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El cuello de las jirafas

La jirafa necesita un cuello muy largo porque tiene unas patas muy largas: sin él, no podría llegar al suelo para beber y comer hierba.

ZOé AUTOR 87/Antonio_Cruz 30 DE MARZO DE 2023 19:20 h
Las jirafas (Giraffa sp.) pueden alcanzar una altura de 5,8 metros y un peso de hasta 1 600 kilos. / Antonio Cruz.

Desde los días de Lamarck, el naturalista francés que vivó a caballo de los siglos XVIII y XIX, el origen del largo cuello de estos enormes herbívoros ha venido siendo objeto de debate entre los estudiosos del mundo animal.



El lamarckismo creía que tan enorme estructura se había formado como consecuencia del continuo esfuerzo de los animales por alcanzar las hojas más tiernas y elevadas de los árboles.



La función del estiramiento intermitente de los músculos habría así pasado de generación en generación hasta producir el singular alargamiento del cuello y la emblemática idea de Lamarck -la función crea el órgano, mientras el desuso lo atrofia- quedaría registrada para siempre en los anales de la historia natural.



No obstante, el darwinismo discrepó desde el principio de semejante explicación por la sencilla razón de que solamente puede heredarse aquello que viene inscrito en los genes y, como es sabido, el desarrollo muscular alcanzado por el ejercicio físico de un individuo no se transmite a su descendencia.



Los musculosos culturistas no engendran bebés también culturistas. Por lo tanto, según Darwin, la evolución del cuello de tales animales tuvo que ocurrir por otras causas.



Al observar las poblaciones de jirafas, se dio cuenta de que no todos los individuos alcanzaban la misma altura, unos tenían el cuello ligeramente más largo que otros. Esto le llevó a pensar que, durante las sequías, aquellos ejemplares que tuvieran el cuello más largo tendrían ventaja sobre los demás ya que podían alimentarse de ramas inaccesibles para los de cuello más corto.



De manera que los “cuellos largos” sobrevivirían mejor que los “cuellos cortos” y tendrían más posibilidades de pasar sus genes a las crías, mientras que el resto moriría sin descendencia.



Después de muchas generaciones, esta “selección natural” provocada por los largos períodos de sequía sería la causa fundamental del largo cuello de las jirafas actuales.



A pesar de que el cuello de la jirafa ha sido durante mucho tiempo un icono muy apreciado y divulgado por la teoría de la evolución, hace ya cuatro décadas que el famoso periodista británico, Gordon Rattray Taylor, se atrevió a decir que esta explicación darwinista era una soberana tontería.



En su obra El gran misterio de la evolución, escribió:



“La jirafa, se dijo, había adquirido su largo cuello a fuerza de estirarlo para alcanzar las hojas más altas de los árboles. Eso es una tontería desde cualquier punto de vista, pues el cuello de la jirafa hembra suele ser unos sesenta centímetros más corto que el del macho, por lo que las hembras no tardarían en morir de hambre, acarreando rápidamente la extinción del género. La verdad es que la jirafa necesita un cuello muy largo porque tiene unas patas muy largas: sin él, no podría llegar al suelo para beber y comer hierba.[1]



Hoy se sabe que estos herbívoros, a pesar de su gran altura, pasan mucho más tiempo pastando hierba que arrancando hojas de los árboles.





[photo_footer] Las jirafas pasan más tiempo comiendo hierba del suelo que hojas de los árboles. / Antonio Cruz. [/photo_footer] 


A lo largo de la historia, diferentes zoólogos han intentado explicar por qué estos animales tienen un cuello tan extremadamente largo. Primero se dijo -tal como hemos visto- que era para alcanzar la vegetación más tierna de los árboles altos.



Otros sugirieron que su misión principal eran las luchas entre los machos por el apareamiento o que resultaban más atractivos para las hembras. Algunos anatomistas aseguraron que los cuellos eran largos porque las patas también lo eran.



Actualmente, algunos dicen que la principal finalidad es la termorregulación. Es decir, cuando las jirafas dirigen su cabeza y cuello hacia el sol, aumentan ligeramente la sombra sobre su cuerpo y esto les resulta útil para protegerse de los rayos solares.



No obstante, lo cierto es que no existe consenso al respecto y tanto el origen como el sentido de este extraordinario órgano continúa envuelto en el misterio.



En un reciente trabajo científico publicado en la revista Nature, se admite que la pretendida evolución de las jirafas sigue siendo un rompecabezas para los especialistas. [2]



Resulta que toda la constitución física, así como la fisiología, de este gran animal viene profundamente modificada y determinada por la enorme longitud de su cuello.



