Necesitamos que los gobiernos y los organismos internacionales hagan de la protección de las minorías religiosas perseguidas por su fe una prioridad política.
La persecución religiosa en todo el mundo está en aumento, perpetrada por tanto por estados como por actores no estatales.[1] Las atrocidades, como los asesinatos en masa, el abuso físico, la violación y la violencia sexual, los secuestros y las extorsiones, se cometen contra personas de fe porque expresan sus creencias religiosas, manifiestan sus creencias religiosas en público o simplemente porque pertenecen a un grupo religioso o se identifican con él.[2]
Este artículo se centra en el caso de las atrocidades cometidas por el Estado Islámico (Dáesh) contra las minorías religiosas en Irak y Siria, considerando la naturaleza de las atrocidades, el estado actual de las diferentes medidas que se han tomado en respuesta, y qué otras medidas en el ámbito legal y político son necesarias para abordar el problema de la persecución religiosa.
El genocidio del Dáesh contra las minorías religiosas en Irak y Siria
Algunos de los ejemplos recientes más patentes de persecución religiosa son las atrocidades masivas cometidas por el Dáesh, uno de los grupos terroristas más violentos del mundo. El Dáesh se hizo especialmente notorio por sus métodos de asesinatos que incluían quemar a personas vivas en jaulas, decapitarlas o arrojarlas desde edificios altos para castigar a cualquiera que se opusiera a su gobierno.
Sin embargo, el Dáesh se hizo aún más tristemente célebre por sus barbaridades genocidas perpetradas contra minorías religiosas en Irak y Siria, y específicamente contra las minorías yazidíes y cristianas. Estas atrocidades difieren de las cometidas contra la población general de Irak y Siria. La principal diferencia es que, en su intento de establecer un estado puramente islámico, el Dáesh apuntaba a la erradicación de estos grupos minoritarios.
Como lo confirma la resolución 2379 del Consejo de Seguridad de la ONU, el Dáesh ha cometido delitos que incluyen “el asesinato, el secuestro, la toma de rehenes, los ataques suicidas con bombas, la esclavitud, la venta para contraer matrimonio o cualquier otra forma de matrimonio forzado, la trata de personas, la violación, la esclavitud sexual y otras formas de violencia sexual, el reclutamiento y la utilización de niños y los ataques contra infraestructuras vitales, así como la destrucción del patrimonio cultural, incluidos los yacimientos arqueológicos, y el tráfico de bienes culturales”. Aún falta establecer el alcance real de las atrocidades, mientras siguen apareciendo fosas comunes.
Estas barbaridades contra las minorías religiosas se cometieron con la intención específica de destruir a los grupos en su totalidad o en parte. Las religiones minoritarias no tenían lugar bajo el dominio salvaje del Dáesh. Esto se desprende claramente de la propaganda del Dáesh que llama a matar a los “infieles”, incluida la que aparece en su revista Dabiq, pero también puede inferirse de la naturaleza de las atrocidades mismas.
La respuesta a la fecha
Los actos salvajes cometidos por el Dáesh, tanto contra las minorías religiosas que pretende erradicar como contra las poblaciones de Irak y Siria en general, requerían una respuesta urgente. Ya se han tomado algunas medidas, pero aún no se han aplicado completamente. Incluye medidas para detener las atrocidades, ayudar a los sobrevivientes y llevar a los responsables ante la justicia.
Detener las atrocidades
Global Coalition against Daesh (Coalición Mundial contra el Dáesh),[3]formada por más de 78 miembros de todo el mundo, realizó una serie de ataques contra las facciones del Dáesh en Irak y Siria. A pesar del esfuerzo conjunto, tomó más de dos años recuperar la mayor parte de los territorios del Dáesh en Irak. Aunque el gobierno iraquí anunció que la lucha contra el Dáesh en Irak había terminado y el presidente estadounidense Donald Trump ha hecho una afirmación similar con relación a Siria, los restos del Dáesh permanecen activos en ambos países. Además, la situación en Siria es más compleja, complicada por la guerra civil en curso que socava el combate efectivo contra el Dáesh.
