El Reino de Dios está allí donde no se comparte sólo la Palabra, sino el pan.
En el milagro que hizo Jesús de la multiplicación de los panes y los peces, aparecen claramente diseñadas dos formas de ver la vida, dos tipos de lógica que separaban en ese momento a Jesús y a sus discípulos. Los discípulos tenían la lógica del mercado cuando ante las multitudes hambrientas dijeron al Maestro: “Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y compren pan...”. Jesús no puede aceptar ese tipo de lógica humana un tanto egoísta, y marca lo que pude ser la lógica del Reino: “Dadles vosotros de comer”. ¿En qué tipo de lógica se sitúa la iglesia hoy?
Es verdad que los cristianos de hoy, fundamentalmente los evangélicos, son muy dados y están muy dispuestos a compartir la Palabra, cosa loable, pero ¿tenemos también esa disponibilidad para aplicar la lógica del Reino frente a la lógica del mercado?
Los discípulos habían estado tranquilos y contentos ante el compartir de la palabra de Jesús. Ningún problema, pero llegaba el momento en el que las multitudes estaban cansadas y tenían hambre. En ese momento, la lógica que habían tenido de compartir la palabra, no es aplicable a la del compartir el pan. Le dicen a Jesús: Despídelos. Diles que se vayan a los mercados a buscar pan y algo con lo que alimentar sus cuerpos. Nosotros ya hemos alimentado sus almas.
Jesús les enseña algo importante: Los que le siguen no están solamente para compartir la Palabra, cosa importante, no están sólo para hacer verbalizaciones bonitas e interesantes del mensaje. Al comunicar la Palabra, adquirimos con las multitudes otras responsabilidades, máxime si están hambrientas. Hay que compartir también el pan, llenar los estómagos vacíos, calmar el hambre física o cualquier otro tipo de necesidad vital: “Dadles vosotros de comer”.
Jesús arrasa de sus mentes el verbo comprar, y lo sustituye por el verbo compartir. Es el cambio de mente que han de tener los creyentes y seguidores de Jesús: No usar la lógica del mercado despidiendo a la gente después de comunicar la Palabra, no enviarlos a los mercados para que intenten calmar su hambre física, sino que les enseña la lógica del Reino introduciéndoles en la idea de que lo que tenemos, lo que Dios nos da, no nos pertenece sólo a nosotros. Hay que compartirlo. Es necesario compartir la Palabra, pero también es necesario compartir el pan. Si no, estamos fuera de la lógica del Reino.
En el “ya” del Reino es más adecuado el verbo compartir que el verbo comprar. No enviéis a las multitudes hambrientas a que se esparzan por los caminos buscando el mercadeo del pan. Intentad el milagro compartiendo hasta que os duela. En el ámbito del Reino que irrumpe en nuestra historia con la figura de Jesús, el verbo comprar no cabe en su lógica. La lógica del Reino nos dice: Da, comparte, acoge, no despidas a las gentes cansadas o hambrientas.
¿En qué lógica vive el cristiano y la iglesia hoy? ¿Aprendemos fundamentalmente a compartir la Palabra? Pues otra pregunta clave: ¿Hacemos continuamente pedagogía sobre la lógica del Reino? No es nada fácil. Quizás porque los cristianos hoy vivimos inmersos en la lógica mercantilista de este mundo. Perdemos así la dimensión horizontal del cristianismo, la dimensión de la projimidad. Seguimos pensando que cada uno debe ser responsable de comprar sus cosas, y damos golpecitos en el hombro diciendo que se esparzan por los caminos que Dios les ayudará.
¿Qué pasaría si Jesús hoy preguntara a una congregación reunida en alabanza y en el compartir de la Palabra que cuántos panes tienen entre todos? ¿Causaría extrañeza? ¿Estamos acostumbrados a este tipo de lógica cristiana de poner a disposición de todos, fundamentalmente de los hambrientos y necesitados, aquello que tenemos? ¿Es fácil cambiar nuestra lógica mercantilista por una lógica de la solidaridad cristiana? Quizás no nos gusta que nos pregunten, en relación con el prójimo sufriente, que cuánto tenemos. Nos asustaría el que nos dijeran: ¿Cuánto tenéis?
El Reino de Dios está allí donde no se comparte sólo la Palabra, sino el pan. ¡Cuánta necesidad tiene el mundo de que se ponga en práctica la lógica del Reino ante más de mil millones de hambrientos y las tres cuartas partes del mundo en pobreza en mayor o menor grado hasta llegar a la pobreza severa y el hambre! Por tanto, la lógica del Reino ya no es la lógica del poder económico que todo lo puede comprar. Se trata de una lógica cristiana que no se basa en el destacar ni en el tener dinero o poder, sino en tener capacidad de compartir y de servir. Y que nadie se atreva a decir que quiere seguir a Jesús fuera de estas líneas.
El agente del Reino, el seguidor de Jesús, debe saber que lo que tiene no es poco, la iglesia debe saber que lo que posee es mucho, pero, si pensáramos que aún no es suficiente para alimentar a tal tipo de multitudes en el mundo, tenemos que pedir al Señor que se haga el milagro. Rogar por el milagro, sí, pero siempre que hayamos puesto todo en sus manos todo lo que tenemos en un acto de entrega, de compartir y de aligerar nuestros bolsillos y nuestras posesiones para quedar preparados y listos para el seguimiento al Maestro.
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