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El poder de las Sagradas Escrituras como Palabra de Dios (IV)

Las Sagradas Escrituras son una fuente de conocimiento tanto del corazón como del comportamiento del ser humano.

PALABRA Y VIDA AUTOR 942/Angel_Bea 24 DE JULIO DE 2024 07:32 h
Imagen de [link]Jessica Mangano[/link], Unsplash.

Porque la palabra de Dios es viva y eficaz y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (He.4.12-13).



Después de haber visto que el autor de la epístola a los Hebreos se refiere, tanto a Jesús el Hijo de Dios como a las Escrituras, como palabra de Dios, siempre hemos de subrayar que el Hijo de Dios es la máxima, completa y absoluta revelación de Dios el Padre. Pero esa realidad no anula el hecho de que las Sagradas Escrituras son palabra de Dios sino que lo confirman, dado que ellas dan testimonio sobre el tema central que es la persona y obra de Jesucristo (J.5.39). Pero además fue el mismo “Espíritu de Cristo” el que impulsó y guió a los escritores del Antiguo y del Nuevo Testamento tanto a hablar como a escribir la palabra de Dios (1ªP.1.10-12). Entonces, todo el testimonio recogido en las Escrituras es la revelación de Dios en su relación con los hombres, de tal manera que las Escrituras vienen a cumplir varios propósitos divinos; y al hacerlo Dios obra con poder, a fin de cumplir sus propósitos en los creyentes de todos los tiempos. 



1. Poder para dar conocimiento de la salvación que es por la fe en Cristo Jesús 



Y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (1ªTi.3.15)



No podía ser de otra manera a la luz del mismo testimonio que dio Jesús de las Escrituras. Cuando Él dijo: “ellas son las que dan testimonio de mí…” se estaba refiriendo a “toda la Escritura” del Antiguo Testamento, dado que él mencionó los tres grandes bloques principales del A. Testamento, en relación con su persona y su obra. (Ver, Lc.24.44-47).



Esta es la razón por la cual el mensaje central del Evangelio en el libro de Hechos de los Apóstoles consistía en “predicar y enseñar a Jesucristo” (Hch.5.42). Luego, el Apóstol Pablo no tenía otro mensaje, pues él predicaba “a Cristo, y a éste, crucificado (…) con demostración del Espíritu y de poder” (1ªCo.2.2-5) y todo,  “conforme a las Escrituras”; 1ªCo.15.1-4; Hch.17.2-3; 20.21). Así que el Espíritu usará siempre las Sagradas Escrituras, con poder, para dar a conocer al Señor Jesucristo, de acuerdo con el testimonio tanto de Jesús (J.14.6) como de los Apóstoles que le señalaron siempre a él como el único camino de salvación:  “y en ningún otro hay salvación…” (Hch.4.12). Mensaje que cuando nos llegó a nosotros también se abrió camino con poder para apartar todo impedimento “iluminando nuestro interior” (Hb.4.12) para darnos a conocer al Señor Jesúsproduciendo en nosotros “el arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hch.20.20-21).



2. Poder para formar y conformar al “hombre de Dios” hasta llevarlo a la madurez completa 



En segundo lugar, este es otro de los propósitos por los cuales Dios nos dio las Sagradas Escrituras. El Apóstol Pablo escribió: 



Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2ªTi.3.16-17)



Una vez conocemos el camino de la salvación que es en Cristo Jesús, hemos de “ser conformados a la imagen de su Hijo Jesucristo…” (Ro.8.28-29). Ese es el principal propósito divino para con los que “son llamados conforme a su propósito”. Pero todo lo que menciona el apóstol Pablo en el texto citado más arriba es un delicado, arduo y difícil proceso del cual, al parecer, no todos los creyentes son conscientes. Nos referimos al hecho de que será por medio de la aplicación de las Escrituras y no por otros medios espurios. Nada que ver con el llamado “evangelio de la prosperidad” o un cúmulo de mensajes conocidos como “motivacionales” con base todos ellos en el corazón humano. No, sino por el mensaje de las Escrituras. Pero aquí no podemos olvidar que el Dios que sopló” las Escrituras y que “movió e impulsó a los santos hombres de Dios a hablar su Palabra” (2ªP.1.21) es el que nos acompañará usándolas de manera soberana, a fin de “equiparnos” de forma “completa”, para su obra y reino. Y sin ese “soplo divino” las Escrituras no tendrían elvalor ni la utilidad que tienen a los efectos mencionados. 



¿Pero cómo lo hace Dios?



