Una respuesta a sus críticas sobre mi libro “Ética teológica y homosexualidad”.
Introducción.
Quisiera comenzar mi respuesta agradeciendo al hermano Will Graham sus artículos sobre mi libro “Ética teológica y homosexualidad” (1); el hecho de exponer públicamente sus críticas y mencionarme expresamente en el titulo de los mismos, no puedo sino interpretarlo como una invitación a dialogar sobre las bases bíblicas, éticas y teológicas expuestas en los cinco estudios que componen mi libro.
Por desgracia, el hermano Will, en sus artículos, sólo ha realizado diversas críticas a los dos primeros de mis estudios, obviando los tres siguientes, que son precisamente aquellos en los que hago un estudio detallado de las bases bíblicas, éticas y teológicas que sustentan mi postura de aceptación de las personas homosexuales en la iglesia.
El hecho de concentrarse en los dos primeros de mis estudios le lleva, obviamente, a considerar solamente las cuestiones introductorias, donde expongo el marco teórico general donde situar hoy la valoración específicamente cristiana de la homosexualidad, algo que realizo, como he mencionado, en los tres últimos estudios.
La identidad evangélica
Pero antes de analizar sus críticas quisiera expresar la profunda tristeza que me produjo leer la respuesta que el hermano Will Graham dio a Jorge Varón, quien hizo un comentario a uno de sus artículos; le dice: “Sí, eso es lo que me molesta a mí, que emplean nuestro nombre. Que se hacen pasar por evangélicos. ¿No sería más honesto que se llamen 'creyentes progresistas, modernistas, secularistas' o algo por el estilo?”
Hermano Will, el nombre de “evangélico” no le puede ser negado a quien encuentra en el evangelio de Jesucristo la razón de su existencia; a quien se ha encontrado en el evangelio de Jesucristo con el Dios misericordioso que le salva; a quien mantiene una relación personal con su Señor y Salvador: Jesucristo.
Y esto mismo que confieso personalmente, estoy convencido que puede hacerse extensivo a todos los miembros de la Iglesia Evangélica Española, que con humildad pero con plena conciencia de lo que significa, dan testimonio del Evangelio de Jesucristo en esta tierra nuestra desde el siglo XIX, sufriendo, en muchas ocasiones, oposición y persecuciones.
Es por ello que el calificativo “evangélico” es tan nuestro como de todo aquel que lo considere la base firme de su identidad.
Y si comparto mi tristeza para iniciar esta respuesta es porque su comentario me ha hecho revivir experiencias de rechazo y condena sufridas en mi infancia y adolescencia, allá por los años 60 del siglo pasado, cuando siendo hijo de un pastor evangélico en un pueblo de Jaén, mis conciudadanos me negaban mi identidad “española” por ser protestante; para ellos era imposible ser “español” y protestante, pues el hecho de serlo me excluía, automáticamente, del hecho de ser “español”.
De igual modo, hermano, en su comentario siento rechazo y condena de mi identidad evangélica, precisamente de aquello que constituye la raíz y el fundamento de mi identidad personal. Le aseguro que ni en la modernidad, ni en el secularismo, ni en el progresismo encuentro las razones que me identifican como lo que soy: un humilde discípulo de Jesús, salvado y santificado por su Evangelio.
No creo que el hecho de tener una comprensión diferente de la suya respecto a alguna doctrina, valoración moral, tradición eclesial, etc., sea una razón suficiente para romper nuestra comunión en el Evangelio de Jesucristo.
Hermano, si me detengo en esto es por el dolor que me ha producido su comentario; cuando discrepamos acerca de alguna valoración moral o doctrinal, no creo que esté en juego nuestra comunión en el Evangelio de Jesucristo. A no ser que piense que sólo puede tener comunión en el Evangelio de Jesucristo con quien opine exactamente igual que usted acerca de todas las doctrinas, normas morales, prácticas eclesiales, etc., que se han ido creando a lo largo de toda la historia de la iglesia cristiana.
