El anhelo por encontrar una justicia propia sigue siendo uno de los pasatiempos preferidos de la humanidad. La cuestión es que siempre depara una conclusión dolorosa.
Una miniserie que ha despertado buenas críticas en el ámbito británico es The accident, estrenada en 2019, dirigida por Sandra Goldbacher y coproducida por la pública Channel 4 y por The Forge. A España ha llegado a través de Filmin y con mucha discreción. Y es que el formato de series cortas, de tres o cuatro capítulos, todavía no es tan popular aquí como sí que lo ha sido últimamente en Reino Unido o Estados Unidos. Estamos demasiado acostumbrados a ver historias alargarse y diluir toda la fuerza de su argumentación en sucesiones de temporadas, pero en pantalla no hay nada como la concreción para asegurarse la transmisión de un mensaje.
En este sentido, me pregunto si el mismo fenómeno que se ha dado con la lectura, cada vez más ajustada y reinventada para captar la atención de un público cada vez más reducido, se da también con la pantalla, donde los vídeos virales de pocos segundos también fuerzan cierta reinvención, aunque no sea siempre necesaria.
A pesar de que cuenta con un reparto que incluye algunos nombres prominentes, como la danesa Sidse Babett Knudsen o Sarah Lancashire, la fuerza de The accident está en su historia: la de un pequeño pueblo de Gales en el que la convivencia se verá afectada tras un accidente mortal. Y por afectación de la convivencia me refiero aquí al afloramiento de lo más básico de nuestras relaciones como seres humanos entre aquellos vecinos que se habían acostumbrado a vivir en lo impersonal y lo metódico de la mera cortesía.
[photo_footer]En 'The accident', un pequeño pueblo galés ve agitada su cortesía cotidiana tras un accidente mortal. / Fotograma de la serie, Filmin.[/photo_footer]
Comprender el dolor y el daño que se pueda causar en lo ajeno no significa asumir una reparación. De hecho, en muchas ocasiones el concepto de reparación que se pone de manifiesto resulta tanto más hiriente. Es así cuando todo se reduce a una suma de dinero como resultado de un proceso judicial. Como sociedad, somos más afines a la ley del talión de lo que en realidad pensamos.
Esto es algo que queda bien plasmado en The accident. Lo difícil que acaba siendo a veces diferenciar entre la reivindicación de lo que es justo, por el hecho de serlo, o por el deseo de obtener algún beneficio o rédito de ello. Esta visión, sin embargo, olvida que cuando se trata de nosotros, solo existe la posibilidad de una reparación insuficiente, que no puede abarcar toda la complejidad del dolor que podemos llegarnos a provocar.
Esto ha sido, precisamente, una de las cosas que más me han conmovido de la serie. La simpleza con la que al principio uno puede identificar lo que considera bondad en unos personajes, que son las víctimas, y la maldad en otros, que son los victimarios, y lo crudo que resulta la realidad de que tan solo hay diferentes grados y escalas de agentes dañinos. A veces, abruma ver la capacidad que tenemos para mostrar lo más detestable de nuestro, los unos para con los otros, en lugar de enfocarnos en la gracia que se ha manifestado en Jesús y de qué forma nuestra vida puede servir para reflejarla a otras personas.
[photo_footer]Tenemos una visión mercantilista de la reparación. La confundimos, muy a menudo, con benficio. / Fotograma de la serie, Filmin.[/photo_footer]
Esto, en parte, tiene que ver con una idea desviada de la justificación. The accident recoge esa sensación de ambigüedad según la cual se pasa constantemente de la comprensión individual del hecho de tener que ser justificado del error a través del esfuerzo personal, a la realidad que implica la duda de si uno debe ser justificado de algo en concreto.
Esta visión es la que explica que los diferentes personajes se muevan constantemente entre el insoportable peso de la culpa y la arrogancia de defender un estilo de vida que daña todo lo que está cerca. Y es que, el anhelo por encontrar una justicia propia sigue siendo uno de los pasatiempos preferidos de la humanidad. La cuestión es que siempre depara una conclusión dolorosa.
Pensando en este sentido y en el transcurso de la historia, el descubrimiento (si es que se le puede llamar así) que más alivio ha aportado al corazón humano es el de la justificación por la fe. Y por la fe en Jesús, tal y como se refiere en la Biblia. Ha sido cuando, como seres humanos, nos hemos enfocado en ese ministerio de la justificación, en su efecto en nuestras vidas y en su propósito para ellas, que hemos podido ver el único atisbo de luz que hay tras esta vulnerabilidad que siempre nos caracteriza. Ha sido al comprender el sentido pleno de reparación y justificación, por medio del precio tan costoso de la cruz de Cristo, que hemos podido hallar libertad de nuestro propio fantasma. Y esto, enseña el texto bíblico, no ha sido por accidente, sino que corresponde a la obra intencional del Dios Todopoderoso que ha querido relacionarse con nosotros.
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