Esta es una muy buena pregunta. ¿Cómo hace Dios para producir el carácter de su Hijo en nosotros? Es evidente que los que hemos recibido al Señor como nuestro Salvador, Señor y Maestro de nuestra vida, hemos sido hechos sus discípulos, y como tales, hemos entrado en la escuela del discipulado. Y en esa escuela nuestro Señor nos ha provisto de un Libro de texto, el cual es la Sagrada Escritura. Y aquí hemos de subrayar que no son solo los evangelios, sino “toda la Escritura” ya que “toda la Escritura es inspirada por Dios y (por tanto) útil…” (2ªTi.3.16).



a) El ejemplo y las enseñanzas de Jesús y sus Apóstoles



Por tanto, cuando leemos los Evangelios el mismo Señor nos va enseñando a través de sus enseñanzas y sus numerosos ejemplos de vida. Entonces, podemos decir que al igual que los discípulos fueron enseñados y poco a poco conformados a la forma de ser de Jesús, así también nosotros, en la medida que leemos y/o escuchamos y estudiamos las Escrituras. Así vamos siendo enseñados, confrontados, desafiados, corregidos, instruidos, etc., etc. Lo cierto es que estamos en la misma escuela que aquellos primeros discípulos de Jesús. Es verdad que ellos tenían a Jesús; pero nosotros tenemos “el Espíritu Santo enviado del cielo” (1ªP.1.12) para recordarnos, enseñarnos, iluminarnos y llevar a cabo la obra divina en nosotros. 



Por tanto, no son solo los evangelios, sino también todo lo relacionado con la vida cristiana y la Iglesia, que apenas aparece en los evangelios. Y aquí el libro de los Hechos de los Apóstoles y las cartas apostólicas juegan un papel esencial, dado que lo que faltaba por conocer a los discípulos de parte de Cristo, les fue revelado posteriormente por el Espíritu Santo, tal y cómo él les anunció y prometió previamente (J.16.7,13-15). Y todo lo nuevo, no vino sino para confirmar lo anterior y completar lo que faltaba. (Ef.3.5; Fil.3.1,15-16; 2P.1.12-15; Judas.3,17). 



b) Las Sagradas Escrituras del Antiguo Testamento



Pero aparte de nuestra relación con las Escrituras del Nuevo Testamento, con todo cuanto eso supone, aquí hemos de destacar la utilidad de las Sagradas Escrituras del A. Testamento. No solo por las palabras de confirmación de Jesús, sino también las de los demás Apóstoles. Por ejemplo, el Apóstol Pablo escribió: 



Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestro ejemplo se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Ro.15.4).



Es decir, cuando leemos el Antiguo Testamento nos sentimos identificados con muchas de las cosas que muchos hermanos y hermanas antiguos experimentaron a efectos de dificultades, carencias, tristezas, sufrimientos, depresiones y muchas lágrimas derramadas, por muchas y distintas razones. Pero también aprendemos por cómo fueron atendidos, cuidados, sostenidos, fortalecidos, alentados, llevados, etc., por el Dios que les guiaba, y cómo se cumplieron sus promesas divinas en ellos. Entonces, como resultado de todo aquel sufrimiento, Dios produjo en ellos “perlas preciosas” de mucho valor, tanto para ellos como también para nosotros. ¿Cuántos de nosotros no habremos sido consolados por salmos como el 23, el 34, el 37, el 41 o el 91, por mencionar solo algunos? ¿Y cuántos no habrán sido animados en medio de su depresión, por la lectura de salmos como el 73, o el 77? ¿Y cuántos no habrán sido llevados a la oración, la adoración y la alabanza, por la lectura de salmos como el 27, el 100, el 103, el 145 o el salmo 150? ¿Y qué hemos recibido y cómo hemos sido tocados en lo más profundo de nuestro ser, al leer las distintas biografías de personajes que aparecen en el Antiguo Testamento? Las posibilidades de las Sagradas Escrituras como palabra de Dios son infinitas, cuando el Espíritu Santo que las inspiró, las usa para llevar a cabo la obra divina en el creyente. 



Pero por otra parte, también tenemos otra referencia parecida, del Apóstol Pablo, sobre la “utilidad” del A. Testamento, para con nuestra enseñanza. Él escribió:



Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron (…) Y estas cosas les acontecieron como ejemplo y están escritas para amonestarnos a nosotros a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1ªCo.10.6,11).



Es de esa manera que el Apóstol Pablo advertía a sus destinatarios lectores, y por extensión a nosotros, tanto del mal comportamiento como de las consecuencias del mismo, tal y como lo acontecido a algunos de los creyentes en particular, como al mismo pueblo de Dios en general. Alguien dijo que “no hay experiencia por la cual nosotros hayamos pasado o pasemos que no la hayan pasado los creyentes que se mencionan en la Biblia”. Y es verdad. Por tanto cuando leemos las Sagradas Escrituras, unos y otros vamos a vernos retratados de alguna manera en comportamientos de un signo o de otro; malos o buenos, así como las consecuencias: malas y/o buenas. También vamos a ver que “al justo” no siempre le va a ir bien por el hecho de serlo; mientras que al impío puede que no sufra (al momento) por su mal comportamiento (Ver el Salmo 73). Sin embargo, para Dios el ser “justo” no es una opción. Él demanda que seamos justos, como hijos e hijas suyos que somos. 



Por tanto, las Sagradas Escrituras son una fuente de conocimiento tanto del corazón como del comportamiento del ser humano; y cuando la palabra de Dios es usada por el Espíritu Santo, él la aplica dado que  “la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos, que penetra hasta partir el alma y el espíritu…” llevando a cabo una obra iluminadora y de tal calibre, que no hay ni habrá jamás un psicólogo ni psiquiatra que la iguale en toda la tierra, poniendo de manifiesto nuestro interior, hasta lo más recóndito de nuestro ser. (Hb.4.12) ¿El propósito? Iluminar, para que veamos y sepamos; corregir para enderezar lo torcido;  sanar para poder experimentar el gozo divino y amar a Dios y al prójimo; instruir de la forma más pura por medio de su limpio consejo; y restaurar nuestra relación con Dios y con nuestro prójimo. 