Aunque no lo parezca, éste tiene siete vértebras cervicales, las mismas que el resto de los mamíferos, aunque extremadamente alargadas ya que cada una puede llegar a medir alrededor de 30 centímetros.



El corazón tiene que ser más potente que el de los demás herbívoros ya que debe bombear sangre hasta la cabeza, que está a unos dos metros más arriba, y esto requiere una elevada presión arterial con el fin de evitar posibles desmayos por insuficiente irrigación en el cerebro.



Pero además, dicha presión tiene que ser la adecuada para que no se produzcan derrames cerebrales. El equilibrio y reajuste constante en los cambios de tensión arterial que se producen cuando el animal baja la cabeza hasta el suelo para beber o comer hierba, así como cuando la eleva bruscamente y sale corriendo porque descubre la presencia de leones, parece algo exquisitamente diseñado.



Las jirafas poseen corazones grandes y fuertes que laten más de prisa que los del resto de los animales herbívoros y generan una presión arterial que es también más alta.



Dichos corazones suelen alcanzar los 12 kg de peso, una longitud de 60 cm y el grosor de sus paredes es de unos 7,5 cm. Semejantes dimensiones logran una presión arterial en la aorta que es el doble de la que puede tener cualquier otro mamífero.



Esta elevada presión sanguínea podría ser peligrosa en los órganos o extremidades situados por debajo del corazón ya que provocaría que la sangre se saliera de los capilares e inundara fatalmente las células de los tejidos.



Sin embargo, esto no ocurre en las jirafas porque las paredes de sus vasos sanguíneos son también muy gruesas, así como el tejido conjuntivo y la propia piel. Esto evita que el plasma sanguíneo se acumule en las patas formando edemas.



Cuando el animal baja la cabeza a ras de suelo para beber, la presión sanguínea en ella no aumenta peligrosamente porque las jirafas poseen un dispositivo especial en la parte superior del cuello llamado “rete mirabile” (red maravillosa) que soluciona el problema.



La mayoría de los mamíferos tienen dicha estructura pero en ninguna otra especie alcanza la eficacia que se observa en los jiráfidos. Se trata de una red esponjosa de vasos sanguíneos que se llenan de sangre y la retienen para que la presión en la cabeza permanezca constante.



Al levantar de nuevo el cuello, dichos vasos vacían su contenido. De manera que estos animales son capaces de ajustar la capacidad de su sistema cardiovascular, encogiendo o expandiendo sus vasos sanguíneos según la posición en que se encuentre la cabeza.



Si esta capacidad resulta asombrosa en un mamífero como la jirafa, ¿qué decir de algunos reptiles como los extintos dinosaurios que tenían cuellos mucho más largos?



Por ejemplo, el mayor dinosaurio fósil descubierto hasta ahora, el Patagotitan mayorum, pesaba alrededor de 70 toneladas, media unos 40 metros de largo y su largo cuello podía alcanzar la séptima planta de un edificio.



Es posible que el fluido cerebroespinal o líquido cefalorraquídeo de las jirafas, que baña su cerebro y médula espinal, actúe también como una contrapresión eficaz capaz de impedir que se revienten los capilares o se produzcan peligrosas fugas o desplazamientos de sangre en el cerebro.



Este líquido actuaría como los trajes antigravedad de los pilotos de combate y astronautas, que impiden el desmayo de éstos (o la llamada “visión negra”) ante una fuerte aceleración o cambio brusco de posición en el espacio.





[photo_footer] Las jirafas poseen un dispositivo en la parte superior del cuello llamado “rete mirabile” que disminuye eficazmente la presión sanguínea en la cabeza cuando la bajan a ras de suelo para beber o comer./ Antonio Cruz. [/photo_footer] 



No obstante, los cambios fisiológicos especiales que requiere el largo cuello de estos animales no terminan aquí, ni muchos menos. Lograr que el aire llegue desde los orificios nasales a los pulmones, situados dos metros y medio más abajo, supone también un importante reto físico.



Si el ser humano intentara respirar a través de un tubo de semejante longitud, moriría por asfixia, no ya por falta de oxígeno sino porque el propio dióxido de carbono de su aliento espirado lo envenenaría.



Este problema se soluciona en la jirafa gracias al gran tamaño de sus pulmones, que son unas ocho veces más grandes que los de los humanos y generan las presiones necesarias para una correcta respiración.



Es evidente que todos estos cambios fisiológicos y anatómicos, generados por el largo cuello, no pudieron producirse por una sola mutación aleatoria sino que requieren numerosas modificaciones perfectamente coordinadas entre sí.



