El diezmar, hacer rituales, largas oraciones y genuflexiones no vale para nada si no se tiene en cuenta la práctica de la misericordia, la justicia y una fe viva que actúa a través del amor.
Nos podríamos preguntar que cómo son de los religiosos del mundo hoy.
Hay muchos, sean mandatarios políticos o no, que se rodean de personas religiosas. Varios de los más importantes y poderosos del mundo se pueden rodear de pastores para orar, para dar la imagen de ser perfectos cristianos hasta el punto de que muchos de sus seguidores los adoran y los endiosan en cierta manera.
Religiosos que son cumplidores, religiosos que pueden trabajar a favor de cumplimientos y prácticas rituales, ir a los templos a dar la imagen de que buscan a Dios, dar idea de que lo que hacen es para pacificar al mundo, para ser de aquellos pacificadores de los que habla la Biblia.
Parece que solo les falta los rituales de ceniza y cilicio como hacían algunos falsos religiosos en los tiempos de los profetas, pero se olvidaban del prójimo en dificultad e incluso podían oprimir a los débiles.
A esos religiosos del mundo hoy, ¿podría encajarles en sus vidas la frase de denuncia de Jesús a los religiosos de su época?
La frase es nada menos que ésta: “... diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley; la justicia, la misericordia y la fe”.
Hoy, religiosos que se rodean de pastores y hacen largas oraciones pero que se olvidan de la justicia, la misericordia y la fe, siguen siendo el centro de la preocupación del Maestro.
¡Qué gran diferencia hay entre practicar una espiritualidad cristiana sana de seguimiento al Maestro y el practicar una serie de ritos religiosos que nos pueden encumbrar pero que están exentos de misericordia y justicia!
Hay religiosos importantes del mundo, en muchos casos unidos a la asunción del poder temporal y económico, a los que no se les nota la misericordia hacia el prójimo ni la lucha por la justicia social, sino que pueden andar detrás de búsquedas de aumentar su poder y representación religiosa ante el mundo buscando migajas de poder terrenal o caudales para llenar sus almacenes, países o cuentas corrientes.
Hay muchos religiosos en el mundo, quizás en el centro del poder político, económico o religioso, que pueden usar el “prestigio” de la religiosidad para provecho propio o de los suyos sin importarles el desprecio al débil, al migrante, al pobre y, en su caso, el desprecio racista, la práctica orgullosa del soberanismo, el posponer a la mujer considerándola inferior al varón hasta dejarla caer en lo que se llama hoy la feminización de la pobreza.
Desgraciadamente todo esto se puede tapar con un manto inútil de religiosidad, pero un manto que hace sufrir y puede estar manchado de lágrimas y mucho dolor.
Esa fachada religiosa no vale para nada y es una ofensa al mismo Dios que sigue sufriendo con los débiles del mundo.
Gentes religiosas que son capaces de diezmar y hacer rituales de todo tipo, pero que olvidan lo más importante de la espiritualidad cristiana: la justicia, la misericordia y la fe.
Se olvidan de lo esencial para quedarse con las falsas apariencias. Se puede dar lugar así que algunos religiosos, especialmente de entre los mandatarios del mundo, se hunden en prácticas religiosas falsas y cumplimientos de rituales vanos e invalidan las leyes del Altísimo en relación con la práctica de la justicia y de la misericordia.
¡Qué actual es la Biblia hoy! ¡Qué poco ha cambiado el corazón del hombre! ¡Qué poca diferencia hay entre los religiosos necios de hoy con los religiosos también necios y que reciben la condena de Jesús en aquellos tiempos en los que él anduvo entre nosotros.
Se olvidan de la definición de religión, la pura y sin mácula de la que nos habla la Biblia que consiste, en una de sus grandes partes, en ayudar al prójimo en sus tribulaciones, al prójimo apaleado sea por ser migrante, pobre, enfermo, de otra raza o religión, quizás por no ser blanco y rubio, por no ser rico e integrado en las sociedades de consumo.
Esta gran parte constituyente de la definición de religión nos habla de que el que verdaderamente practica la espiritualidad cristiana se abre al prójimo apaleado para ser con ellos las manos y los pies de Jesús en medio de un mundo de dolor.
Así dice la definición bíblica de religión, considerando a los huérfanos y las viudas desamparadas en aquellos tiempos como prototipos de los sufrientes y marginados hoy en el mundo: “Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”.
Esta definición bíblica tiene dos partes importantes, el amor al prójimo necesitado y que sufre y, lógicamente, también el guardarse sin mancha del mundo. Dos partes totalmente implicadas de la misma definición de la religión pura y sin mancha delante de Dios el Padre.
Espero que muchos de los religiosos prepotentes de hoy se den cuenta de esta definición y de tantos otros valores bíblicos en esta línea siempre en la línea de la projimidad.
Por eso, el diezmar, el hacer rituales, largas oraciones y genuflexiones no vale para nada si no se tiene en cuenta la práctica de la misericordia, de la justicia y de una fe viva que actúa a través del amor.
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