En el silencio de la noche

En una ocasión afirmó Michael Sandel, autor de…Lo que el dinero no puede comprar:

“Hay algunas cosas que el dinero no puede comprar”

Creo que casi siempre ha sido así…. “Poderoso caballero es don dinero”, decía siempre mi abuela cuando veía alguna situación que se correspondía al conocido refrán y con connotaciones un tanto negativas.

A base de dinero se puede comprar un mejor calabozo, un mejor trato en una cárcel, poder cazar un rinoceronte negro en total peligro de extinción, o hasta conseguir el número totalmente privado y oculto del teléfono particular de un médico de fama.

¡Sí, casi todo se puede comprar cuando hay dinero!… casi todo… casi… pero si siempre hubo cosas que ni las mayores sumas de dinero han podido conseguir, en los tiempos en los que vivimos, lo cierto es que mucho, muchísimo menos.

No se puede comprar la salud, no tener que atravesar un Covid, un cáncer, una ELA, un hogar maravilloso lleno de amor, una conciencia limpia y tranquila, una almohada sin humedad a causa de lágrimas amargas…

¿Y qué me decís de una salvación eterna, una redención, una justificación ante Dios, la seguridad de una resurrección venidera, una libertad del dominio del enemigo de nuestras almas…?

Siempre predicamos que la salvación es gratuita y para todo aquel que la acepte por fe en Jesús; pero muchas veces nos olvidamos del altísimo costo de esa segura salvación… ¡la preciosa sangre de Cristo derramada con la muerte más dolorosa que pueda existir, en la cruz del Calvario!

Allí en aquella cruz, y con la bendita resurrección de Jesús al tercer día, es que podemos tener cosas maravillosas que el dinero jamás podría comprar… libertad, paz infinita en medio de las peores circunstancias, seguridad de salvación y vida eterna, consuelo en las mayores adversidades... cariño, comprensión, consuelo y compañía en nuestras más profundas soledades… y creo que seguiría escribiendo sin poder parar. Todas estas cosas y mil más, no tienen precio ni coste de dinero, pero se ha pagado por ellas un coste muchísimo mayor que resulta gratuito para todos los que nos acojemos a Dios.

Ayer en la noche, escribí una poesía que dejo para todos vosotros; era una noche un tanto fría, la luna estaba en cuarto creciente, no se veía casi ninguna estrella y el cielo estaba demasiado oscuro sobre el mar.

Y fue entonces cuando dejé fluir mi pluma, pensando en tantas y tantas cosas sublimes que ni el más alto coste puede conseguir, son regalo de mi Dios, un Dios bendito que anhela ser el tuyo, si es que todavía no le has entregado tu vida.

Va en el amor del Eterno de todo mi existir...

EN EL SILENCIO DE LA NOCHE

En el silencio de esta noche a media luna,

miro a tu cielo mi Señor e intento verte;

está oscuro y casi no hay estrellas,

e intento escuchar tus susurros dulcemente.

Y escucho tu voz suave en el silencio

diciendo al corazón cuanto me amas,

y esa dulzura tuya en medio de la noche,

calma todo temor y da esperanza.

Y escucho sobre el mar brisa suave,

y siento lazos de amor sobre mi alma;

dulzuras infinitas en estrellas,

y beso de melaza en mis entrañas.

Hoy pienso en tantas noches de mi vida

en las que hablaste en susurros a mi alma;

y entre sueño y dulzuras infinitas,

me mostraste la senda que marcabas.

Y hoy quiero escuchar como el profeta,

tan niño que apenas entendía;

quiero sentir tu presencia en esta noche

y tan solo decir, tu sierva escucha en melodía.

Y vuelvo a mirar mi media luna

y este cielo oscuro casi sin estrellas,

y vuelvo a sentir tus lazos fuertes

marcándome la senda que me mandas.

¿Qué quieres que yo haga Señor mío?

¿por dónde me diriges y me mandas?

pues aquí estoy de nuevo sin palabras,

sólo escuchando tu voz hasta que llegue el alba.