El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
La evangelización debe ser completa y asumir tanto los conceptos de pecado y culpa con la visión de la capacidad de Dios de perdonar, así como los conceptos de misericordia, empatía y de solidaridad con los sufrientes.
Al enfrentarse a los abusos, la iglesia necesita una reforma constante. Los líderes deben rendir cuentas. Los vulnerables y los indefensos deben ser más valorados que la reputación institucional o personal y la estabilidad financiera.
La contradicción entre las acciones del agresor y su reputación hace que las víctimas y aquellos a quienes se denuncian los hechos experimenten confusión, disonancia cognitiva e incluso incredulidad.
La respuesta evangélica a las denuncias de abusos se ha visto perjudicada por 5 factores: expectativas erróneas, prioridades equivocadas, lectura errónea del relato bíblico, enfoque equivocado del pecado, y una visión equivocada del amor y la justicia.
La mentira es el gran pecado universal que nos estigmatiza a toda la raza humana como pecadores indiscutibles en mayor o en menor medida.
La sangre del Redentor nos limpia a cada instante, siempre, eso es nuestra vida, por eso somos santos y santificados, como modo de existir.
Si sientes la batalla de Romanos 7, no se trata de una señal de que no seas salvo, sino de todo lo contrario.
En esta época de victimismo muy pocos toman responsabilidad de sus actos y nos olvidamos del problema que nos afecta a todos.
El Dios que conoce los corazones, nos sigue y nos seguirá confrontando todos con nuestra forma de ser; y Él sabe hasta qué punto su preciosa obra ha calado en nuestros corazones.
Afirma que se me nota a leguas que soy contraria al cambio. Y es cierto, lo confieso, yo también lo noto.
Verdaderamente detrás de la mirada está el corazón.
¿Puede haber una solidaridad real maligna? Sí, cuando hay un acuerdo compacto entre varias partes para lo malo.
Despojados de nuestras máscaras y personajes, solo quedamos nosotros mismos, lo que somos, frente al único tipo de “locura” que nos podemos permitir: el evangelio.
El diagnóstico bíblico no es fácil de aceptar, ya que nadie quiere asumir su culpa. Para escapar de ello, se busca, como en las novelas de Golding, un chivo expiatorio para nuestra maldad.
Si el tronco de nuestra vida es el guion, bien redactado y ordenado, en los márgenes se encuentran todas aquellas anotaciones que nos recuerdan el fin de la misma que provoca el pecado.
Reconocemos el diagnostico que hace la Biblia de nuestra triste realidad. Pero hay una esperanza de salvación, que no viene de nosotros, sino de Aquel cuya sangre nos limpia de todo pecado.
Si miras fijamente al abismo, el abismo acaba mirando dentro de ti (Nietzsche)
“Dios se vale de personas que nos inspiran, pero todo modelo es falible porque somos vasijas de barro”, explica el líder evangélico y psiquiatra español Pablo Martínez Vila.
¿Cuántos cristianos hay hoy en nuestro planeta tierra que, a pesar de los medios de comunicación de todo tipo, pueden decir que son ignorantes de las situaciones de injusticia y opresión en el mundo?
Hace ochenta años, Billy Wilder estrenaba Perdición, una historia donde el pecado no se esconde tras máscaras ni disfraces.
Plasmamos en objetos, lugares e incluso personas lo más íntimo de nuestros anhelos, aunque en realidad los reconocemos en nosotros mismos.
Para él no tenía sentido hablar de salvación sin haber experimentado la realidad del pecado.
El corazón humano sin regenerar sigue siendo el mismo y nada nuevo hay bajo el sol.
Para que haya justificación tiene que haber primero condenación y para que haya condenación tiene que haber pecado.
Uno de los mayores peligros que puede haber no es morder el polvo en la derrota, sino confiarse en la sucesión de victorias.
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