Nosotros los cristianos tenemos mucho que ofrecer en la situación de post-conflicto cuando esta llegue finalmente en Colombia.
Recientemente he vuelto de un viaje de 3 semanas a Colombia, un país que quiero mucho y que he visitado muchas veces. Mientras estuve allí, participé en unas reuniones donde planteé a los líderes de las iglesias las oportunidades que van a tener las iglesias colombianas para involucrarse en la situación post-conflicto, cuando esta llegue finalmente.
Porque son ya 3 años de negociaciones desde en La Habana, Cuba, entre el gobierno colombiano y las FARC, el principal grupo guerrillero del país; y parece que el presidente Santos está bajo una cierta presión del presidente americano Obama para llegar a un acuerdo de paz en 2016.
No tengo ninguna ilusión de que la firma de un acuerdo de paz entre el gobierno y las FARC sea una panacea que terminará definitivamente con décadas de conflicto en Colombia.
Varios de los frentes de las FARC indican que no van a desmovilizarse (sin embargo, ¿van a mantener su resolución cuando llegue el momento?); el grupo guerrillero más pequeño, el ELN, no está participando en las negociaciones; y hay además numerosas bandas criminales armadas; y el ejército colombiano, que tendrá que adaptarse a una situación en la que se verá disminuido considerablemente su papel.
El cínico podría decir que nada sustancial cambiará con la firma de un acuerdo de paz; así que ¿por qué involucrarse? Pero los cristianos están llamados a ser portadores de esperanza, no de cinismo.
Sin duda, habrá una multitud de problemas después de la firma del acuerdo; pero a menos que alguien en algún lugar esté dispuesto a asumir un riesgo para avanzar la paz, Colombia continuará atrapada en el ciclo de violencia por muchas décadas más.
Así pues, Colombia se encuentra en un punto de inflexión; y es una oportunidad que las iglesias no deben perder. Y tienen muchas ventajas en la situación post-conflicto: una red en todo el país que se extiende aun hasta las zonas más remotas; líderes que tienen la confianza de sus miembros; una buena reputación en sus comunidades; una clara misión de Jesús para actuar en situaciones de necesidad; y la integridad mantenida como valor precioso - muy importante cuando se trata de la plata para financiar proyectos de post-conflicto.
Si las iglesias esperan hasta que se firme el acuerdo de paz, ya será demasiado tarde para empezar a prepararse. ¡Ahora es el momento! ¡Carpe Diem!
Sin embargo, antes de que las iglesias colombianas se involucren en la situación post-conflicto, tienen que reflexionar seriamente sobre algunos problemas difíciles - y esto se aplica también a cualquiera de ustedes viviendo en situaciones de conflicto o de post-conflicto.
Uno de los más difíciles es el siguiente: en cualquier proceso de paz los que ganan tienden a ser los que usan la violencia - esa es su "recompensa" por renunciar a la violencia - y los que salen perdiendo tienden a ser las víctimas. Porque si no se dan concesiones a los perpetradores de violencia, ellos continuarán con su violencia, y no habrá proceso de paz; ya que las víctimas por lo general tienen poco poder político.
Tomemos el ejemplo de Irlanda del Norte: durante muchos años el IRA prosiguió una campaña de violencia, tanto en la provincia como en la parte continental del Reino Unido. Ahora, el IRA ha renunciado a la violencia, un acuerdo de paz se está implementando, y todo el Reino Unido está beneficiando.
También el IRA se beneficia, porque están en el gobierno de la provincia, mientras que las familias y amigos de muchas de las víctimas de la violencia siguen buscando respuestas sobre cómo y por qué sus seres queridos desaparecieron o fueron asesinados.
¿Cómo podemos nosotros los cristianos reconciliar esto con el odio que tiene nuestro Dios a la violencia, y con su preocupación por los más débiles de la sociedad? ¿Cómo podemos honrar los sufrimientos de las víctimas y de sus familias? ¿Como pueden ellas recibir las respuestas que les permitan dar un cierre a su duelo? ¿Y cómo podemos garantizar que se escuchen sus voces en los pasillos del poder?
Este no es el único problema difícil: está también la espinosa cuestión de la justicia. Nosotros los cristianos servimos a un Dios que es justicia perfecta, y poe eso nos apasiona que se haga la justicia en la tierra. Sin embargo, si todos los actos de violencia del pasado han de ser juzgados y si no hay ningunas amnistías dadas en el acuerdo de paz, entonces no hay ningún incentivo para que los grupos armados entren en el proceso de paz, y su violencia continuará.
Ciertos crímenes son tan horrendos que deben ser sometidos al proceso judicial. Pero, ¿dónde se traza la línea? ¿Estamos dispuestos a aceptar que ciertos crímenes quedarán impunes (ya sea por el ejército o los grupos armados), dejando a los perpetradores ante la justicia última de Dios?
También tenemos que enfrentarnos a la cuestión del nivel de detalles que es necesario conocer sobre los actos del pasado. 180.000 civiles han perdido la vida en el conflicto colombiano con la guerrilla, y más de 50.000 familias siguen buscando el paradero de sus seres queridos desaparecidos.
Es justo que los que han perdido seres queridos reciban la información que necesitan para dar un cierre a su duelo. Pero, ¿es necesario saber todos los detalles sangrientos de la tortura y de la muerte? Estos pueden ejercer un efecto negativo, anclando a las personas en el pasado e impidiéndoles avanzar.
Nosotros los cristianos tenemos mucho que ofrecer en dicha situación de post-conflicto: en relación con el pasado, podemos mostar cómo es el perdón - Dios nos perdonó, y tenemos la capacidad de perdonar a aquellos que nos hirieron, y de acompañar a los demás en el difícil camino del perdón.
En relación con el presente, podemos mostrar qué es la reconciliación: Cristo está reconciliando todas las cosas a sí mismo, las que están en la tierra y las que están en el cielo (Colosenses 1:20), y él nos dio el ministerio y el mensaje de la reconciliación (2 Corintios 5:18-19).
En relación con el futuro, podemos ofrecer esperanza - algo que escasea en el mundo actual - porque sabemos que la historia no avanza sin rumbo y que un día Jesús volverá y pondrá todo recto en esta tierra.
Ante estos dilemas morales y éticos, es mucho más cómodo que nosotros cristianos los evitemos y permanezcamos en el alto terreno moral, diciendo a la gente de lejos lo que deben o no deben hacer.
Pero en Navidad recordamos que ese no fue el camino que Jesús tomó. Para Él hubiera sido mucho más cómodo quedarse en el cielo, dándonos desde allí instrucciones sobre cómo vivir en la tierra. Pero no hizo esto. Él se encarnó como ser humano, nació, vivió y murió con nosotros, compartiendo nuestras alegrías, nuestras penas y nuestros dolores. Y él nos dio el ejemplo, para que nosotros sigamos sus pasos.
En caso de que necesitemos más estímulo para involucrarse , escuchemos las sencillas palabras de la boca de Jesús: Dichosos los que trabajan por la paz, ¡porque serán llamados hijos de Dios! (Mateo 5:9).
Michael Gowen vive en Inglaterra, pero trabajó durante 25 años para la Comisión Europea en Bruselas, en la conservación de la energía, el comercio agrícola y en la gestión de ayuda humanitaria de emergencia a lugares en crisis en Asia, América Latina y África. Es colaborador de Evangelical Focus desde enero de 2015.
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