El tweet de Dios sobre lo poco que es mucho y lo mucho que es nada

Al idealismo se le ha asociado popularmente con el romanticismo, siendo el personaje que lo caracterizaría Don Quijote, que llegó a ser para el movimiento romántico de los siglos XVIII y XIX el prototipo perfecto de héroe, en oposición al pragmatismo y realismo de Sancho Panza. Pero aunque la figura de Don Quijote pueda suscitar simpatía por su denodado esfuerzo en pro de elevados ideales, al final dicha simpatía no pasa de ahí, terminando por reconocerse que dichos ideales son irrealizables y que es preciso quedarse con lo práctico, olvidando lo más elevado. Por lo menos, se piensa así es en este mundo, donde lo ideal se estrella contra el muro de la realidad.

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De ese modo es como se llega a la conclusión de que los ideales son utopías inalcanzables, que hay que rebajar necesariamente, siendo uno de esos ideales impracticables la justicia, a la que hay que acomodar a las circunstancias y los tiempos, para que pueda ser soportable y llevadera y sea útil para los fines que previamente se han diseñado. Si es necesario, se la relega a un plano secundario para que no estorbe demasiado, aunque, para guardar las apariencias, se la invoque continuamente, si bien en vano, porque en lo último que se está pensando es en permitir que esté en el sitio que le corresponde. 

Y del mismo modo que hay suicidas, los que se matan a sí mismos, y hay regicidas, los que matan reyes, y hay fratricidas, los que matan hermanos, y hay liberticidas, los que matan la libertad, también hay justicidas, que son los que matan la justicia, aunque para justificar ese asesinato ponen el acento en las ganancias que se obtendrán, las cuales compensarán de forma definitiva esa muerte. Hay muchas más cosas, se argumenta, que la justicia y no hay que estar centrados solamente en ella. El idealismo es para ingenuos; lo práctico e inmediato es lo que importa. Esta es la situación que estamos viviendo en España, donde hay políticos y gobernantes que se han convertido en justicidas.

Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘Mejor es lo poco con justicia que la muchedumbre de frutos sin derecho.’ (Proverbios 16:8). Lo primero que salta a la vista es que el texto desmiente radicalmente que la justicia sea una añadidura prescindible; todo lo contrario, si hay algo que de verdad importa es precisamente la justicia, cuya presencia o ausencia es lo que da o quita valor a todo lo demás. Lo poco, con justicia es mucho, por el valor de la justicia. Lo mucho, sin justicia es nada, por la falta de justicia. Es una declaración que va en la dirección opuesta a los vientos actuales. Sí, vale más lo poco con justicia que lo mucho sin ella, a pesar de lo que ahora se nos está diciendo, lo cual nos lleva a una disyuntiva: O este tweet de Dios es un engaño o los engañadores son los que afirman lo contrario de lo que dice.

La relevancia que se da en este pasaje a la justicia no es aislada ni única, sino que va en la misma línea que hay en toda la Biblia para la palabra justicia, sin la cual nada se sostiene ni perdura, sin importar las supuestas rápidas ventajas que de momento se puedan conseguir sin ella. Por eso, el fundamento que sustenta el venidero reino de Dios es precisamente la justicia, término que se menciona una y otra vez en todos los anuncios proféticos que describen tal reino. ¿Por qué se pone tan gran énfasis en la justicia, cuando se habla del reino de Dios? Por la sencilla, pero poderosa, razón de que es precisamente ella la que sale mal parada en todos los sistemas de gobierno de este mundo, porque, a fin de cuentas, lo meramente humano nunca puede ser el origen ni la realización de la justicia en su plenitud. De ahí que el reino de Dios sea el único gobierno en el que la justicia prevalece, sin interferencias ni variación. Por eso es el reino incomparable y deseable.

En cierto momento de su vida, Jesús tuvo que enfrentar el dilema de escoger entre la justicia y el beneficio. Se le presentó en bandeja la posibilidad de tenerlo todo y al decir todo se incluye todo lo que se pueda pensar. No era simplemente una parte de lo que el mundo puede ofrecer, sino el mundo entero en su conjunto. Su bienestar, su progreso, su poder, su fama, su placer, su territorio y su riqueza. El sueño de los conquistadores, el anhelo de los magnates, el deseo de los potentados. Y todo a cambio de un gesto, pero un gesto que significaba la muerte de la justicia. Poniendo en cada platillo de la balanza lo uno y lo otro, parecía que no había duda de con qué quedarse. ¿Cómo podía compararse algo tan abstracto como la justicia con algo tan seductor como este mundo? Parecía que quedarse con la justicia era quedarse con la nada y perderlo todo. Era la ocasión, la oportunidad de su vida.

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Pero Jesús escogió quedarse con la justicia y al hacerlo mostró qué es lo que ciertamente cuenta y tiene peso. Lo magnífico es que con esa decisión no solo se quedó con lo que tiene valor, sino que al hacerlo se convirtió en el único candidato probado y aprobado para hacerse con el cargo del mando supremo de todas las cosas. De haber escogido la otra vía, que era un falso atajo, hubiera perdido la verdadera gloria. Con su elección, también nos muestra a nosotros que lo poco con justicia es mucho y lo mucho sin ella no es nada.