Para no notar el silencio de Dios, para que éste no parezca sordo a nuestros rituales cúlticos, debemos de tener en cuenta que la justicia en la Biblia, al igual que el amor, tiene una doble dimensión aunque ambas dimensiones formen parte de la misma y única realidad. ¿Queréis experimentar la respuesta de Dios o escuchar su aplastante silencio?
En el caso del amor, para que sea el amor cristiano y para que abra los oídos de Dios ante nuestras súplicas, debe darse la relación amorosa con un Dios que, necesariamente, para no ser un amor mentiroso, debe complementarse con el amor al prójimo, al hermano que nos necesita. La dinámica es que Dios nos amó primero y nuestros amores, a Dios y al prójimo, son una respuesta al amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones. Si no hay amor y compromiso para con el prójimo, nuestro amor a Dios es falso y sólo notaremos la ausencia de Todopoderoso.
En el caso de la justicia, también podemos hablar de las mismas dos vertientes que existen en el amor: Una justicia de Dios que nos libera y nos justifica y una justicia que debemos ejercer para con nuestro prójimo, una justicia exigencia de la anterior y primaria que nos libera. Sin esta última, la justicia para con el prójimo, nuestros rituales y cumplimientos religiosos no pasarán del techo de nuestras iglesias. Sólo las oiremos nosotros mismos, pero serán escupidos de los oídos de Dios.
No es que Dios nos juzgue aplicando un código de justicia justo al estilo de la aplicación que hacen los jueces humanos de sus códigos de leyes, sino que quiere justificar al hombre como un don gratuito suyo. Como diría San Pablo: “Justificados, pues, por la fe”. Es un regalo de Dios que, como su amor, es una realidad primaria que no depende de nosotros. Pero en la Biblia se ve claramente que, también, tiene que haber, por parte del hombre, una justicia práctica para con el prójimo respuesta a esta justificación. Una justicia que se debe dar en la horizontalidad de las relaciones humanas. Si no, nuestra espiritualidad es falsa y no podemos conectar con el Dios de la vida. Sólo notaremos su silencio, un silencio que nos aplasta como una losa fría en medios de nuestros vanos rituales que sólo producen la alegría diabólica.
El tema de la justicia es un mensaje central en toda la Biblia. Además de la exigencia de Dios de que el hombre justificado haga también justicia en relación con su prójimo, el hacer justicia al necesitado y oprimido es en sí como requisito previo o fundante de todo tipo de relación con Dios, sea relación cúltica, o de alabanza, o de oración. Sin este requisito sólo escucharemos el silencio del Altísimo y nuestras voces de alabanza u oración permanecerán sin respuesta. Nosotros también seremos sordos con respecto a la voz de Dios.
Dios obra también aplicando justicia con el agraviado, protege el derecho de los oprimidos y los débiles, y habla por boca de sus profetas para que sus hijos griten a favor de la justicia, del dar de comer al hambriento, albergar y vestir a los necesitados. Si no tenemos voz profética en busca de justicia, estaremos como detrás de un muro ante el cual gritamos y las palabras vuelven a nosotros, pero son sólo nuestras palabras. No hay respuesta.
¿Notas que no hay respuesta de Dios? Haced y buscad la justicia. Si no, veréis que el hombre muchas veces se desespera entre sus cilicios y cenizas, sus genuflexiones religiosas y palabrerías que no llegan a lo alto, a las moradas del Dios justo que tapa sus oídos y cierra su boca.
La oferta o el mandamiento de Dios, cuando nos acercamos a él en culto o adoración es: Haced justicia al huérfano, a la viuda y al extranjero —hoy podríamos hablar de muchos otros prototipos de marginados, excluidos e injustamente tratados—, y luego viene la invitación: “Venid luego”… No antes porque si no es así, se dará el silencio de Dios. Esa es la estructura y el sentido de los textos proféticos que están en línea con la frase de Jesús: “
Reconcíliate primero con tu hermano”. Busca la justicia, la reconciliación y la comunión entre los hombres y después, no antes, acude al templo. Si no, no podrás escuchar la voz de Dios ni experimentar su respuesta. Tus alabanzas serán como gritería o sonidos metálicos inútiles que Dios rechaza.
Por eso
cuando se da tanta conculcación de los Derechos Humanos, tanta tortura injusta, tanta hambre y miseria, tanta injusticia en la redistribución de los bienes del planeta tierra, tanta pobreza y tanto sufrimiento por la insolidaridad humana y la injusticia social, habría que pensar que mucho del ritual religioso que se da en el mundo, en donde hay tantos que, al menos, nominalmente son cristianos, se debe estar dando una gran parte de religiosidad fraudulenta que no responde a los esquemas de justicia de Dios. Parece como si Dios estuviera ausente del mundo y los rituales fueran todos vanos.
No todo grupo religioso está respondiendo a los valores e ideales del Reino de Dios que ya está entre nosotros. Si la voz de los cristianos estuviera en línea con la búsqueda de la justicia de los profetas y de Jesús mismo, muchas de las estructuras injustas del mundo saltarían hechas pedazos. Dios daría también respuesta al tema de las estructuras de pecado o de maldad.
Es posible que haya muchos cristianos que no son agentes del reino, que no practican un auténtico seguimiento de Jesús con sus prioridades, sus valores, sus estilos de vida y voz denunciadora de injusticia. Es posible que haya iglesias cristianas que no responden tampoco al prototipo de iglesia del Reino y que no tienen voz profética denunciadora de la injusticia. ¿Y nosotros, Señor? Ayúdanos a caminar por tus sendas de compromiso con los débiles y a acercarles tu Reino y tu justicia. Queremos ser tus discípulos. Queremos escuchar tu voz y que no nos aplaste tu silencio.
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