El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Traicionados por nuestros amores obsoletos a los que nos arraigamos sin cuestionar, aparece ante nosotros la idea de un amor perfeccionado, el amor de Cristo, profundo, ancho, elevado y longevo.
Con tres partes, cuenta desde su salvación en el Nilo hasta las diez plagas y el éxodo de Egipto.
El monopolio del poder y la violencia mueve los deseos desde siempre. Dominar, y no ser dominados, ha sido nuestra lucha cósmica. Pero Dios ha obrado para imputar verdadera justicia.
La cuarta temporada de la serie se ha estrenado en más de 120 salas del país, reuniendo a más de 8.000 espectadores. La producción se sitúa como la séptima mejor taquilla en día de estreno.
No hay nada como una expectativa de justicia insatisfecha. Por mucho que pretendamos acostumbrarnos a ello, somos buscadores natos de retribución.
Todos anhelamos ver cambios significativos ante esas realidades que nos incomodan, pero nos frustramos ante nuestras limitaciones. La Biblia, en cambio, habla de una fuerza que transforma por completo el ser.
Barcelona ha acogido el preestreno de la cuarta temporada de la serie ante un público limitado y mayoritariamente del ámbito cristiano local. El “fenómeno” llegará a la gran pantalla en nuestro país de forma oficial el próximo 16 de febrero.
Ni siquiera toda una vida de intentos nos puede justificar, porque cuando más familiarizados estamos con nosotros mismos es cuando observamos nuestros fracasos, limitaciones y derrotas constantes.
Sea como sea, siempre encontramos la manera de descargar en los demás la responsabilidad de nuestros errores y la causa de nuestras situaciones. La Biblia, en cambio, nos habla de alguien que nos acoge.
Si contásemos la vida como una inversión, es legítimo preguntarnos qué valores nos acaparan. Pero, al final, es una cuestión que tiene que ver con nuestros deseos y su carácter.
El futuro, y en concreto el fin, es para muchos cuestión de especulación e imaginación, hasta el punto que uno se pregunta qué lugar queda para el amor y la gracia en esos escenarios tan extremos.
No hay nada más alejado del concepto de amor divino que el tiempo. Éste, nos dice la Escritura, no puede verse sometido al paso de la historia, básicamente porque ya era antes del principio.
Muchos reflexionan y debaten ahora sobre el problema de la vivienda y se siguen sorprendiendo que haya quienes solo piensan en el beneficio ante cuestiones tan básicas. Pero esto refleja lo más esencial de nuestra naturaleza como humanos.
“Las acciones adecuadas hechas por la razón errónea” no sirven de nada, decía C. S. Lewis. Aunque, en realidad, siempre tratamos de justificarnos con lo que hacemos.
Las consecuencias de una voluntad y deseos desviados no son ambiguas ni cómicas, sino que reflejen las profundidades del ser humano y su principal problema.
La definición de lo que es justo y lo que no siempre ha preocupado al ser humano. Otra cosa es su capacidad por llevar a cabo la justicia que verdaderamente necesita.
Cada vez nos sorprende más el hecho de pasar toda la vida junto a la misma persona cuando se habla del matrimonio. La sorpresa, sin embargo, no puede ocultar nuestros anhelos.
Como para el ficticio magnate de la comunicación, la muerte sigue representando para muchos nada más que una sospecha imposible.
Somos, como seres humanos, una constante contradicción, y vivimos anclados en ella. Solo en Cristo se encarna la perfecta humanidad, y aspirar a reproducirla produce verdaderos monstruos.
Las grandes guerras, los conflictos internacionales, la sensación homogénea del mal extendido por todo el planeta, en realidad comienza en lo cercano de un pequeño pueblo y en lo íntimo de nuestros corazones.
Nos afanamos por vivir en plenitud una vida que, carente de perspectiva eterna, solo acaba siendo un puñado de emociones transitorias. Excluir a Dios de la totalidad de lo que vivimos nos reduce a un deísmo impertinente y descorazonador.
Debemos aprender a valorar esas formas de expresar el evangelio que, sin comprometer la verdad esencial acerca de Cristo, pueden no corresponderse con nuestro estilo. El gusto no es suficiente para cuestionar la sinceridad.
El hecho de que un fenómeno evangelístico adquiera una capacidad de influencia internacional, no debe suponer que renunciemos a la reflexión crítica, sin perder de vista el amor que nos une por el mismo mensaje.
Personajes como él nos sitúan ante una confusión de proporciones cósmicas, que muchas veces nos aterra afrontar y tratamos de resolverla con simpleza.
Cuando pensamos en la condición del ser humano, lo fácil es imaginar siempre escenarios de poder, de avaricia, de lujuria o desenfreno. Lo difícil es reconocerlo en lo más sutil y cotidiano.
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