A pesar de los éxitos, incluso cuando todas las facciones del Dáesh sean derrotadas, su ideología no desaparecerá. Será necesario hacer más para neutralizarla a fin de garantizar que no se repitan atrocidades similares en el futuro cuando las condiciones lo permitan.
Ayudar a los sobrevivientes
Los sobrevivientes de las barbaridades del Dáesh requieren un amplio abanico de asistencia para hacer frente a sus necesidades a corto y largo plazo, incluida la asistencia médica, la asistencia humanitaria y la ayuda con viviendas, empresas e infraestructura en las regiones destruidas por ellos.[4]
Dos años y medio después de la liberación de algunas de las regiones anteriormente controladas por el Dáesh, algunas casas ya se han reconstruido, lo que permite el regreso de sus legítimos propietarios. El Comité de Reconstrucción de Nínive estima que, a enero de 2018, aproximadamente 9.060 familias cristianas iraquíes (41.016 personas) ya habían regresado a la Llanura de Nínive. Esto constituye más de un tercio de la población de la Llanura de Nínive antes de 2014. Mientras más rápido estén funcionando las ciudades y aldeas, más pronto las personas comenzarán a regresar a sus hogares y así preservarán la existencia de los grupos minoritarios en la región. Esto aliviaría la presión en otras áreas y países que, en los últimos años, han recibido a miles de desplazados internos o refugiados.
Llevar a los responsables ante la justicia
Asegurar que los combatientes del Dáesh sean llevados ante la justicia es un paso crucial, pero que aún está lejos de lograrse:
Con más de 5.000 combatientes extranjeros del Dáesh procedentes de Europa (3.700 del Reino Unido, Bélgica, Francia y Alemania solamente), existe un grave riesgo para la paz y la seguridad internacionales. La respuesta a los combatientes extranjeros del Dáesh que regresan debería ser una prioridad de la estrategia antiterrorista de los estados, pero sigue siendo motivo de gran preocupación.
A pesar del creciente consenso entre las instituciones internacionales y los estados en que el Dáesh cometió genocidio y crímenes de lesa humanidad, ni un solo combatiente del Dáesh ha sido acusado de genocidio o crímenes de lesa humanidad. La justicia no se logrará si continuamos minimizando el nivel de las atrocidades. Dada la gravedad, la escala y la naturaleza sistemática de los crímenes cometidos por los combatientes del Dáesh, deberían ser procesados por su papel en el genocidio, los crímenes de lesa humanidad y los crímenes de guerra, tanto en tribunales nacionales como internacionales.
Dado que los crímenes perpetrados por el Dáesh no se limitaron a Irak y Siria, sino que se extendieron a otros países árabes y también a Europa, la comunidad internacional debe participar plenamente para garantizar que se alcance la justicia. En última instancia, el Dáesh obtuvo el apoyo de decenas de miles de personas que vinieron de todas partes del mundo. Por lo tanto, la comunidad internacional debe trabajar con Irak y Siria para abordar estos problemas de manera conjunta. El precedente sentado por la respuesta internacional a las atrocidades masivas anteriores proporcionaría opciones viables para avanzar en el enjuiciamiento de los combatientes del Dáesh. Por ejemplo, una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas podría permitir a la Corte Penal Internacional llevar a cabo estos procesos (como ha hecho en relación con Darfur y Libia) o establecer un tribunal ad hoc (como ha hecho en relación con Ruanda y Bosnia).
