El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Este planteamiento tan especulativo del multiverso o de los universos burbuja tiene más de filosófico que de científico y responde al deseo de no querer aceptar lo que resulta evidente.
Desde la creencia en un Dios que hizo todas las cosas con sabiduría, se puede llegar a la conclusión de que la abundancia de minerales de nuestro planeta es única en el cosmos.
Ninguna forma de vida, mucho menos la nuestra, podría haber prosperado en un cosmos estático y eterno, bombardeado continuamente desde la eternidad por una radiación tan intensa y letal como la que nos llegaría de las interminables estrellas.
Si no fuera por la luna, nuestra vida en la Tierra sería imposible. Sin su existencia, las variaciones de temperatura en el planeta serían insoportables.
La manera común que tenemos de entender el tiempo en la vida cotidiana es solamente una ilusión de nuestros sentidos.
Sus escultores franceses (Henri Bouchard y Paul Landowsky) intentaron reflejar el gran conocimiento bíblico de tales teólogos mediante la posición de sus dedos.
Que la radiación solar sea idónea para la vida en la Tierra depende de varias “coincidencias” extraordinarias y altamente improbables que se dan en la naturaleza.
Ciertos organismos presentan coloraciones vistosas, cuya finalidad es alejar a los posibles depredadores.
No solamente deja pasar la luz adecuada a la vida sino que, a la vez, evita las radiaciones peligrosas que podrían acabar con ella.
Podría decirse que los hongos saprófitos convierten la muerte en vida y contribuyen a reciclar la materia orgánica de la biosfera.
Si no hubiera oxígeno, la vida en la Tierra estaría limitada a organismos minúsculos como los microbios.
A pesar del mal en este mundo, las sabias huellas del Altísimo pueden todavía rastrearse en seres tan minúsculos y perfectos como este oscuro lagarto canario.
Es sorprendente que todas estas propiedades físicas y químicas del agua, que se han ido mencionando, colaboren entre sí a distintos niveles con la única finalidad de hacer posible la vida en la Tierra.
El pueblo de Israel veía las moscas con desprecio y como algo muy negativo, igual que nosotros hoy.
En la mayoría de los centros docentes de Occidente se presenta la ciencia como enemiga de la religión ya que los descubrimientos de ésta supuestamente harían imposible o innecesaria la existencia de un Creador.
No se conocen otros compuestos de la corteza terrestre, ni de la atmósfera, capaces de adoptar los tres estados estados físicos (líquido, sólido y gaseoso) en las condiciones ambientales de la Tierra.
Es evidente que hay cambio y adaptación en la naturaleza, pero el puro azar es incapaz de crear tanta información sofisticada.
En la Biblia ya se sugería que Dios es grande porque “atrae las gotas de las aguas, al transformarse el vapor en lluvia, la cual destilan las nubes, goteando en abundancia sobre los hombres” (Job 36:26-28).
Los vivos colores que muestran las larvas de orugas de la mariposa nocturna se interpretan como advertencia cromática para posibles aves u otros depredadores.
Según el darwinismo social, el éxito de las sociedades se debería a la supervivencia de los más fuertes. Y tal supervivencia estaría siempre moralmente justificada, independientemente de los medios que se usaran para lograrla.
A pesar del mal existente, la creación sigue alabando a Dios y evidenciando su infinita inteligencia.
La deprimente visión de la raza humana como una especie a la deriva en un universo indiferente es la que viene caracterizando a muchos pensadores y científicos hasta el día de hoy.
El Señor Jesús se refiere a las zorras para enseñar que éstas tienen su guarida pero el Hijo del Hombre no tiene donde recostar su cabeza.
¿Es capaz la biología evolutiva del desarrollo de explicar satisfactoriamente la macroevolución? No, tampoco lo es y por una razón bastante simple: jamás se ha observado en la naturaleza.
La Biblia explica que Dios usó una zarza espinosa que ardía sin consumirse para manifestarse a Moisés ya que ningún ser humano puede ver directamente al Altísimo.
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