El tweet de Dios sobre lo limpio que es sucio

Vivo en un barrio donde al andar por determinadas calles es preciso ir mirando constantemente al suelo, para no pisar alguno de los numerosos excrementos de perros que hay diseminados por aquí y por allá. Además de tales excrementos se acumulan papeles y otros residuos, siendo alrededor de los contenedores de basura donde el espectáculo adquiere dimensiones grotescas y extravagantes. Sin embargo, al caminar por otros lugares de mi ciudad, constato que no es igual en todas partes, porque la limpieza y el orden presiden la escena, produciendo un sentimiento totalmente diferente.

Pero como yo me he acostumbrado a vivir entre basura y he llegado a la conclusión de que la basura es maravillosa, porque los excrementos son atractivos, los papeles y residuos tirados por todos lados son un bello espectáculo y los desperdicios puestos donde no deben estar inspiran mi sentido estético, quiero que la realidad en la que vivo sea extensiva a todos y que todos piensen como pienso yo, amando la basura y deleitándose en ella. Es evidente que para conseguir mi propósito tengo que implantar en la mente de los demás mi manera de ver la basura, lo cual es muy difícil. Pero como resulta que ya hay algunos que piensan lo mismo que yo y además tengo mucha influencia en todos los medios de comunicación, haré que tales medios comiencen a difundir mi ideología, que se denominará basurofilia. Para ello, en las series más populares de la televisión se comenzarán a introducir encantadores personajes que tendrán el papel de basurófilos, cuyo objetivo será difundir las bondades de vivir entre basura. Además, en tales series aparecerán otros personajes que son contrarios a la basurofilia, a los cuales los guionistas les habrán preparado papeles en los que sobresalga su antipatía y odiosidad. Naturalmente, también en los informativos, documentales, películas, debates y todo tipo de entretenimiento se comenzarán a difundir las nuevas ideas, que irán calando en los corazones y cambiando la mentalidad que hasta ahora se había tenido sobre la basura.

Como es de esperar que haya gente que sea refractaria a la nueva realidad, se inventará un término denigratorio para calificarlos, que será el de basurófobos, a los que no habrá que dar cuartel, siendo imprescindible arrinconarlos y señalarlos como gente estrecha de miras, intolerante y peligrosa. La guerra en su contra será total, hasta reducirlos al pensamiento basurófilo o convertirlos en una minoría basurófoba, rechazada por todos.

Al ser ya la basurofilia la ideología homogeneizada, habrá llegado a los principales puestos de poder, donde cualquiera que aspire a algún cargo de importancia será o un entusiasta basurófilo o por lo menos no se atreverá a decir nada que contravenga las tesis de la nueva realidad. Si todavía hay países que, empecinadamente, se resisten a aceptar la nueva realidad, me veré obligado a tomar medidas más contundentes contra ellos y para ello emplearé la presión económica. Como dispongo de los recursos financieros de los que tales países necesitan echar mano, no les concederé ayudas, ni fondos, ni subvenciones, ni préstamos, a menos que cedan en su cerril actitud y admitan las excelencias de la basurofilia. Con este chantaje, asfixiándolos económicamente, acabarán por rendirse.

Y así será cómo lo que parecía imposible de concebir, que vivir rodeado de basura es muy saludable, se habrá hecho realidad. ¡Qué aromas más gratos los efluvios de los excrementos! ¡Qué visión más estimulante la de los desechos esparcidos! ¡Qué idílico panorama el de las calles saturadas de porquería!

Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘Hay generación limpia en su propia opinión, si bien no se ha limpiado de su inmundicia.’ (Proverbios 30:12). Existen en la Biblia algunos binomios antitéticos, como son lo bueno y lo malo, lo prudente y lo necio o lo justo y lo injusto; pero hay otro que es lo limpio y lo sucio. Pues bien, de lo que se trata hoy en día es de equiparar lo limpio y lo sucio, borrando la diferencia que hay entre ambas cosas, en aras de la igualdad. Lejos de creer que lo limpio es incompatible con lo sucio, la consigna es que lo sucio es tan digno como lo limpio, aparte de que se perdería la riqueza de la diversidad si solamente se considerara lo limpio y no también lo sucio. 

Este texto habla de una generación que, en su propia opinión, y ahí es donde está el auto-engaño, se juzga a sí misma limpia. Porque juzgarse a uno mismo necesariamente supone un juicio torcido ya de antemano, es decir, un pre-juicio, porque nadie se va a aplicar a sí mismo una norma que le perjudique. Por tanto, ese juicio o apreciación ya nace abortado. Pero el tweet sigue diciendo que tal generación, en realidad, no se ha limpiado de su inmundicia. En vez de recurrir a la palabra común en la Biblia para inmundo, el texto echa mano de otra más rara, que es literalmente excremento. Pues bien, esta generación llama al excremento que lleva adherido, limpieza.

Sí, la batalla de nuestro tiempo estriba en retener la radical diferencia que hay entre lo limpio y lo sucio, si no queremos que el aluvión de excrementos nos ahogue y sepulte. Porque cuando lo limpio y lo sucio se mezclan, es lo limpio lo que pierde su naturaleza.