Además, debemos dar prioridad a las víctimas y sobrevivientes. Necesitamos asegurarnos de que puedan participar plenamente en cualquier proceso penal iniciado contra los combatientes del Dáesh. Debemos garantizar que tengan su “día en la corte” y la oportunidad de contar sus historias. Esto debe suceder tanto a nivel nacional como internacional. Su participación en el proceso es clave. Sus historias son parte de la historia más amplia de cómo el Dáesh perpetró el “crimen de crímenes” en Irak y Siria. Su plena participación también contribuirá al proceso de reconciliación y perdón que es esencial para construir un futuro mejor para los sobrevivientes y las generaciones venideras.[5]
Lo que hay que hacer
Además de los pasos ya mencionados, se debe hacer más para ayudar a las personas perseguidas por su fe. Para garantizar el futuro de las minorías religiosas, especialmente después de los conflictos, es crucial que se establezcan y apliquen mecanismos legales adecuados que les permitan permanecer en sus regiones y vivir de acuerdo con sus creencias religiosas:
El año pasado, junto con Aid to the Church in Need (ACN) (https://acnuk.org), propuse que esta tarea podría verse facilitada por el establecimiento de un nuevo Enviado Especial sobre la Libertad de Religión o de Creencias o un Enviado Especial sobre Cuestiones de las Minorías iraquí. El mandato podría seguir el modelo de la oficina del Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la Libertad de Religión o de Creencias o el Relator Especial de las Naciones Unidas sobre Cuestiones de las Minorías, aunque con un enfoque geográfico mucho más reducido, limitado a Irak. El Enviado Especial podría preparar informes anuales sobre la situación de los cristianos (y otras minorías religiosas) en Irak, la aplicación de mecanismos de protección y seguridad, y los progresos realizados para garantizar la plena integración de los cristianos iraquíes en la sociedad.
Implicaciones
La persecución religiosa es un problema que afecta a demasiadas personas en demasiadas partes del mundo. Es algo que continuará o incluso se intensificará si continuamos mirando hacia otro lado, si damos solo pasos simbólicos, si actuamos demasiado tarde o no actuamos en absoluto. Las recientes atrocidades masivas perpetradas por el Dáesh contra minorías religiosas en Irak y Siria muestran lo que puede suceder cuando no actuamos. Esa inacción ya no puede justificarse a la luz de tales barbaridades y a la luz del sufrimiento de los grupos religiosos vulnerables. Es crucial que todos nosotros involucremos a políticos y diplomáticos para que influyan en la política exterior de nuestros gobiernos de modo que tomen medidas proactivas para proteger a las poblaciones vulnerables y no se limiten a hacer promesas vacías.
La situación de las minorías religiosas perseguidas por el Dáesh, o por cualquier otro grupo terrorista que pueda surgir en el futuro, también requiere una respuesta unida. Los líderes evangélicos podrían desempeñar un papel importante en la unión de la iglesia en un propósito para proteger a las minorías religiosas que enfrentan el riesgo de ser eliminadas del tejido social de Oriente Próximo. Esto no solo significa unir a las comunidades religiosas u organizaciones no gubernamentales, sino que también incluye a los gobiernos y las instituciones internacionales.
Necesitamos que los gobiernos y los organismos internacionales hagan de la protección de las minorías religiosas perseguidas por su fe una prioridad política. Varias ONG abogan en instancias nacionales e internacionales a favor de las comunidades perseguidas, como ACN, CSW y Yazda.[6] Cualquiera puede apoyar a estas organizaciones y contribuir así al esfuerzo por preservar la presencia de las comunidades en peligro de extinción en la región.
Para alentar este proceso, he estado abogando por la creación de un Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas y Sobrevivientes de la Persecución Religiosa, el 3 de agosto, el día en el año 2014 cuando el Dáesh atacó a yazidíes en Sinyar, antes de atacar a minorías cristianas en la Llanura de Nínive. Varias ONG (incluidas ACN, CSW y Yazda) respaldaron la iniciativa y una treintena de parlamentarios británicos apoyaron una moción urgente en el parlamento para promover la iniciativa.[7] La propuesta también se incluyó en el Plan de Acción Potomac de julio de 2018 del gobierno de los Estados Unidos.[8]
Este día internacional podría usarse para introducir planes de acción destinados a garantizar el futuro de las minorías religiosas perseguidas por su fe. No obstante, antes de que esto suceda, es crucial involucrar a actores estatales y no estatales en apoyo de esta propuesta. La unidad de propósito es clave, y todos tenemos un papel que desempeñar en esto.
Notas
La conmemoración de la Reforma, las tensiones en torno a la interpretación bíblica de la sexualidad o el crecimiento de las iglesias en Asia o África son algunos de los temas de la década que analizamos.
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