Algunos ejemplos



Claro que podríamos poner muchos ejemplos de cómo las Escrituras iluminaron, animaron, alentaron, fortalecieron y consolaron a los creyentes antiguos. El Salmo 119 es un vivo ejemplo de esa realidad. Pero ¿Quién no se llena de temor con la historia de Nahamán el sirio, cuando vemos al criado de Eliseo, Giezi (un profesional de la religión) usar el nombre de Dios y de su señor, el profeta Eliseo, para engañar y sacar provecho de una situación que le era favorable y cuando se puso delante del profeta, “el varón de Dios”, pretendió engañarle como si no hubiera hecho nada malo? (2ªR.5.15-27). Pero fue descubierto porque Dios se lo reveló todo al profeta Eliseo. El autor de la epístola a los Hebreos, sabía lo que decía, cuando escribió: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz y más cortante que toda espada de dos filos y penetra… Y no hay cosa creada que no sea manifiesta delante de su presencia…” (Hb.4.12-13)



¿Y quién no se llena de temor cuando la mujer de Jeroboam fue enviada por éste para ver al profeta Ahías, que estaba medio ciego a causa de la edad y que, además, ella iba disfrazada para no ser reconocida, para preguntarle al profeta acerca de su hijito que estaba enfermo, si sanaría o no? (1R.14.1-10). Jeroboam había hecho todo lo contrario de lo que Dios le había ordenado; pero cuando su hijo enfermó de muerte, no tenía ningún recurso, excepto el Dios que le había hablado hacía tiempo. Sin embargo, en vez de volver a Dios arrepentido, pretendían engañar al profeta Ahías con sus mentiras y disfraces. Pero Dios le habló al profeta; y éste puso al descubierto el engaño de la mujer. ¿Por qué? “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz y más cortante que toda espada de dos filos, y penetra… y no hay cosa creada que no sea manifiesta delante de su presencia…” Así fue descubierta la mujer de Jeroboam, y enviada a su marido con muy malas noticias. 



Y así podríamos seguir, fijando nuestra atención en Hazael rey de Siria, que solo necesitó saber, anticipadamente, por el profeta Eliseo, que sería rey de Siria para “acelerar” ese hecho y asesinar al rey. (2R.8.7-15); o leer acerca del profeta Ezequiel, de cómo el Señor le mostró por su Espíritu Santo, lo que hacía el liderazgo religioso en sus cámaras secretasen el templo de Jerusalén ¡Y eso a pesar de que el profeta estaba cautivo en Babilonia! (Ezq. 8) ¿O qué pensamos cuando leemos acerca de Ananías y Safira, en Hechos 5.1-11, de cómo cayeron muertos por pretender engañar hipócritamente a los Apóstoles del Señor, creyendo que así podrían engañar a Dios y escapar du su mirada? Pero fueron descubiertos. ¿Por qué? “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz y más cortante que toda espada de dos filos, y penetra… Y no hay cosa creada que no sea manifiesta delante de su presencia…” (Hb.4.12-13).



Claro, que aquí estamos considerando casos extremos en los cuales se pone de manifiesto que aquellos que pretendieron “burlar a Dios” en las personas de sus profetas, no salieron bien parados (Gál.6.7-9). Nadie puede burlarse de Dios, dado que para la palabra de Dios no hay límites a la hora de llevar a cabo su obra. No importa dónde estemos y cómo estemos. Y dado que lo que tenemos, por una parte al Espíritu Santo y por otra, las Sagradas Escrituras inspiradas por el mismo Espíritu Santo, la acción de Dios no se lleva a cabo aparte de las mismas, sino que Él las usa como la principal herramienta en su obra santificadora, a fin de formar y producir en nosotros el carácter de su Hijo Jesucristo, como ya mencionamos al principio. 



 



 



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COMENTARIOS

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Alfredo
26/07/2024
09:14 h
1
 
"Nosotros tenemos el Espíritu Santo"...El problema consiste en que los sabios y entendidos (Mt 11:25) reclaman inspiración del Espíritu Santo para sus propias deducciones especulativas. Ellos sinceramente suponen que cuentan con infalibilidad de facto.
 
Respondiendo a Alfredo

27/07/2024
09:44 h
2
 
Estimado Alfredo. La diferencia que hay entre tú y yo -como la hubo anteriormente con un tal "Ikari"- es que si tú escribieras en este medio y yo viera que llevas razón en lo que dices, acorde con la Escritura, yo lo reconocería y me alegraría sin más; pero tú vienes aquí con otra intención, se diga lo que se diga. Así hasta el hartazgo. Lo tuyo es muy aburrido. ¡Cambia el discurso, hombre! Lo mismo al final "tu magisterio" le cuela a alguien.
 



 
 
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