El Sol tampoco está quieto en el espacio sino que se desplaza a una velocidad superior a la de la Tierra. Se mueve a unos 220 km/s en dirección a la constelación de Hércules.
La percepción común del ser humano, condicionada por los sentidos naturales, induce a creer que el Sol se mueve, ya que se le ve aparecer por oriente, recorrer la órbita celeste y ocultarse por occidente. Este sería, por ejemplo, el lenguaje habitual del hombre de la Biblia, así como también el nuestro hasta el día de hoy. Sin embargo, como todo el mundo sabe desde la época de Copérnico y Galileo, los sentidos nos traicionan. No es el Sol el que se mueve alrededor de la Tierra sino precisamente al revés. La rotación diaria terrestre es la responsable del movimiento aparente del Sol que nos regala los días y las noches. Es el movimiento giratorio del planeta azul sobre su propio eje el que nos hace creer que el Sol se mueve, cuando en realidad es la propia Tierra la que gira cada día y, además, se traslada durante un año alrededor del astro rey. Este último movimiento de translación es el que permite contar los años. La Tierra se mueve por el espacio a una velocidad media de 30 km/s y tarda 365 días y 6 horas en darle una vuelta completa al Sol. Estas seis horas son las responsables de que cada cuatro años se tenga que introducir uno bisiesto.
Además de estos dos movimientos terrestres, existen otros dos que habitualmente suelen pasar más desapercibidos. Se trata de la precesión y la nutación. El primero se debe al lento movimiento que experimenta el eje de rotación terrestre sobre sí mismo. La Tierra gira en el espacio como una peonza y, como en ésta, su eje se desplaza describiendo un cono, que tarda en dar una vuelta completa unos 26 000 años. Este lento e imperceptible movimiento de precesión es consecuencia de la atracción gravitatoria del Sol, la Luna, así como de los planetas Júpiter y Venus sobre la Tierra. Mientras que el movimiento de nutación es otro pequeño balanceo del eje terrestre, que sólo dura 18 años y 8 meses, y se debe sobre todo a la atracción lunar y solar. De manera que nuestro planeta no está inmóvil en el espacio, como creían los antiguos astrónomos, sino que experimenta por lo menos cuatro movimientos diferentes. Y qué decir del Sol, ¿se mueve o permanece inmóvil?
El Sol tampoco está quieto en el espacio sino que se desplaza a una velocidad superior a la de la Tierra. Se mueve a unos 220 km/s en dirección a la constelación de Hércules. Lo que ocurre es que todos los planetas del sistema solar se mueven con él. Además de sus respectivos movimientos de rotación, translación, precesión y nutación, habría que sumarles este último de solidaridad con el Sol. De la misma manera, todas las demás estrellas de la galaxia se mueven a diferentes velocidades, como el propio Sol, siguiendo el movimiento general de rotación de la Vía Láctea. Se calcula que nuestro astro rey tardaría unos 240 millones de años en dar una vuelta completa a la galaxia, lo que sería un “año cósmico”. Además de todos estos movimientos, existe el de expansión general de todas las galaxias del universo que se alejan unas de otras, cada vez a mayor velocidad. Por tanto, nada está inmóvil en el cosmos.
La física define el movimiento como el cambio de posición de un cuerpo a lo largo del tiempo en relación a un sistema de referencia. Disciplinas como la dinámica y la cinemática se encargan de estudiarlo detenidamente. Sin embargo, el movimiento está también íntimamente relacionado con la vida. Para vivir hay que moverse como evidencian todas las células y grandes moléculas de los seres vivos.
Desde una perspectiva espiritual, el evangelista Juan se refiere a un movimiento acuoso que producía también sanidad y vida en los enfermos. “Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. (Jn. 5:4). Cuesta mucho ser el primero en moverse, sobre todo para quien está impedido. Por eso Jesús toma la iniciativa, pregunta al doliente y ofrece gratuitamente la sanidad, así como la salvación. Él se mueve siempre mucho más rápido que nosotros.
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