El tweet de Dios sobre la voz a favor de los hijos de muerte

No tenéis un día en el calendario para recordaros, ni tampoco un minuto de silencio en señal de respeto por vuestra memoria, ni siquiera un lema institucional que haga visible vuestra causa y como nunca tuvisteis nombres, es como si no hubierais existido, porque no hay tumba alguna que os perpetúe. Nadie se ocupó de  identificaros, ni tampoco de saber cuál era vuestro sexo. No hubo una esquela en ningún periódico anunciando vuestra muerte. Era mejor no saber nada al respecto, porque así era más fácil acallar las conciencias.

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Sois víctimas de la violencia y, por tanto, os asiste el mismo derecho que tienen tantas otras víctimas de la violencia. Hay víctimas de la violencia terrorista, que son homenajeadas justamente y tienen su día fijado por las instituciones políticas y sociales en el calendario. Hay víctimas de la violencia del holocausto, porque murieron a manos de gente desalmada, y que también tienen su día al año, para que algo así no se olvide ni vuelva a pasar. Hay víctimas de la violencia de la tortura, igualmente reconocidas, porque sufrieron suplicios infames. Hay víctimas de la violencia machista, tenidas en cuenta cada vez que acontece un asesinato.

Pero ¿cómo denominar a la violencia de la cual vosotros sois víctimas? Aquí se topa con una difícil tarea, que ninguna de las otras violencias tiene. Porque es fácil y asumible hablar de las víctimas de la violencia terrorista, por más que los terroristas nieguen que lo que ellos han practicado sea violencia, denominando ejecuciones a sus actos. Pero no importa lo que ellos digan, habiendo un justo consenso en que el nombre que merecen tales actos es el de violencia terrorista. También resulta lógico referirse a las víctimas de la violencia del holocausto, aunque para sus autores aquello no fuera más que la “solución final”. Pero el horror no se puede disfrazar con un eufemismo. Igualmente no es difícil emplear la expresión víctimas de la violencia de la tortura, si bien los torturadores apelarán a razones de Estado u otras razones espurias para defender sus acciones, aunque no hay razón que sea capaz de justificar la sinrazón. Lo mismo ocurre con las víctimas de la violencia machista, que sus autores razonarán y argumentarán, si bien, como toda violencia, se hace culpable por sí misma.

Entonces ¿cómo denominar, bajo una expresión general, a la violencia de la que vosotros sois víctimas? ¿Se llamará violencia feminista, dado que esa ideología la sustenta? Pero entonces habrá un clamor de indignación y repulsa contra el que se atreva a hacerlo, porque esa ideología no tolerará que los términos violencia y feminismo aparezcan unidos, si bien la realidad es la que es. Porque hablar de víctimas de violencia machista, sí es correcto. Pero ¿cómo hablar de víctimas de violencia feminista, sin que una catarata de vituperios e improperios se desate? Y si las víctimas de la violencia de género son siempre mujeres a manos de varones, no ocurre lo mismo con vosotros, que sois víctimas, tanto si sois varones como si sois mujeres, de la bandera que defiende a las mujeres. Un movimiento que se jacta de ser defensor de un colectivo, pero que extermina a miembros de ese mismo colectivo. ¡Qué contradicción!

Si las otras formas de violencia contabilizan una terrible estadística de muertes, la ejercida sobre vosotros supera con creces a todas ellas juntas. Por tanto, no tendría que costar mucho trabajo encontrar un término para describir la violencia que produce vuestras muertes; pero no interesa encontrarlo, porque la violencia que os mata tiene muchos autores y abogados que la sustentan. Tiene autores intelectuales y autores materiales, autores por activa y autores por pasiva. Autores en las altas instancias del poder y autores en las bajas instancias. Si dejamos de lado la expresión víctimas de la violencia feminista ¡qué difícil tarea es la de encontrar una frase que compendie la violencia que contra vosotros se ejerce, con lo sencillo que ha sido encontrarla para los otros tipos de violencia!

Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘Abre tu boca por el mudo en el juicio de todos los desvalidos. Abre tu boca, juzga con justicia y defiende la causa del pobre y del menesteroso.’ (Proverbios 31:8-9). El texto se refiere al que no puede defenderse, al que no tiene voz, literalmente al mudo. Y se insta a que los que tenemos voz, la levantemos en su favor. Si nadie la levanta, su causa, su pleito, estará perdido. Llama la atención que la traducción vertida en la Biblia del Oso de 1569 del texto en cuestión es: ‘Abre tu boca por el mudo, en el juicio de todos los hijos de muerte’, porque la palabra que se ha traducido como desvalidos, efectivamente tiene el significado de desvanecerse o morir. Hijos de muerte se puede aplicar a los que han sido destinados, por la voluntad de otros, a morir, antes de nacer; siendo mudos, porque, mientras están vivos, todavía no tienen habla.

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El texto sigue apelando a levantar la voz, a juzgar con justicia y a defender la causa de los más débiles. En los tiempos en los que el pasaje fue escrito había cuatro clases de personas débiles, a saber, extranjeros, huérfanos, viudas y pobres, todos ellos necesitados de protección. Pero hay una quinta clase a la que es preciso proteger en nuestro tiempo, dado que está sin amparo, la de los no nacidos destinados a la muerte, para que sean librados de la violencia ejercida contra ellos.