Como bautista, he visto que casi todos los principios de esta denominación provienen de convicciones, hallazgos y afirmaciones de los anabautistas pacíficos del siglo XVI.
En el año 2025 se cumplen los primeros quinientos años de historia del movimiento anabautista pacífico, que comenzó en Zúrich con los primeros bautismos de creyentes en la casa de Félix Manz. Otros grupos que recibieron también el mote de anabautista, y que siguieron los caminos de la violencia, fueron totalmente aplastados y exterminados. El movimiento anabautista que se concentró en la formación de comunidades de creyentes y resistió la persecución de católicos y protestantes por igual es el que ahora nos invita a celebrar quinientos años de historia, como bien nos lo recuerda Carlos Martínez en su columna conmemorativa.
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Este quinto centenario es también una invitación a observar y detectar la influencia de ese movimiento anabautista en otros grupos evangélicos del mundo de habla hispana. En mi caso, como bautista, he visto que casi todos los principios de esta denominación provienen de convicciones, hallazgos y afirmaciones de los anabautistas pacíficos del siglo XVI.
Crecí en una iglesia bautista en Monterrey, México, donde se promueve con orgullo que ahí se fundó, en 1864, la primera iglesia bautista de América Latina (aunque en mi tiempo de seminarista descubrí que la iglesia bautista Ebenezer de la costa Caribe de Nicaragua es más antigua; se fundó en 1852). De niño me decían que los bautistas provenían de los anabautistas. Se mencionaba este nombre como si fuera un ente legendario, como un mito de creación sin conexión con fechas, nombres y realidades históricas.
En la juventud, en mi búsqueda de opciones para estudiar teología, fui admitido en el seminario bíblico anabautista menonita en Indiana. Cuando le conté a una hermana de la iglesia, preguntó con gran sorpresa: ¿Pero, es que todavía existen los anabautistas? Efectivamente, entre los bautistas hace falta más conocimiento de nuestra historia, y de las conexiones e influencias entre grupos y movimientos históricos.
En el año 2009, la Alianza Mundial Bautista organizó en Holanda la celebración de 400 años del movimiento bautista moderno. Se conmemoró la formación de la primera congregación de lo que llegaría a ser el movimiento bautista, en Ámsterdam, en el año 1609, cuando un grupo de exiliados ingleses, puritanos huyendo de la persecución, solicitaron membresía en la congregación menonita que había en Ámsterdam. La solicitud del grupo de ingleses, liderados por John Smyth y Thomas Helwys, no fue bien recibida por los anabautistas argumentando minucias doctrinales, pero principalmente por razones culturales, étnicas y lingüísticas, ya que aquellos eran ingleses y no hablaban alemán, lo cual habría presentado un gran desafío para la integración o posible fusión de esos dos grupos de familias.
Los ingleses percibieron la respuesta negativa de los menonitas, y formaron así su propia congregación, bautizándose mutuamente tal como lo habían hecho casi cien años antes los hermanos suizos en Zúrich. Cuando cambió la situación política de Inglaterra, volvieron los exiliados y establecieron congregaciones bautistas a ambos lados del Atlántico.
En su libro Historia de los bautistas, el Dr. Justo Anderson enumera siete principios de la denominación, que aquí repasamos someramente para señalar la influencia que se ha recibido por parte de los anabautistas pacíficos.
No se trata simplemente de afirmar "la autoridad de la Biblia"; en vista de la descarada manipulación de tantos grupos que claman para sí la autoridad de la Biblia, ha sido necesario formular este principio en términos más específicos. Afirmamos con los anabautistas que el Nuevo Testamento tiene primacía para entender toda la Biblia. Ahí se fundamenta el pacifismo de los anabautistas, por la primacía que tienen las enseñanzas de Cristo sobre los modelos de líderes que en el Antiguo Testamento recurrían a la violencia.
Es bueno indicar que cuando hacemos esta especificación, de ninguna manera estamos forzando a los Testamentos a competir para ver a cuál escogemos y a cuál desechamos.
