El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
En el desarrollo del cristianismo a lo largo de los años, predomina el deseo de relacionarse con Dios pensando en bendiciones, coronas y prebendas espirituales.
Para ser jueces equitativos es preciso no correr y esperar a tener todos los elementos que integran la cuestión en disputa.
El diezmar, hacer rituales, largas oraciones y genuflexiones no vale para nada si no se tiene en cuenta la práctica de la misericordia, la justicia y una fe viva que actúa a través del amor.
Muchas veces los cristianos vivimos mirando al cielo y dando la espalda al prójimo mientras permanecemos pendientes de promesas, recompensas y goces religiosos.
El contexto religioso al cual la iglesia pertenece y en el cual se mueve, no puede servir de coartada para encubrir el delito.
El Evangelio de Jesús no solo era anuncio, sino que casaba con la denuncia de las estructuras sociales injustas en donde reina la acumulación de riquezas.
Anuncio y denuncia. No eran dos fases encontradas, sino complementarias en Jesús en su evangelización del mundo.
Desde su labor docente y como escritor, Escobar ahonda en cómo la misión evangélica implica necesariamente abordar las injusticias.
La lisonja, que es el halago interesado, procede del hombre malvado, cuya intención termina siendo dañina para aquél hacia quien va dirigida.
Que los evangélicos podamos ser ejemplo de compromiso con el mundo dentro de la ciudad interreligiosa siguiendo los pasos de Jesús.
No es nuevo este afán de medrar a costa del mal ajeno.
¿Cuántos cristianos hay hoy en nuestro planeta tierra que, a pesar de los medios de comunicación de todo tipo, pueden decir que son ignorantes de las situaciones de injusticia y opresión en el mundo?
Vaughan Roberts recordó que la verdad bíblica sobre la sexualidad es “una buena noticia”. Otros grandes desafíos contemporáneos -desigualdad social, pobreza o cambio climático- fueron abordados en el primer día completo en Lausana 4, en Corea del Sur.
Además del mensaje inmutable tiene que haber gestos y servicios, respuestas a interrogantes y comprensiones de situaciones y de sufrimientos, imposibles de poder comprender fuera del diálogo con el mundo.
Hay mucho que aprender de la historia de la Iglesia primitiva. La actitud hacia las mujeres y los enfermos son dos ejemplos que dicen mucho de lo que el Evangelio puede conseguir en una situación histórica concreta. Por Olof Edsinger.
Si la fe, como diría el apóstol Pablo, actúa por el amor, la verdad cristiana debe estar encarnada en la historia, en el mundo, en el concepto de projimidad.
El culto está condicionado por la búsqueda de la misericordia y el hacer justicia, así como por la práctica de una acción social evangelizadora y liberadora.
Debemos confrontar la injusticia del presente con las armas del Evangelio. Si no incluyen la cruz y el seguimiento, los otros remedios no serán la liberación que imaginamos.
Somos nosotros, los cristianos, los que estamos en la fuente, en el manantial que muestra los auténticos valores capaces de restaurar la justicia y la paz en el mundo.
Legitimamos nuestras protestas y reivindicaciones desde una idea muy particular de la justicia. Una lástima que esto no se corresponda con la organización de nuestro estilo de vida, en general.
Los libros acompañan a Samuel Escobar, dándole una formación que se nutre asimismo con uno de sus mentores, Alejandro Clifford.
La fe cristiana nos compromete con el mundo y con el prójimo apaleado y tirado al lado del camino.
Creer, siempre implica el compromiso de amor y de acción, el compromiso de trabajar por la justicia en el mundo.
Jesús entregó su vida en una cruz y resucitó para expresar la justicia y el amor de Dios por cada uno de nosotros.
No puede haber auténtica evangelización de espaldas al dolor del prójimo y sin mancharnos las manos en acciones concretas.
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