¿Boca o ano?

El estudio del desarrollo de los embriones ha sido utilizado tradicionalmente en zoología para clasificar a los animales en dos grandes grupos fundamentales: el de los “protostomados” y el de los “deuterostomados”. Estos extraños nombres se los inventó a principios del siglo XX el biólogo austríaco, Karl Grobben, y lo hizo en base a cómo se transformaba el embrión de los animales dentro del vientre materno. Al principio, en la fecundación, la unión del óvulo y el espermatozoide forma el cigoto y a partir de él se inicia el proceso de segmentación con la aparición de múltiples células que darán lugar a la “mórula” embrionaria. Ésta se llama así por el aspecto de fruta de mora que presenta. Posteriormente, la mórula irá creciendo y generando diversas invaginaciones internas hasta que aparece un orificio que comunica claramente con el exterior, al que se denomina “blastoporo”. El destino final de dicho blastoporo es fundamental para entender la clasificación que hizo Grobben.

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A todos aquellos organismos en los que la boca se origina a partir de este blastoporo se les llama protóstomos o protostomados (en griego, protos significa “primero” y stoma es “boca”). La mayoría de los invertebrados pertenecen a este grupo. Moluscos como almejas, caracoles, pulpos y calamares; anélidos como las lombrices de tierra o las sanguijuelas; y artrópodos como los insectos, crustáceos, arañas o ciempiés. Todos estos animales han sido siempre clasificados, según la taxonomía embriológica de Grobben, como protostomados y han venido constituyendo una de las dos grandes ramas del árbol genealógico de la evolución del reino animal. 

Sin embargo, desde hace ya muchos años los especialistas saben que dentro de los protostomados hay grupos muy diferentes entre sí que suponen un problema para la clasificación de Grobben. Por ejemplo, el crecimiento de los moluscos se realiza de manera muy distinta al de los anélidos. En éstos existe una clara metamería o segmentación del cuerpo en múltiples sacos equiparables, mientras que en los moluscos esto no suele ser así. Además en el seno de los artrópodos se dan múltiples formas y tipos de vida particulares difíciles de explicar por evolución gradual ya que suelen aparecer bruscamente en el registro fósil. Otro grupo problemático es el de los lofoforados ya que sus afinidades con el resto de protostomados están poco claras. Se trata de animales acuáticos como los briozoos y los braquiópodos cuyos fósiles se conocen desde el Cámbrico y apenas han cambiado hasta el presente.

Por su parte, aquellos otros animales en los que el blastoporo embrionario se convierte en el otro orificio corporal más opuesto a la boca, el ano, son denominados deuteróstomos o deuterostomados (en griego, deuteros significa “segunda”). Así esta “segunda boca”, que no serviría para tragar sino para expulsar residuos, sería la que definiría al resto de los organismos y se formaría en otro lugar diferente al blastoporo del embrión. Y aquí entraríamos también nosotros, los vertebrados o cordados tales como mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces, pero también otros grupos muy alejados de los animales con esqueleto interno, como los equinodermos (erizos y estrellas de mar) y los hemicordados, que son un grupo de gusanos bellota que viven enterrados en el sedimento marino. Sobre estos grupos deuterostomados tan dispares, el gran zoólogo francés, Pierre-P. Grassé escribió hace más de 50 años: “desde tiempos muy remotos han evolucionado en direcciones muy divergentes, de manera que sus afinidades reales son difíciles de percibir”. Lo cual indica que aunque estos grupos animales no se parecieran entre sí, el criterio evolucionista tenía que seguir prevaleciendo sobre la realidad observable.

[photo_footer]Diferencia entre el desarrollo embrionario de los animales protóstomos y los deuteróstomos. En los segundos, el ano se forma a partir del blastoporo y la boca se origina secundariamente. / Wikipedia.[/photo_footer]

No obstante, los nuevos descubrimientos zoológicos, genéticos y embriológicos han demostrado que este rasgo embrionario de Grobben no puede considerarse como una característica taxonómica válida ya que el destino del blastoporo y el origen del ano entre los protostomados es mucho más complejo y variable de lo que antes se pensaba y da lugar a formas muy distintas. Por otro lado, los orígenes de los deuterostomados constituyen también un misterio sin resolver desde la perspectiva evolucionista. No se conoce su supuesta evolución temprana ni de qué organismos pudieron surgir ya que no se han encontrado fósiles que lo justifiquen.

[photo_footer]Los erizos de mar se consideran deuterostomados ya que el blastoporo embrionario da lugar al ano. / Antonio Cruz.[/photo_footer]

En un reciente artículo científico, publicado por un equipo perteneciente a las universidades de Harvard y de Oklahoma, así como a la Smithsonian Institution, se evalúan minuciosamente las contradicciones existentes acerca de las hipotéticas afinidades de los deuterostomados y, siguiendo la perspectiva evolutiva, se imagina y propone cómo debería haber sido el hipotético ancestro de los animales deuterostomos. No obstante, a pesar del esfuerzo realizado, la incertidumbre persiste y los diferentes especialistas no se ponen de acuerdo. Tanto los protostomados como los deuterostomados aparecen de repente ya diferenciados en la llamada “explosión cámbrica”, hace unos 540 millones de años, sin aparentes antecesores fósiles. Es interesante resaltar el siguiente comentario que hacen los autores del artículo:

“En muchos sentidos, a pesar de cientos de años de esfuerzo zoológico y dos décadas desde la publicación de la nueva filogenia animal (Halanych et al., 1995; Aguinaldo et al., 1997), seguimos en un salvaje oeste intelectual con respecto a los orígenes de los deuterostomados. Ninguna hipótesis, por descabellada que parezca, puede descartarse por completo. Ninguna teoría, por más tentadoramente lógica que sea, puede afirmar haber salido victoriosa entre sus competidores. Los deuteróstomos continúan eludiendo una narración única y limpia para describir su evolución temprana, un estado que es a la vez fascinante y frustrante en igual medida”.

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Desde nuestro punto de vista, si es verdad que “ninguna hipótesis por descabellada que parezca, puede descartarse por completo”, ¿por qué no pensar en la posibilidad de que estos grupos animales fueran creados por separado originalmente sin antecesores previos? La respuesta es inmediata: “No se puede admitir un pie divino en la puerta de la ciencia”. El naturalismo no acepta el concepto de creación ni de diseño inteligente, sólo cree en el poder de las fuerzas ciegas e impersonales de la naturaleza. Aunque no se tenga evidencia de la existencia de los supuestos antecesores de los protostomados y deuterostomados, hay que seguir creyendo en ellos porque el programa darwinista así lo exige. A pesar de las contradicciones existentes dentro de estos mismos grupos, su taxonomía se continúa manteniendo porque lo necesita la filogenia evolutiva, incluso aunque la propia evidencia diga todo lo contrario. ¿No se estará manteniendo una entelequia, algo que sólo existe en la imaginación de los especialistas pero no en la naturaleza real?