciendo referencia a su posible “restauración” (Ro.11.12); “admisión” (Ro.11.15); y ser nuevamente “injertados” (Ro.11.23-24).



Aunque esa restauración completa se producirá en la medida que abandonen su incredulidad, para volverse con fe a su Dios (Ro.11.23). Pero nosotros no somos nadie para cerrar una puerta que Dios, en su misericordia ha dejado abierta. De ahí que el apóstol Pablo escribiera: “Y luego todo Israel será salvo…” (Ro.11.26).



Entonces, teniendo en cuenta esa realidad escatológica futura del pueblo de Israel, la oración por él debería ser continua, dado que ese hecho está relacionado con la segunda Venida del Señor Jesucristo 4 la cual todavía no se ha producido. Por otra parte, si bien nuestros sentimientos no van revestir el mismo dramatismo que los que tenía el apóstol Pablo, como él dijo: “de tristeza y dolor continuo en mi corazón” (Ro.9.1-3), debido a quién era él y su propio contexto étnico, social y religioso, no por eso hemos de dejar de tener sentimientos de amor, de simpatía y de identificación con el pueblo de Israel.



Sin embargo, no es tanto para apoyarle en todo cuanto haga (eso es otra cuestión) sino apoyar el propósito de salvación de Dios para con Israel.



Así lo expresó el apóstol Pablo: “Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón y mi oración a Dios por Israel, es para salvación…” (Ro.10.1).



Entonces, si creemos que el apóstol Pablo fue inspirado por el Espíritu Santo, deberíamos sumarnos a su ejemplo. Eso es precisamente lo que hacen tantos misioneros, pastores e iglesias que están en el pueblo de Israel.



No lo harían si no fuera porque están convencidos -¡de sobra!- que los israelitas/judíos necesitan conocer el mensaje del Evangelio y convertirse al Señor Jesús para que, finalmente, se les caiga el velo y vean. (2ªCo. 3.16-17). Porque como ya dijimos, recordando las palabras del apóstol Pablo:



“No todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham son todos hijos… Esto es: no los que son hijos según la carne son los hijos de Dios…” (Ro.9.6-8)



Por tanto, ni el Señor Jesús ni el apóstol Pablo estaban de acuerdo con el comportamiento de Israel en lo que éste hacía. Ya hacía tiempo que no representaba a Dios. Razón por la cual y como ya dijimos, Jesús anunció un juicio declarando la destrucción de Jerusalén y el templo y la dispersión del pueblo.



Así que no solo lo denunciaron sino que le instaron siempre a creer en el Señor Jesús. Por eso en los viajes misioneros del apóstol Pablo y su equipo, primero siempre visitaban las sinagogas; y casi siempre la mayoría rechazaban el mensaje del Evangelio (Ver Hch. 13.14; 14.1-2; 17.1-2; 18.4-5, etc.).



Pero aquí hemos de recordar, como dijimos en alguna otra exposición anterior, que la oración por el pueblo de Israel no nos exime de orar por el pueblo palestino, entre el cual también hay cristianos y quienes, a veces tienen mejor actitud para el evangelio que muchos del pueblo judío.



Concluyo esta exposición con la cual pensaba finalizar la serie; pero prefiero dejar para otra reflexión más, la conclusión final, en vista de que hay cuestiones que de abordarlas alargarían dos o tres páginas más esta exposición, por tratar sobre la cuestión política y todo cuanto ha pasado y está pasando entre el pueblo de Israel y la llamada “población palestina” que habita en la Franja de Gaza. Cuestión que dejaremos para una más y última exposición.



 



1. Aunque la primera ceremonia de entrega de los premios Nobel se celebró en 1901.



2. Martín Lutero escribió “un documento de 65.000 palabras, titulado: ‘Sobre los judíos y sus mentiras’… e instaba a su persecución, incluyendo la quema de sus sinagogas y el uso de rabinos para trabajos forzados” (BBC 5 consecuencias inesperadas de la revolución de Martín Lutero, el movimiento protestante que cambió al cristianismo”. Tal actitud y escrito puso las bases para que, tiempo después, el régimen nazi se ensañara contra el pueblo judío y desarrollara su sistema de aniquilación, asesinando a seis millones de judíos, entre otros colectivos.



3. Expresiones semejantes las hemos oído también en relación con el pueblo gitano.



4. No entramos aquí a considerar el tiempo y el orden de los acontecimientos futuros marcados en la Escritura; tema que ocuparía otra serie de exposiciones y que no entraba, desde el principio, en mi consideración.



 



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