El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
¿De qué nos salva Dios? ¿Cuál o cuáles son los “peligros” de los cuales somos salvados?
El poder de Dios que acompaña al Evangelio de Jesucristo hace que la salvación no sea algo que se quede en palabras solamente, sino que es el mismo poder de Dios en acción para salvar.
El Evangelio que conoció aquel Saulo perseguidor de Jesús, tenía y sigue teniendo algo por lo cual merece la pena dejar atrás todo cuanto no es compatible con el mismo.
Compasión, sensibilidad, ternura, delicadeza, es el mejor escenario para propiciar el ánimo y el fortalecimiento que el debilitado necesita.
La verdad ante el mundo, el testimonio que tenían que dar los discípulos y la escatología fue contemplado por el Señor como ámbitos o esferas en las cuales “el Espíritu de verdad” prestaría su ayuda.
Por medio de la predicación del evangelio, la acción del “Espíritu de verdad” estuvo, está y estará encaminada a convencer del pecado de no creer que Jesús de Nazaret es el Hijo del Dios viviente; y por otra, a creer y poner la fe en aquel a quien “Dios ha hecho Señor y Cristo”.
Los llamados hijos de Dios necesitamos al “Espíritu de verdad” para, mediante su obra santificadora ser limpiados de toda mentira y frente al poder de la mentira y el engaño, adoptar la más firme actitud de rechazo.
Las Sagradas Escrituras son una fuente de conocimiento tanto del corazón como del comportamiento del ser humano.
Unas Sagradas Escrituras catalogadas como “Palabra de Dios”, completas y fiables en cuanto a su contenido, y el múltiple propósito para el cual fueron dadas por Dios.
Dios irrumpió en la historia del pueblo formado y escogido por él, revelándose a la humanidad, respecto de sí mismo y de su obra salvífica por medio de su Hijo Jesucristo.
Todo cuanto Dios ha hablado por medio su Hijo, no se conocería si no fuera porque quedó registrado en las Escrituras del Nuevo Testamento.
Podemos discrepar sobre cosas secundarias, pero ¿qué pasa cuando se niegan doctrinas como el valor redentor y expiatorio de la muerte de Cristo, o su resurrección?
Lo que hemos de comprender en lo que definimos como legalismo es que en su esencia está equivocado.
El legalista está más preocupado del cumplimiento de “las normas” que de aquellos elementos esenciales de la ley divina como son, el amor a Dios y al prójimo.
A algunos de estos niños y jóvenes se les trata “de buena fe”, con “sinceridad”, pero con muy poca gracia y mucho legalismo.
Las dificultades nos prueban y contribuyen a nuestra madurez y crecimiento espiritual. La cuestión es cómo las enfrentamos y las sobrellevamos y si saldremos airosos de ellas.
Cuando se sacralizan las cosas y los lugares y a las personas, se va creando una “cultura” que cuesta la misma vida deshacerse de tanto elemento falso.
María, al igual que toda una gran compañía de creyentes de toda la historia del pueblo de Dios, nos dejó un ejemplo de humildad que hemos de seguir.
La mujer del libro de Apocalipsis 12:1-5 y otras consideraciones.
María, la madre de Jesús, no fue ni reconocida ni tenida como “Madre de la Iglesia” por la Iglesia Primitiva.
Si Jesús hubiera querido poner a María en el lugar que muchos han pretendido con el paso de los siglos, como “Madre de la Iglesia” (con muchísimas atribuciones más) lo hubiera hecho. Pero hizo todo lo contrario.
Como evangélicos creemos en María, reconocemos el valor de su ejemplo y precioso testimonio y amamos a la Virgen. Pero no creemos ni practicamos todo aquello que ha sido añadido y enseñado a lo largo de los siglos, y que es ajeno a las Sagradas Escrituras.
En las Escrituras, el único Pacto válido que tenemos que aceptar y cumplir es el que Dios hizo ya en y con Cristo Jesús a nuestro favor.
La superstición contradice la fe, es una afrenta a Dios, a su Palabra y a sus promesas.
Necesitamos depender de su Palabra. Ella es y será siempre esa “punta de estrella” de oro de “curso legal divino”, con la cual se contrastará aquello que parece que es sano, correcto y bueno.
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