Es posible que la experiencia que ha tenido Europa con el Evangelio, no solo haya sido un tanto mutilada en cuanto a los valores del Reino, sino que, quizás, también se le podría llamar un tanto inhumana.
Europa, viejo continente. Dicen que está cimentado sobre la esencias del cristianismo. Sin embargo, hemos de confesar que los parámetros de vida europeos cegados por la opulencia material, espiritualmente ciega ante los valores del Reino, son lo que la lleva a olvidar las clases excluidas de los bienes del planeta tierra, tanto en su seno como en todo el ámbito mundial, valorando la riqueza como prestigio y dando la espalda al dolor de los empobrecidos y desclasados.
En Europa no se siguen los valores del Reino, de buscar justicia para los débiles y de ejercer la misericordia. Europa, quizás como Estados Unidos y el mundo rico, no muestra, para nada, estar cimentada en los valores cristianos. Éstos para ella, son algo añejo que, como mucho, los tiene guardados en el baúl de los recuerdos o, en su caso, lanzados a los basureros de la historia. Hoy cuesta trabajo afirmar que Europa es un continente cristiano, aunque así, quizás solo de nombre, se la quiera bautizar.
Yo creo que se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que en Europa no se sigue el ejemplo del Maestro cuyo aliento, estilo de vida, prioridad y corazón, late siempre situándose del lado de los empobrecidos de la historia. Europa, en general, olvida las clases oprimidas del mundo. Sus teólogos se sitúan en teologías que nos dirigen más a una aceptación doctrinal, intelectual de Dios, pero poco comprometida con la idea de que el amor a Dios y al prójimo deben estar en relación de semejanza. Esa idea no late en el corazón de Europa, que intenta vivir en lo que llamamos una sociedad de consumo que da la espalda al prójimo sufriente, al desclasado, al empobrecido, sufriente o hambriento.
Los religiosos europeos estarían más en línea de la búsqueda en las iglesias de ciertos goces espirituales insolidarios, bendiciones que pueden ser incluso económicas, reputaciones y prestigios, mientras miran al cielo con un olvido total del prójimo sufriente. Se ponen bajo mantos negros los valores cristianos que, en el fondo, se hacen invisibles. El mandato de Jesús de dar acogida preferente a los últimos, a los empobrecidos del sistema, a la práctica de la misericordia, la búsqueda de justicia y la condena de las malditas acumulaciones insolidarias que empobrecen a más de media humanidad, son valores exculturados del cristianismo europeo.
En Europa puede haber despojados, excluidos, humillados y ofendidos que son invisibles a los ojos de millones y millones de llamados cristianos. En Europa no se ha hecho teología desde los empobrecidos de la historia, desde los humillados del sistema, desde los despojados por las malditas estructuras económicas de poder que roban tanto dignidades como las posesiones de los pobres de la tierra. No, la forma de presentar el Evangelio en Europa no sigue los parámetros del Jesús, no se adecúa a los valores del Reino que irrumpen en nuestra historia con la venida de Jesús al mundo.
Yo creo que se podría afirmar que Europa no es un modelo de espacio cristiano. Si se evangeliza, se hace desde los posicionamientos de los ricos, olvidando que Jesús dio un vuelco a todos estos métodos, situándose en una evangelización desde los pobres, los desclasados, los ignorantes y los sencillos, para desde allí dirigirse a los religiosos y al pueblo en general con un mensaje de liberación, de restauración y de acogida comenzando por los más débiles y oprimidos. Por los despreciados y acusados como pecadores. Falta el compromiso religioso con los pobres, la búsqueda de la justicia y la práctica de la misericordia.
Es posible que la experiencia que ha tenido Europa con el Evangelio, quizás al igual que todo el resto del mundo rico, no solo haya sido un tanto mutilada en cuanto a los valores del Reino, sino que, quizás, también se le podría llamar un tanto inhumana. No se ha comprometido siguiendo la radicalidad de Jesús con un mundo más justo, con una distribución de los bienes más igualitaria como corresponde a las líneas del Evangelio, más digno devolviendo la dignidad a los proscritos y acogiendo a los excluidos y, finalmente, más humano, aunque Jesús fue muy humano, tremendamente humano en todos los sentidos. No basta con que Europa hable de los Derechos Humanos o, si se quiere, de los Derechos de los Pobres. No se trata de una asunción intelectual de todo esto, sino de compromiso cristiano práctico que el mundo cristiano debería tener para la eliminación de la pobreza en el mundo y la práctica del amor al prójimo.
Vosotros, pues, juzgaréis si a Europa se le puede llamar cristiana, si vivimos en una Europa en donde los valores cristianos sean asumidos no como doctrina, sino como vida, como forma de vivir y estar en el mundo.
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