Esta volatilidad que en realidad tiene lo que en apariencia se presenta como imponente, debiera hacernos reflexionar sobre lo que verdaderamente es creíble.
La superabundancia de mensajes y palabras en nuestro tiempo no tiene parangón en la historia de la humanidad, porque nunca como ahora existió la posibilidad de que cualquiera, en cualquier parte del mundo, pueda poner sus ideas fácilmente al alcance de los demás. Si la imprenta marcó un antes y un después en la difusión del pensamiento, la tecnología moderna ha multiplicado casi hasta el infinito esa capacidad difusora. Lo cual no quiere decir que la cantidad vaya acompañada de calidad, porque a mayor cuantía más posibilidad hay de que entre lo difundido lo mediocre y trivial sea lo mayoritario.
Una de las señales de una obra de calidad es que resiste el paso del tiempo, el cual con sus vaivenes y cambios se encarga de poner a cada uno en su sitio y lo que parecía, en un momento dado, ser notable, se marchita y queda en nada, porque no ha podido aguantar la criba implacable que el tiempo ejerce. Es por eso que de la mayor parte de lo que se publica hoy, no quedará nada mañana, porque habrá ido a parar a la papelera. Esta volatilidad que en realidad tiene lo que en apariencia se presenta como imponente, debiera hacernos reflexionar sobre lo que verdaderamente es creíble, no sea que estemos siguiendo o creyendo a algo o a alguien que, después de todo, no es más que mera hojarasca, sin contenido alguno.
Si el cura y el barbero hicieron una purga en la librería de Don Quijote, salvando de la quema solo unos pocos ejemplares que merecían conservarse, me pregunto cuánto quedará de la cada vez más gigantesca librería digital y virtual, en la que abundan descabellados y desatinados discursos, que, en su comparación, hacen que aquellos libros de caballerías, que volvieron loco a Don Quijote, sean lo más sensato, verdadero y razonable que pueda haber.
Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘Toda palabra de Dios es limpia; él es escudo a los que en él esperan.’ (Proverbios 30:5). Hay dos enunciados en el texto bien diferenciados, tanto que parece no haber relación entre ambos. Pero la hay. Pero vamos por partes. En primer lugar, afirma que hay un discurso que es de Dios, consistente en todo lo que Dios dice, calificándolo con el vocablo limpio. Pero la palabra que se ha traducido como limpio significa lo que ha pasado por el fuego y lo ha resistido, es decir lo que está refinado, al igual que ciertos metales cuando eran puestos en el crisol. Pues bien, todo lo que Dios dice, cada palabra suya, ha sido sometido a prueba, reteniendo toda su pureza y calidad intactas. Al tener esta cualidad, quiere decir que está en contraste con el discurso humano, en el que la mezcolanza de invenciones e ideas, el amasijo de teorías, especulaciones y opiniones, es su cualidad esencial y cuando se somete a la prueba de fuego, el resultado es que hay mucha escoria que formaba parte del mismo.
Si lo que Dios dice ya nace purificado, significa que es totalmente creíble, que se puede confiar en ello; que el paso del tiempo no ejerce un efecto corrosivo y degradante en su discurso, porque el mismo tiempo, con todas sus oscilaciones, está sujeto a lo que él dice. De manera que alguien que vivió hace 4.000 años pudo descansar y esperar confiadamente en su palabra, tal como podemos hacer nosotros hoy, porque la calidad de tal palabra sigue siendo la misma, ahora como entonces.
La segunda parte del tweet afirma que Dios es escudo, es decir, protección. El escudo era el arma defensiva que el soldado llevaba y que hasta el día de hoy las fuerzas de seguridad emplean en manifestaciones que pueden ser violentas. La falta de escudo deja expuesta y vulnerable a la persona, mientras que el uso del mismo le otorga seguridad frente a los ataques del adversario. Para la mente no regenerada es una locura esperar defensa de quien es invisible, porque un escudo que no se ve es lo mismo que un escudo que no existe; pero la mente regenerada sabe, por experiencia propia, que el invisible Dios es su defensor y escudo por excelencia.
Esa segunda parte del tweet sigue afirmando que Dios es escudo a los que en él esperan, aunque una traducción más literal diría a los que en él se refugian. Pero es válido también decir que Dios es refugio a los que en él esperan, porque los que buscan refugio en él, lo hacen porque esperan hallarlo. Saber esperar es una de las actitudes más anómalas en nuestro tiempo, porque todo se quiere ahora, ya, instantáneamente. Esperar se considera una pérdida de tiempo, de manera que todo lo que requiera aguardar es abandonado. Por eso hay tantos que no alcanzan lo más precioso, porque exige espera. Hay muy pocos esperadores hoy, siendo legión los que se cansan enseguida.
Pero ¿qué tiene que ver la primera parte del tweet con la segunda? Mucho, porque si la primera parte es una declaración, la segunda es una promesa, siendo ésta resultado de aquella. Como en Dios hay un acuerdo entre discurso y carácter, la confiabilidad en el primero está en consonancia con la confiabilidad en el segundo. Por eso, que todo lo que Dios dice sea limpio, garantiza que sea escudo a los que en él esperan.
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