Se necesitarían miles de cambios genéticos para lograr una jirafa como las actuales a partir de animales ancestrales con el cuello corto y tales modificaciones deberían haberse producido simultáneamente para que hubieran podido sobrevivir. Esto es difícil de creer y mucho más de demostrar.



Por otro lado, las jirafas son herbívoros rumiantes como las vacas. Lo cual significa que, después de tragar los vegetales, regurgitan el bolo alimenticio a medio digerir y lo mastican antes de tragárselo por segunda vez para poderlo asimilar bien.



Un cuello tan alto como un ser humano capaz de realizar tales trasiegos alimentarios requiere un largo esófago constituido por una musculatura muy especial y, por supuesto, todas estas modificaciones fisiológicas y anatómicas suponen un gran desafío de reingeniería que tampoco pueden explicarse desde la casualidad de las mutaciones, tal como cree el darwinismo.



El estudio de los fósiles de los antepasados de las jirafas tampoco corrobora la tesis darwinista porque no evidencia una secuencia de cuellos cada vez más largos.



Hay fósiles de animales con cuellos como los del actual okapi y fósiles con cuellos como los de las jirafas vivas, pero ninguna transición gradual entre unos y otros.



No se conoce el origen del okapi ni tampoco el de las jirafas. El genetista alemán Wolf-Ekkehard Lönning de la Universidad de Bonn escribió un riguroso libro sobre este asunto, en el que cuestionaba la hipótesis evolucionista y concluía que se han encontrado muchos fósiles de distintas especies antiguas de jirafa pero todos con el cuello largo. [3]



No se ha podido comprobar ninguna transición gradual desde animales de cuello corto a otros con el cuello largo. Todas las jirafas fósiles presentan aproximadamente la misma altura.



Entre el okapi del Congo -el pariente vivo con más similitudes genéticas con las jirafas- y las verdaderas jirafas hay un gran abismo morfológico que la paleontología no ha logrado salvar.





[photo_footer]El okapi (Okapia johnstoni) es una especie perteneciente también a la familia Giraffidae. Vive en las frondosas selvas del Congo y es un animal tímido y evasivo que presenta muchas similitudes genéticas con las jirafas, aunque la longitud de su cuello es similar a la de muchos antílopes. /(Wikipedia.[/photo_footer] 



En el año 2015, se publicaron artículos en los que se afirmaba que ciertos fósiles hallados demostraban cómo había ocurrido la evolución del largo cuello de las jirafas actuales.[4]



Sin embargo, tal como los propios autores reconocían posteriormente, no se podía asegurar que la especie fósil en cuestión -denominada Samotherium major- fuese realmente un antepasado directo de las jirafas.



Por tanto, el trabajo exageraba los resultados obtenidos, al presentarlo como eslabón perdido de tales animales.



En mi opinión, después de examinar los datos existentes hasta el presente acerca de cómo pudo evolucionar el largo cuello de las jirafas, se observa que existen muchas hipótesis sugerentes pero no comprobables sobre el asunto.



Cada uno de tales planteamientos presenta sus propios inconvenientes y lo cierto es que se desconoce dicha evolución gradual por medio de mutaciones, recombinación o selección natural, tal como supone el evolucionismo.



La realidad es que faltan los fósiles que podrían mostrar dicha evolución gradual. Por el contrario, la sofisticada ingeniería biomecánica y fisiológica que evidencian las jirafas sugiere un diseño inteligente perfectamente calculado.



Algo de lo que el mismo Creador podría sentirse satisfecho y ver “que era bueno en gran manera” (Gn. 1:31).



 



1.  Taylor, G. R., 1983, El gran misterio de la evolución, Planeta, Barcelona, p. 44.



2.  Jones, N., 2022, How the giraffe got its neck: ‘unicorn’ fossil could shed light on puzzle, Nature, 606(7913), DOI: 10.1038/d41586-022-01565-7



3. Wolf-Ekkehard Lönning, 2011, The Evolution of the Long-Necked Giraffe (Giraffa camelopardalis L.) What do we really know? Testing the Theories of Gradualism, Macromutation, and Intelligent Design, Verlagshaus Monsenstein und Vannerdat OHG.



4.  Danowitz, M., Domalski, R. & Solounias, N. 2015, The cervical anatomy of Samotherium, an intermediate-necked giraffid, Royal Society Open Science, https://doi.org/10.1098/rsos.150521;. Geggel, L. 2015, 7-Million-Year-Old Fossils Show How the Giraffe Got Its Long Neck, Live Science, https://www.livescience.com/52903-transitional-giraffe-fossils.html


 

 


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