¿Es esa la comunión que genera el Evangelio de Jesucristo? Sinceramente creo que no, hermano. Desde mi punto de vista la comunión de las iglesias evangélicas en España sólo mostrará a nuestra sociedad el amor de Dios, si ese amor preside nuestras relaciones, es decir, si esas relaciones se realizan bajo la inspiración de esta antigua máxima: “En lo esencial, unidad; en lo opinable, libertad; y en todo, amor”. Estoy convencido de que es el mejor modo de vivir la comunión, de gestionar la unidad en la diversidad.
La homosexualidad en las iglesias evangélicas de Europa y América
Pues bien, hermano, la primera consideración que quiero hacer está relacionada con su última crítica a mi segundo estudio, una crítica que en realidad no lo es, pues no creo que puedan criticarse las fuentes de inspiración de ninguna persona.
Su última crítica dice: “Sánchez encuentra inspiración en un pastor gay en Turín”.
Como decía, en realidad esta afirmación no constituye una crítica, pues el hecho de que yo encuentre inspiración en un pastor evangélico de Turín, o en Calvino, o en Lutero, o en Agustín de Hipona, no creo que pueda ser criticado; por el contrario, lo que sí puede ser objeto de crítica son los resultados de esa inspiración, es decir, si esa inspiración me acerca o me aleja del Evangelio de Jesucristo.
Pero es más, me sorprende que usted dirija su crítica a lo que no es más que un ejemplo de un tema que me parece central en mi estudio, y que usted parece no haber comprendido en absoluto: el hecho de que el proceso de discernimiento que estaba llevando a cabo la Iglesia Evangélica Española de cara a la aceptación de las personas homosexuales como miembros de sus iglesias, era un proceso que ya habían efectuado otras muchas iglesias hermanas en Europa y América.
Y quisiera detenerme un poco en este punto porque me parece de gran relevancia en el conjunto de mis estudios.
El caso del pastor homosexual de la iglesia bautista de Turín lo menciono como ejemplo de las conclusiones a las que han llegado muchas iglesias hermanas nuestras; y si en mi estudio hablo de Italia, es simplemente porque la situación de este país la conozco de primera mano.
Esto es lo esencial de mi planteamiento, hermano, que la Iglesia Valdense de Italia, con el testimonio evangélico que mantiene en este país desde hace tantos siglos, haya decidido, después de un profundo proceso de discernimiento ético, bíblico y teológico, aceptar a las personas homosexuales en sus iglesias como miembros con los mismos derechos y deberes que cualquier persona heterosexual.
Resulta muy fácil consultar los documentos que han estudiado las iglesias, los debates sinodales y las resoluciones finales de los distintos Sínodos que se han pronunciado sobre estas cuestiones; pues todo ello es fácilmente accesible en internet.
Y lo mismo puedo decir de las iglesias bautistas y metodistas en Italia. Pero no sólo en Italia. También es fácilmente consultable en internet todo lo referente a las iglesias protestantes en Francia, donde no sólo se aceptan a las personas homosexuales sino que en su último Sínodo han aprobado la bendición matrimonial de las parejas homosexuales. Y lo mismo podría decir de la Iglesia Evangélica Alemana, y de otras muchas iglesias en Holanda, Suecia, Canadá, etc.
Cuando la Iglesia Evangélica Española avanza en esta dirección, y acepta a las personas homosexuales como miembros de pleno derecho en sus iglesias, no es una iglesia “extraña” y “singular”, un “caso único” en el mundo; es una más de tantas iglesias hermanas como en todo el mundo han llevado a cabo un profundo estudio del tema; y sobre bases éticas, bíblicas y teológicas, han llegado a la conclusión de que es un pecado no aceptar como miembro de las mismas a una persona por su condición sexual, equivalente al pecado de no aceptarla por su sexo o su etnia.
Y no, hermano Will, esta última afirmación mía no es una afirmación deshonesta, y mucho menos significa confundir la homosexualidad con el feminismo o el racismo.
La homosexualidad y la ciencia
En su quinta crítica a mi segundo estudio usted dice: “Sánchez confunde la homosexualidad con el racismo y el feminismo”
Hermano, creo que no ha entendido mi argumentación, que viene a ser la misma que acabo de presentar: que no aceptar como miembro de nuestras iglesias a una persona homosexual es equivalente a no aceptarla por su sexo o su etnia. Es evidente que esto no es confundir, es equiparar. Y creo que con razones sólidas y concluyentes, tal y como expongo en mis estudios sobre el tema.
