Lo sagrado ya no es el ámbito, el sustrato, el magma que impregnaba la vida.
Si nos preguntáramos que qué es lo que se aprecia más en el mundo hoy de estos tres conceptos, secular, profano o sacro, es posible que lo sacro se confundiera con lo religioso en el sentido vano de la palabra, y quedara relegado a un segundo plano. No sé si el hombre de nuestros días daría a la esfera de lo sacro y de lo religioso el mismo espacio que da a lo secular y a lo profano.
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En general, siempre se han valorado como amplias y válidas las dos esferas, la de lo sacro y la de lo profano o secular. Quizás ha habido tiempos en que ninguna de ellas se ha considerado como negativa, sino simplemente diferente. Se ha visto un mundo dividido en esos dos espacios que ni siquiera estaban en lucha. El mundo era así y lo sacro, sin menoscabo ninguno, entraba sin críticas por parte de nadie en la esfera de lo secular con más facilidad incluso que lo profano entraba en la esfera religiosa.
Así, las esferas hoy seculares, como la medicina, la enseñanza y otras áreas no consideradas hoy sacras, estaban impregnadas de lo religioso: monjas en la medicina, curas en la enseñanza, teólogos en lo social y otros. También en las iglesias y congregaciones cristianas entraban los valores mundanos de una forma casi imperceptible que daba lugar a ver la riqueza como bendición de Dios, el dar los primeros lugares a los más poderosos o ricos, el considerar prestigioso a los triunfadores de este mundo, a los que almacenan insolidariamente. Las dos esferas se entremezclaban sin considerarlas peyorativas, malas y en contracultura la una con la otra.
No sé si, realmente, ha habido un gran retroceso en esta forma de contemplar el mundo, en esta cosmovisión, pero lo que me parece claro es que, si alguna de estas dos esferas ha perdido territorio e importancia en el mundo actual, esa ha sido la esfera de lo sacro. Se ha comenzado a dar autonomía total a disciplinas que antes estaban impregnadas de lo sagrado.
Antes, incluso la economía podría estar, junto con la medicina, la enseñanza y otras, impregnada de lo sacro, de lo religioso. Incluso en los tiempos bíblicos como los proféticos y Jesús en el Nuevo Testamento, se consideraba a la economía como algo sacro. Se criticaba bíblicamente a los opresores, acumuladores, ricos necios, a los que no comparten, y varios otros, como pecadores que rompen con lo sagrado, con la prioridad que debe tener el amor al prójimo, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia los bienes que se poseen, ni en su sanidad o fuerza física.
Hoy, estas preocupaciones ya no se dan desde el ámbito de lo sagrado, salvo honrosas excepciones que mantienen el testimonio profético con el que entronca Jesús mismo. Parece que lo socioeconómico puede ser algo separado de lo sagrado y que sus reglas insolidarias no están en choque con los textos bíblicos. Lo sagrado y lo profano se han separado por una enorme sima que marca las diferencias y que tienen conceptos seculares en contracultura con el texto bíblico, con lo sagrado.
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También, en los tiempos bíblicos, la relación entre lo profano y lo sagrado en medicina era algo tajante. Nadie debería pasar de largo ante el prójimo herido o apaleado sin pararse y darle prioridad incluso a la marcha al templo para adorar y orar. Curar al herido podría ser algo sagrado. El buen prójimo tenía que pararse, curar, poner de su dinero, tener luego un seguimiento como marca la parábola del Buen Samaritano.
Hoy es diferente. La medicina se considera algo autónomo de lo sagrado. Hoy todo se confía a instituciones especializadas y llamar a una ambulancia por parte del alguien para socorrer a un enfermo es un acto humanitario, cívico, pero sin esas connotaciones sagradas que podían convertir a alguien en pecador si no involucraba su vida, su tiempo, su dinero y su capacidad de tener un seguimiento con el prójimo enfermo o apaleado. Hoy la medicina es una ciencia independiente, separada de lo religioso, secular, autónoma.
Lo mismo podríamos hablar de la enseñanza, del mercado y de tantas áreas que se consideran autorregulables. Lo sagrado ya no es el ámbito, el sustrato, el magma que impregnaba la vida. Parece que lo sagrado, lo religioso ha perdido terreno a favor de lo profano, de lo secular, de lo humanitario en torno a humanismos que, siendo útiles, incluso pueden ser ateos. Quizás es que hoy, en nuestro aquí y nuestro ahora, estemos en una cosmovisión totalmente diferente a la de nuestros antepasados. Hoy lo sacro, lo religioso, lo divino ha ido perdiendo terreno.
Esto ha podido hacer que el cristianismo se haya ido arrinconando, cediendo la esfera pública a lo profano, lo hemos ido viendo como algo íntimo y privado, como algo de la esfera personal y hemos perdido el ímpetu de los profetas en su denuncia, en su búsqueda de la justicia, de la misericordia para con el prójimo y hemos dejado al mundo, en algún sentido, en la estacada. Quizás deberíamos leer más a los profetas, estudiar las claves bíblicas en torno a la economía, la medicina, la enseñanza y otras.
Todo esto por una razón muy sencilla: porque todo esto está en relación con mi prójimo que, en muchos casos, es mi prójimo sufriente que necesita de mi voz, de mis pies y de mis manos que deben moverse solidariamente en medio de todas estas esferas que conforman un mundo de dolor.
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