Si es razonable aceptar unos mandamientos ¿no será más razonable aceptar los otros Mandamientos? Si en unos nos va la salud y la vida, en los otros nos va también la salud y la vida, pero en una dimensión infinitamente mayor.
Hasta hace poco todo lo que tuviera que ver con mandato, que tiene que ver con prohibición, resultaba sospechoso, por sus asociaciones con ideologías totalitarias, que coartan la libertad y los derechos humanos. ¿Podía haber una palabra más antipática que el prohibitivo mandato? Se trataba de un vocablo que nos retrotraía a tiempos pretéritos, en el que palabras como autoridad y obediencia marcaban nuestra existencia. Pero esos tiempos quedaron felizmente superados, porque ahora vivíamos en la era en el que cada cual podía hacer de su capa un sayo y nadie podía inmiscuirse en lo que a uno se le antojara hacer. ¡Faltaría más!
Pero la aparición de una pandemia ha sido suficiente para dar un vuelco a la mentalidad anti-mandato que era tan venerada, hasta el punto de que ahora el mandato prohibitivo es razonable, necesario y bueno, porque de no guardarlo está en juego la salud y hasta la vida. Y los que mantienen una mentalidad anti-mandato hacia el estado de cosas actual son irresponsables y no sólo ponen en juego la vida propia sino la de los demás. De manera que el denostado mandato prohibitivo de ayer ha pasado a ser el ineludible mandato prohibitivo de hoy y la actitud de ir por la vida esgrimiendo la libertad individual como bandera suprema de filosofía de vida y transgrediendo todo lo que haya que transgredir, que antes era la bandera mayoritaria, se ha convertido, de la noche a la mañana, en repudiable y odiosa señal de independencia. ¡Cómo cambian las cosas! Y todo ello porque ha hecho acto de presencia un peligroso y hostil intruso al que no se le ha invitado, con el resultado de que así como nosotros dimos rienda suelta a todos nuestros deseos, este intruso ha dado rienda suelta a su letal acción, recortando y anulando lo que nos era excelso y convirtiéndonos en personas sumisas y entregadas. ¡Quién nos lo iba a decir!
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Por tanto, la lección es clara: hay situaciones en las que hay que sacrificar incluso lo más valioso, a fin de conservar lo más necesario. Me temo que esta regla le va a hacer muy fácil la tarea al Anticristo cuando llegue.
Pero si había una palabra que era detestable, hermana de mandato, era mandamiento, sobre todo si mandamiento se escribía con mayúscula, es decir, si tenía que ver con los Diez Mandamientos. Entonces el rechazo subía de tono y se convertía en verdadero rebote de aborrecimiento, porque esos Mandamientos procedían de Dios, quien, en su intento de mandar sobre nuestras vidas, restringía nuestra libertad y derechos, lo cual era inadmisible desde todo punto de vista. ¿Cómo íbamos a aceptar que el Decálogo que Moisés entregó al pueblo de Israel gobernara nuestras vidas, si nosotros sabíamos muy bien cómo había que gobernarlas? ¿Cómo íbamos a permitir que unos mandamientos prohibitivos de hace 3.500 años nos encajonaran y nos convirtieran en seres sin autonomía? Eso era lo último, qué digo lo último, lo que jamás estaríamos dispuestos a hacer. Además, las iglesias, esas instituciones carcas y arcaicas, eran las defensoras de esos Diez Mandamientos prohibitivos. En nombre de la mentalidad moderna había que sacudirse su yugo.
Pero ahora vemos en escena que los mismos que tan firmemente se oponían a los Mandamientos, aceptan sin rechistar mandamientos prohibitivos. Pero si razonable es aceptar esos mandamientos ¿no será más razonable aceptar los otros Mandamientos? Si en unos nos va la salud y la vida, en los otros nos va también la salud y la vida, pero en una dimensión infinitamente mayor. Si se aceptan los mandamientos de los hombres, a los que se denomina expertos, que andan a tientas y cambian de criterio cada dos por tres, ¿será mucho considerar los Mandamientos de Dios? ¿O los expertos de este mundo tienen más sabiduría que quien hizo este mundo? ¿Haremos caso de los primeros y nos desentenderemos de Aquel que es la Vida?
Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘El que guarda el mandamiento guarda su alma; mas el que menosprecia sus caminos morirá.’ (Proverbios 19:16). Aquí tenemos que hay una correspondencia entre guardar el mandamiento y guardar el alma. La palabra alma es sinónimo de vida, de persona, de manera que quien guarda el mandamiento guarda su vida o guarda su persona. Se trata de un principio básico, que esta pandemia nos ha obligado a tener en cuenta, pero cuya vigencia tiene un alcance mucho mayor que el de una situación particular determinada. Es un principio que se aplica a todos los órdenes de la existencia, en tanto estamos aquí abajo, independientemente de si andamos en adversidad o prosperidad. Si el obediente al mandamiento prohibitivo es benevolente consigo mismo, cuánto más el obediente al Mandamiento no va a ser benevolente consigo mismo.
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Pero el tweet tiene una segunda parte, en la que expone lo que le sucederá al que menosprecia el mandamiento. El desobediente al mandamiento es malevolente consigo mismo. Cuánto más el desobediente al Mandamiento no va a ser malevolente consigo mismo. ¿Puede ser alguien malevolente consigo mismo? Claro que sí. Hay un número muy alto, del que forman parte todos aquellos que se empeñan obstinadamente en menospreciar el Mandamiento, siendo su paso por esta vida, si no hay arrepentimiento, la crónica de una muerte anunciada.
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