Presuponemos de antemano la autoridad de la Biblia, de toda la Biblia. Pero el principio de "la primacía del Nuevo Testamento" es el faro que precisamos para guiar nuestra lectura de toda la Biblia. Es un principio hermenéutico. El propósito de la Biblia es dar testimonio de JesuCristo, el mediador de un Nuevo Pacto, el Príncipe de Paz, en quien hemos recibido la revelación plena de Dios.
El principio de la Membresía Regenerada es el eslabón perfecto entre el principio anterior y el que sigue, ya que por medio del Nuevo Pacto se forma un Nuevo Pueblo, capaz de implementar el verdadero gobierno congregacional de una iglesia regenerada.
Hoy en día cuando alguien quiere distinguir a una iglesia bautista usualmente hace referencia a que tienen sesiones congregacionales de negocios. Es en verdad una lástima que nos identifiquen por el aspecto en el que tendríamos menos de qué enorgullecernos, porque de todos es sabido que en la "sesión de negocios" es donde afloran los peores pecados de la iglesia: división, competencia, rencillas, murmuración, y rebeldía.
En las sesiones de negocios es como si de pronto ya no fuéramos cristianos y nos constituyéramos en un sindicato o club, regido por otro tipo de ética diferente a la ética que rige a las iglesias. De modo que muchos bautistas sufrimos de una esquizofrenia ética: una doble personalidad en lo moral. Una es la ética del culto, y otra la de las sesiones de negocios...
¡Pero qué diferencia cuando definimos a la iglesia de acuerdo al tercer principio bautista, heredado de los anabautistas: La Membresía Regenerada! Pensemos en esto: para que se pueda decir cabalmente que una iglesia es bautista se tiene que afirmar primero que nada no precisamente que tiene sesiones de negocios, sino primordialmente que sus miembros han sido regenerados por el poder de Dios.
Hemos de acercarnos al tema del gobierno congregacional tomando en cuenta que es mucho más que las sesiones de negocios. Si solamente vemos el aspecto administrativo, entonces sí estamos mal y merecemos las críticas anteriores. Pero si comprendemos que este principio determina nuestra participación en la vida de la iglesia, si nos damos cuenta que se trata de nuestro ministerio dentro del cuerpo de Cristo, veremos el aspecto evangélico, espiritual, cristiano y profundo de este asunto. En realidad es un principio litúrgico. Es un tema hermoso que nos habla de lo mucho que podemos hacer con gozo por el reino de Dios como miembros de una congregación cristiana.
Meditemos que todos somos responsables ante Dios por la iglesia a la que pertenecemos, es decir, somos sacerdotes; que todos tenemos un trabajo que realizar en la comunidad de fe, es decir, somos ministros; y que todos somos servidores por amor al Señor, es decir, somos diáconos.
¡Dios tenga misericordia de una iglesia que quiera practicar el cuarto principio—el del gobierno congregacional—pasando por alto el tercero—el de la membresía regenerada! Así no son las reglas de este juego. Si somos bautistas, primero entendamos y pongamos en práctica el tercer principio, antes de adelantarnos precipitadamente al cuarto principio.
El alma humana tiene la competencia de responder a las iniciativas de Dios. Esta es una creencia tan básica, que si no la establecemos bien en nuestra fe, las consecuencias serían gravemente trágicas. Por ejemplo, si desechamos toda respuesta humana en la relación con Dios –tal vez inspirados por una piadosa pero errada comprensión de la soberanía divina— podríamos caer en un quietismo paralizante y peligroso, además que atentaríamos contra la dignidad de la criatura humana en tanto creada a imagen y semejanza de Dios. Ante eso hay que decir que Dios llama a todo el mundo en JesuCristo precisamente porque el ser humano ha sido dotado con la capacidad de responder.
