El tweet de Dios sobre el auto-atentado del codicioso

Que los animales nos dan lecciones a los seres humanos en cuanto a comportamiento lo saben bien los dueños de mascotas, que perciben lo mucho que les aporta su compañía y el valor tan grande que tienen, hasta el punto de que han pasado de ser considerados ‘cosas’ a ser ‘seres vivos dotados de sensibilidad’ en el Código Civil. No es extraño, porque ese perro, gato, canario o hámster hasta puede llegar a ser contemplado como parte de la familia. 

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Hay varias ocasiones en la Biblia en las que los animales son propuestos como ejemplos a los humanos, unas veces por su laboriosidad, como las hormigas, otras por su discernimiento del tiempo, como la tórtola, la grulla y la golondrina, otras por el conocimiento que tienen de su dueño y de su pesebre, como el buey y el asno, y otras por el conocimiento que tienen de la voz de su pastor, como las ovejas. Incluso nos aleccionan para que aprendamos a confiar en Dios en cuanto a la provisión de nuestras necesidades materiales, como los cuervos, que, sin sembrar ni segar, reciben su alimento.

La sencillez de la paloma y la prudencia de la serpiente son puestas de manifiesto por Jesús, para que quienes le seguimos tomemos nota de esas características y aprendamos a movernos en este mundo hostil. Fue un pollino no domado el que tuvo el honor de ser la montura de Jesús, cuando efectuó su entrada triunfal en Jerusalén, cumpliendo la profecía. Sorprende que este, hasta entonces, indómito pollino fue totalmente sumiso hacia Jesús, en contraste con tantos humanos de entonces y ahora, reacios a someterse a él, lo cual indica quién es más pollino en realidad. Pero sin duda el animal que destaca en la Biblia es el cordero, porque es la ilustración del carácter expiatorio de la muerte de Jesús, a quien se le denomina con ese nombre en muchas ocasiones.

Pero si los animales nos son propuestos tantas veces como ejemplos, eso significa que los seres humanos hemos caído de nuestra posición en el rango de las criaturas, porque nosotros fuimos dotados de facultades que ellos no tienen, siendo puestos por encima de ellos. ¿Cómo puede ser que lo inferior enseñe a lo superior, si no es porque lo superior se ha degradado? La razón de esa degradación es clara, estando en el embotamiento moral producido por el pecado anidado en el corazón, algo de lo que los animales no participan.

Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘Porque en vano se tenderá la red ante los ojos de toda ave; pero ellos a su propia sangre ponen asechanzas, y a sus almas tienden lazo. Tales son las sendas de todo el que es dado a la codicia, la cual quita la vida de sus poseedores.’ (Proverbios 1:17-19). El caso de un cazador poniendo su trampa delante de las aves que quiere atrapar es inconcebible, porque aunque son animales no son tontas, teniendo la suficiente precaución para tomar nota y no caer en el engaño. Quien piense que al no tener inteligencia no entenderán qué es lo que se está tramando contra ellas, las infravalora y no las conoce, estando la falta de inteligencia más bien del lado de quien así razona.

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Pero el contraste que el pasaje presenta es entre las aves alertadas por la fatídica red puesta ante sus ojos y el codicioso que la pone para su propia destrucción. Resulta sorprendente que alguien extienda una trampa contra sí mismo, no pareciendo que haya nadie tan torpe como para hacer tal. El mundo está lleno de trampas, que son colocadas sutilmente por unos para hacer caer a otros. Pero ¿quién va a colocarla para caer él mismo en ella? Es impensable  que alguien pueda hacer algo así. Y sin embargo, hay quienes fabrican encerronas para perderse a sí mismos, quienes idean maquinaciones para autodestruirse, quienes urden engaños de los cuales serán víctimas. Ser el autor de la propia conspiración es la apoteosis de la sandez. 

Las palabras ‘sangre’ y ‘alma’ son bien elocuentes en cuanto a la gravedad de la intriga y sus consecuencias, porque no acabará en un resultado más o menos soportable, sino siniestro en extremo, pues es nada menos que la propia vida lo que se destruye. Es llamativa la redundancia que hay en el texto original en la frase traducida ‘todo el que es dado a la codicia’, que sería ‘todo el que codicia la codicia’, lo cual da cuenta de hasta qué punto la codicia se ha hecho dueña de la persona, al ser la raíz y propósito de su conducta. Es decir, el codicioso parte de la codicia para codiciar, de modo que de principio a fin sus sendas están saturadas por ella.

Cuando el texto afirma ‘la cual quita la vida de sus poseedores’ se entiende que se refiere a arrebatarles la vida, pero también a apoderarse de ella. Las dos interpretaciones son verdaderas, porque el final de la codicia es el despojo, contrariamente a la esperada obtención, y también dicho final es la apropiación de la persona del codicioso. En todo caso, qué terrible remuneración. Ciertamente, cualquier animal es más inteligente que el codicioso.

Por eso y por la multitud de facetas que la codicia tiene, ¡qué vigilancia he de tener para no ser destruido por ella!