Los teólogos liberales son tan fundamentalistas como los conservadores.
Es fácil saber cuando estás en presencia de un teólogo liberal (es decir, un incredúlogo).
¿Por qué?
Porque tiene una palabra favorita.
¿Cuál es esa palabra preferida?
Respuesta: ¡Fundamentalista!
Es casi imposible encontrar un solo artículo publicado por algún liberal sin que haga mención de la palabra “fundamentalista”, la cual es el insulto de insultos.
¿Qué tipo de creencias caracterizan a esos “fundamentalistas”? Bueno, en realidad, cualquier persona que cree lo que los evangélicos de toda la vida siempre hemos creído. ¿En qué cosas estamos pensando? Nombraré cinco creencias clave:
- Que la Biblia es la Palabra de Dios en el sentido objetivo y ontológico del término.
- Que la doctrina importa.
- Que el ser humano nació en pecado y es malo, perverso y bajo la ira de Dios.
- Que la única manera en que un ser humano malo y perverso puede ser salvo es a través de la sola fe en la sangre expiatoria del Hijo de Dios, Jesucristo, el cual murió y resucitó (literal y corporalmente) por amor a los pecadores.
- Que los salvos han de recibir la vida eterna mientras que los impíos serán castigos eternamente por su iniquidad.
Si crees estas cinco doctrinas cardinales de la confesión protestante, eres un “fundamentalista” retrógrado, atrasado.
Ahora bien, hace falta definir cualquier término antes de usarlo. Sería un terrible acto de hipocresía si fuéramos culpables del mismo pecado que condenamos en otros. Entonces, ¿qué quiere decir “fundamentalista”? Pues, el fundamentalismo, según el diccionario, es una exigencia intransigente de sometimiento a una doctrina establecida.
Irónicamente todos los teólogos liberales de nuestros días están ciegamente sometidos a toda una serie de creencias que nunca se atreverían a cuestionar. Ellos mismos dependen de convicciones inconmovibles que jamás renegarán. Aquí van otros cinco:
- Que la Biblia es una simple recopilación de percepciones humanas. Por lo tanto, es errónea, contradictoria y repleta de mitos y mentiras.
- Que la doctrina no importa. Lo único que hace falta es experiencia, experiencia y más experiencia (aunque vaya en contra de la Palabra).
- Que el ser humano es básicamente bueno y que Dios es una mariposita celestial que nunca se enfadaría con nadie.
- Que Jesús de Nazaret fue un buen hombre, un gran maestro religioso, cuya importancia no reside en su naturaleza divina ni en su supuesta obra redentora, sino en su “conciencia de Dios” o en sus hechos éticos. Por cierto, eso de la resurrección de Jesús es un cuento chino puro y duro.
- Que el infierno fue un invento del catolicismo medieval. Si Dios es amor, nunca va a castigar a nadie.
O sea, los liberales son tan fundamentalistas como los que tachan de “fundamentalistas”. Y si no me crees, atrévete a poner algunas de sus convicciones cerradísimas en tela de juicio y pronto sabrás lo que es experimentar la furia de los dudólogitos.
Así que, ¿somos los evangélicos de toda la vida “fundamentalistas”? Puede ser que sí. Pero lo que está clarísimo es que los intelectuales liberales pro-sentimentales son igual de fundamentalistas que nosotros.
Así que, recordad, queridos lectores liberales, la exhortación apostólica: “Por lo cual, eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otros, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo” (Romanos 2:1).
¡Y, por favor, os ruego, no repliquéis diciendo que el apóstol fue “fundamentalista”!
Gracias.
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