Rocío celestial

“Muchos cristianos no se dan cuenta de la importancia del rocío celestial en sus vidas, y como consecuencia, carecen de frescura y vigor”.

Charles E. Cowman

Era muy temprano en la mañana, un alba más de mis días, cuando necesitaba de manera muy fuerte recibir algo especial de parte de mi Señor. Después de haber orado pidiendo su ayuda, él trajo a mi vida algo precioso; eran dos párrafos que se había encontrado en la Biblia del  conocido y amado siervo de Dios misionero en Japón Charles E. Cowman:

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“No luches por permanecer en él, ni te esfuerces por llevar fruto. Sólo deja que Jesús te una a sí como el pámpano a la vid. La unión con él será tan sencilla, tan profunda, tan firme, que su vida reemplazará la tuya, y su amor fluirá por medio de tu ser.”

Lo cierto es que al comenzar a examinar estos dos párrafos, tuve que hacerlo con calma, para poder llegar a poder exprimirlos bien y comprender con toda claridad.

Cowman escribió desde lo más profundo de su alma, y en algo tan íntimo como su Biblia, del mismo modo que otros siervos de Dios también lo han hecho, al estilo de alguien muy especial para mí tal como lo ha sido William Burten, y sus míticas e inolvidables tres frases: “Sin reservas, sin retorno, sin nada que lamentar”.

Personalmente, y sin llegar ni a la altura de los cordones de los zapatos de semejantes hombres de Dios, soy de las que cuando algo es demasiado íntimo voy a mi vieja Biblia y anoto y encuentro anotaciones de hace mucho, y cada una de ellas me lleva más y más a mi Señor. Tal vez por esta causa me llamó muchísimo la atención que lo que os he dejado estuviera escrito en la Biblia de Charles, además de  lo maravilloso que transmitían aquellas palabras.

Muchos cristianos, tal y como nos dice la frase, también de Charles, que os he dejado al principio de este escrito, no son conscientes de la bendición que podemos disfrutar: es su propia vida la que fluye dentro de nosotros mismos, es el resultado de nuestro propio sometimiento al poder de nuestro Señor. Jamás el resultado de nuestros propios esfuerzos además de profundas luchas.

En los valles Valdenses de Italia, las vides se hacen crecer sobre grandes cruces de madera, y en septiembre la vista puede posarse allí de un modo delicioso, al contemplar como están cargadas de uvas. Las ramas se extienden por los brazos de la cruz de modo que reciben cada gota de lluvia, cada rayo de sol… cada gota de rocío… Lo cierto es que creo sinceramente que estas ramas no están tan conscientes de la cruz como lo están del calor, la vida y el tremendo profundo gozo de producir fruto. Todo esto es realmente una parábola de la vida cristiana, y lleva consigo gozo inmenso y paz inexplicable en medio de las más profundas pruebas que Dios pueda permitir en nuestras vidas.

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La rendición incondicional a nuestro Señor no es fácil; pero cuando lo logramos con todo nuestro corazón, trae consigo una unidad completa con Cristo, de modo que permanecemos en él y él en nosotros; esto nos permite caminar en humildad entre el resto de las personas, nos coloca en una comunión deliciosa e íntima con el Rey de la gloria, a la vez que con todos nuestros hermanos.

Mientras aguardamos con ansia su glorioso regreso, tenemos el maravilloso privilegio de vivir su vida, de recibir directamente de él alimento, fortaleza y fuerzas para continuar hasta el final. Y ser siempre llenos de su bendito Espíritu y su maravillosa e incomparable presencia.

Lo único que se nos pide es un rendimiento incondicional y una entrega completa, habiendo comprobado bien nuestra propia insuficiencia e indignidad fuera de él.

Termino con otra deliciosa frase del mismo autor:

“Dios nunca hace las cosas de prisa, por el contrario, invierte muchos años en todos aquellos que espera utilizar para un gran trabajo”. (Charles E. Cowman)

Son demasiadas las ocasiones en las que me encuentro a creyentes que intentan descubrir cosas, especiales o nuevas, que no vienen en la inmutable e inamovible Palabra del Dios nuestro, y terminan estrellándose y haciendo tropezar a muchos.

Aquella mañana en un alba más de mi vida, necesitaba refrescar la memoria, y aquellos dos párrafos escritos del puño y letra de Charles E. Cowman, me hicieron despertar, reflexionar y llegar hasta aquí. ¡Bendigo a Dios por ello! Y quiero seguir sintiendo sobre mí su rocío, sus fuerzas y su vida, para entregársela sin reservas y poder bendecir y llevar hasta él muchas otras almas, vidas y corazones.