Todo parece preparado a conciencia, como si Dios nos hubiera construido un hogar adecuado en un tiempo adecuado.
Se cree que una galaxia es una agrupación de estrellas reunidas por acción de la gravedad. Esta fuerza natural impera en todo el universo y se piensa que es la responsable no sólo de condensar el hidrógeno y el helio para dar lugar a las primeras estrellas sino también de unirlas a éstas poco a poco para originar todas las galaxias. Lo normal es que una galaxia esté formada por miles de millones de estrellas que, a su vez, cada una de ellas podrá poseer sus propios sistemas planetarios.
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Esto ha hecho pensar a muchos que quizás, entre tantísimos planetas como hay en el universo, en alguno de ellos puedan darse las condiciones adecuadas para la vida. Es algo que, a primera vista, parece posible. Sin embargo, hasta el presente no hay constancia de ello y otros cosmólogos son pesimistas respecto a que se pueda encontrar alguna vez vida inteligente extraterrestre. Son tantas y tan improbables las condiciones especiales que requiere la vida, tal como la conocemos en la Tierra, que parece muy poco creíble que puedan repetirse en algún otro planeta. De ahí que actualmente la exobiología siga buscando vida extraterrestre, pero sobre todo microbiana.
También se cree que en el centro de muchas galaxias existen agujeros negros, por lo que no son lugares adecuados para la vida o la habitabilidad, mientras que en la periferia de las mismas habría grandes halos gigantes de materia oscura que, como vimos, no se sabe exactamente lo que es. Las galaxias están en continuo movimiento y, a veces, las más grandes se tragan o fagocitan a otras más pequeñas por acción de la misma gravedad. En astrofísica, se considera que una agrupación de estrellas puede considerarse verdaderamente galaxia, si posee una masa superior a la de un millón de soles. Desde luego, tal requisito lo cumple sobradamente la nuestra, la llamada Vía Láctea, a la que se le estiman entre 300 000 y 400 000 millones de estrellas. De la misma manera, se cree que en el universo observable debe haber entre cien mil y medio millón de galaxias.[1] Por supuesto, nadie las ha contado. Lo que se hace es fotografiar, mediante potentes telescopios, pequeñas regiones de universo, calcular la media de las galaxias que aparecen y extrapolarla después a todo el cosmos.
Se conocen varios tipos de galaxias que pueden ser clasificadas según su aspecto. Las galaxias elípticas son enormes bolas esféricas y simétricas que carecen de brazos, mientras que las galaxias espirales como la Vía Láctea poseen brazos y son ricas en gas y polvo cómico, lo que favorece el nacimiento de nuevas estrellas. En cambio, las galaxias lenticulares se parecen a las espirales pero carecen de brazos laterales. Ni ellas ni tampoco las elípticas suelen general nuevas estrellas ya que no tienen el material necesario.
La Tierra pertenece al sistema solar que está situado dentro del disco de la galaxia Vía Láctea. Como las distancias astronómicas se miden en años-luz, es decir la distancia que recorre la luz en un año, se ha calculado que nuestra situación en la galaxia está a unos 26 000 años-luz del centro de la misma. Desde luego, no sería aconsejable viajar hasta allí aunque pudiéramos porque, entre otras cosas, en dicho centro existe un agujero negro llamado Sagitario A* que, al parecer, y a diferencia de los que poseen otras galaxias, está dormido y no traga materia. ¡Qué casualidad! ¡Muchas galaxias típicas albergan en su núcleo a un agujero negro activo, sin embargo el de la nuestra es pasivo! ¿Por qué será? ¿Azar o providencia?
Gracias a Dios, vivimos en el mejor lugar de la galaxia, en un brazo espiral tranquilo al que se ha denominado “brazo de Orión” (en honor al famoso cazador de la mitología griega). Sin embargo, desde la posición terrestre no podemos ver bien nuestra propia galaxia. Para ello, si se quisiera tomar una buena imagen de la misma, parecida a las fotos que se poseen de otras galaxias, deberíamos salir de ella y viajar durante un millón de años para verla completamente desde afuera. Algo que hoy es absolutamente imposible. No obstante, los científicos piensan que, en el caso de que tal hazaña se pudiera hacer, la imagen de la Vía Láctea que se obtendría sería muy espectacular. Se cree que como mínimo ésta posee cuatro brazos en espiral, aunque nuestra perspectiva nos impide verlos bien. Toda la galaxia gira como un tiovivo y se dice que para dar una vuelta completa desde el lugar que ocupamos y a la velocidad que se mueve actualmente, se tardaría unos 240 millones de años. Esto nos da una idea de su enorme magnitud.
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Aunque no podamos visualizar correctamente nuestra propia galaxia, ocupamos el mejor lugar de entre todos los posibles lugares de observación de la Vía Láctea para aprender de las estrellas y de las demás galaxias del universo. Es decir, para hacer ciencia y progresar en el conocimiento del cosmos.[2] Nuestra ubicación en la galaxia es especial, como si alguien nos hubiera preparado un lugar adecuado. Habitamos en una región tranquila llamada Zona Habitable Galáctica, que está situada suficientemente lejos del peligroso centro de la galaxia. Muy alejados de la radiación de alta energía, de los llamados “sucesos transitorios energéticos de radiación”, como los ataques con núcleos galácticos activos (NGA), explosiones de supernovas, rayos gamma, etc. Por esto, la Vía Láctea es óptima para la vida, a diferencia del 98% de las demás galaxias del universo que son menos luminosas y más pobres en metales, por lo que muchas de estas galaxias pueden carecer de planetas rocosos como el nuestro.
Otra cuestión importante es que no todos los tiempos, dentro de una galaxia espiral como la nuestra, son igualmente habitables. La vida y el ser humano no podrían haber existido en cualquier época de la formación del universo. Si se tienen en cuenta todos los requerimientos ambientales que hacen posible la existencia de los organismos y, en especial de la humanidad, resulta que solamente en un determinado período relativamente corto de la historia del cosmos hemos podido existir. Únicamente un tiempo bastante corto de la evolución del universo es habitable para la especie humana y los demás seres vivos. La Vía Láctea tiene más masa que la mayor parte de las galaxias. Esto significa que ha acumulado elementos pesados más rápidamente y que los planetas se forman alrededor de sus estrellas con mayor rapidez que en otras galaxias. Esto ha ido haciendo nuestro lugar en el cosmos mucho más habitable. Pero esto no fue siempre así, ni tal tendencia va a continuar para siempre. De ahí que, posiblemente, vivamos en el único tiempo de la historia del universo compatible con nuestra existencia.
Todo parece preparado a conciencia, como si Dios nos hubiera construido un hogar adecuado en un tiempo adecuado. Tal como escribió el evangelista Lucas: “Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación (Hch. 17:26).
Notas
[1] Aloy, J. 2013, 100 Qüestions d’Astronomia, Cossetània, Valls, Tarragona, p. 197.
[2] González, G. y Richards, J. W. 2006, El planeta privilegiado, Palabra, Madrid, p. 180.
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