El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El proceso por el que alguien se despeña se inicia en el corazón, con un deseo desviado al que se acoge y alimenta, que termina por convertirse en una obsesión abrumadora de la que no se puede escapar.
Aprendamos a vivir con el necesario contentamiento con lo que tenemos, confiando el día a día a nuestro Dios para el sustento y el abrigo.
La mayoría pone su esperanza en aquello material que pueda conseguir. Pero ¿qué hay en nuestro corazón? Jesús señala el problema de la idolatría al dinero, la avaricia y la codicia en el sermón de la montaña, siendo temas muy presentes en la música y el cine contemporáneo.
La historia está llena de ejemplos que indican que sin la ley y el respeto a la misma, estaríamos a favor de lo peor que se pueda dar en el género humano. Y todo a causa de la codicia.
El animal que destaca en la Biblia es el cordero, porque es la ilustración del carácter expiatorio de la muerte de Jesús, a quien se le denomina con ese nombre en muchas ocasiones.
Ser codicioso trae ruina porque es idolatría, y en consecuencia, excluye del Reino de Dios.
Hay un Acán dentro de cada uno de nosotros, cuya codicia no duda, para satisfacer sus deseos, en transgredir las claras normas que han sido dadas.
El resultado de esa codicia es la muerte de la estimación propia de la persona abusada, de su dignidad, de su confianza, de su seguridad, de su futuro, de su felicidad.
Como la codicia sexual es un asunto del corazón, no tiene solución, a menos que el corazón sea cambiado.
No codiciarás... nada que sea de tu prójimo (Ex 20:17).
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