Otra consecuencia de rechazar la libertad de conciencia sería el establecimiento de élites iluminadas que nos pueden "dar la mano" para relacionarnos con un Dios muy ocupado para interesarse por el individuo. Ellos, los "sacerdotes" sí tienen el entendimiento correcto de la palabra de Dios, y nosotros, los de la "plebe" no contamos con esa capacidad. Mas gracias a Dios que somos capaces de examinar directamente la revelación de Dios y llegar a nuestras propias conclusiones usando los recursos que Dios nos ha dado, nuestra libertad de conciencia.
En tercer lugar, una consecuencia social de abandonar el principio de la libertad de conciencia sería la obligación de pertenecer a una religión oficial, la no-tolerancia de opiniones diferentes en lo que se refiere a la relación con Dios. Ya que alguna instancia superior decidiría lo que "es mejor para nosotros" pues nosotros somos tan débiles e incompetentes para decidir por nosotros mismos... Tendríamos "teocracias" al estilo de las revoluciones islámicas, con todo y sus desastrosas consecuencias sociales.
El primer lugar del mundo con separación total entre asuntos religiosos y civiles fue Rhode Island, una colonia inglesa en Norteamérica, fundada por Roger Williams y su grupo bautista en el s. XVII.
Ahora bien, debemos señalar que la separación entre iglesia y estado de ninguna manera quiere decir que a Dios sólo le importan las cosas religiosas, y que el gobierno humano está fuera de su interés. Cuando hablamos de separación entre iglesia y estado, esto no quiere decir que la fe y la política no se llevan. Tal razonamiento sólo beneficiaría a los poderosos que de tajo descalifican toda participación política de la gente piadosa.
Más bien significa que la iglesia y el estado son dos esferas diferentes de Creación, que tienen trabajos distintos, y que no debe uno realizar las funciones que atañen a la otra, ni viceversa. Además, subraya la tarea específica de la iglesia como pueblo profético que llama al mundo y al gobierno al arrepentimiento en nombre de Dios.
El primero y el último, como enmarcando aquello que nos da identidad denominacional, como encerrando y definiendo muy precisamente qué significa ser bautistas dentro del contexto de lo que es ser evangélico, son principios que desafían a la denominación bautista a definirse evangélicamente a la luz de la apertura ecuménica, a todo el pueblo de Dios.
Nos une un mismo evangelio, nos anima una misma esperanza, nos impulsa una misma urgencia: La Evangelización Personal y la Empresa Misionera.
El primero y el último, como obligando a las verdaderas iglesias bautistas a llevar con dignidad el nombre, portándose a la altura de los principios: El Señorío de Cristo para empezar, y la Evangelización Personal y Empresa Misionera para terminar.
Desde la niñez hemos aprendido del buen ejemplo de abuelos, padres y maestros en el ministerio, que lo que distingue a una iglesia como bautista no es precisamente el tipo de música que use, ni si usa órgano o piano, ni un orden de culto inmutable, sino el hecho de ser misionera.
Nuestras organizaciones departamentales llevan el apellido "misionera" como parte de su historia y de su identidad. Es un hecho histórico: la primera asociación de bautistas en la historia, que ocurrió en Estados Unidos a finales del s. XVIII, no fue para crear un organismo burocrático llamado "Convención"; fue para formar una sociedad misionera, que pudiera sostener misioneros en otros continentes. Las convenciones vinieron después. Primero fueron las sociedades misioneras.
Todo esto quiere decir que el principio de la Evangelización Personal y la Empresa Misionera debe ser una marca distintiva de la identidad bautista. El Rev. Rolando Gutiérrez dijo alguna vez: "La iglesia que no bautice cada mes no debía llamarse bautista". No es sólo por bautizar, sino porque bautizar implica evangelizar, y he ahí el corazón de la identidad de nuestro nombre bautista.
De los siete principios de esta denominación, cinco de ellos provienen evidentemente de la herencia anabautista. Los otros dos (el primero y el último) son compartidos con todos los grupos cristianos de todas las épocas y de todas las culturas. De manera que este año 2025 los bautistas tenemos mucho que celebrar por los aportes valiosos que han dado los anabautistas pacíficos a la identidad evangélica bautista.
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