Me extraña que usted califique este argumento de deshonesto y malintencionado, es más, que incluso en su crítica número ocho llegue a decir que es un argumento “sucio”. Hermano, los argumentos son falsos o verdaderos, bien fundados o falaces, pertinentes o peregrinos, etc., pero no deshonestos, malintencionados o sucios.
En realidad esos calificativos sólo se me pueden aplicar a mí, y en ese caso no pueden sino constituir una ofensa, la cual no quiero sino obviar, interpretando, más bien, que son una manifestación del efecto que le produce tener que enfrentar un argumento de consecuencias tan deletéreas para su postura.
Y copio literalmente su quinta crítica: “Uno de los argumentos más deshonestos y peor intencionados de Sánchez es cuando compara la homosexualidad con el racismo y el feminismo (20). El problema con esta analogía es que el color de la piel y el género de una persona no son cuestiones éticas, pero la homosexualidad sí lo es. Dios nunca condena a nadie por su color de piel ni por su género en las Escrituras. Sin embargo, sí censura la actividad homosexual una y otra vez”.
Hermano, aquí estamos en uno de los puntos fundamentales en los que es necesario entendernos, pues constituye una base a partir de la cual nuestras argumentaciones emprenden caminos diferentes.
Es importantísimo determinar si la homosexualidad es una cuestión ética, o si por el contrario es una cuestión antropológica, equivalente al color de la piel de una persona o de su género.
Usted está convencido que es una cuestión ética. Pues bien, hermano, lo que yo afirmo rotundamente es que antes que una cuestión ética, la condición homosexual de una persona es una cuestión antropológica, equivalente a la condición étnica o de género de cualquier persona; y baso esta afirmación en los estudios científicos sobre el tema.
En la crítica número tres de su segundo artículo, usted dice: “Sánchez justifica la homosexualidad en base a la biogenética”, y argumenta:” las cosas no son tan claras como Sánchez nos quiere dar a entender. ¿Nos quiere decir que la ciencia moderna está unánimemente de acuerdo en que la homosexualidad no es una elección? Esperamos que no. Y si insiste en decir que es así, que nos comparta las fuentes de los estudios tan conclusivos que tiene en mente”.
Por más que usted, hermano Will, espere que no sea así, lo que yo afirmo claramente en mi estudio es que sí, que “la ciencia moderna está unánimemente de acuerdo en que la homosexualidad no es una elección”. Y considero justo que usted solicite las fuentes en las que apoyo mi afirmación.
Aunque quizá habría que empezar diciendo que están disponibles para cualquier persona que quiera informarse al respecto en multitud de libros y artículos, fácilmente consultables en internet; además de en la fundamentación de las leyes que regulan los derechos de las personas homosexuales emitidas en Ayuntamientos, Parlamentos nacionales, el Parlamento Europeo, etc.; y en los informes emitidos al respecto por instituciones dedicadas a la salud pública como la APA (Asociación de Psiquiatría Americana), la Organización Mundial de la Salud, etc.
Ni el segundo estudio de mi libro, ni ésta respuesta, constituyen un espacio adecuado para exponer detalladamente la historia del estudio científico de la homosexualidad; aunque voy a reseñar brevemente los principales hitos de la misma, con el fin de facilitar su estudio.
Fue en el siglo XIX cuando se empezó a estudiar si la homosexualidad podía considerarse una enfermedad, ya que las leyes que la condenaban necesitaban fundamentar sus penas científicamente, y sospechaban que si en realidad constituía una patología médica, las leyes debían tener en cuenta este hecho.
Pues bien, después de más de un siglo de debates científicos sobre el tema, en el año 1974, la APA (Asociación de Psiquiatría Americana), considerada como institución de Salud Pública de referencia a nivel mundial, eliminó la homosexualidad del Índice de enfermedades mentales.
No todos los profesionales de la APA apoyaron esta decisión, así que los que se oponían lucharon para que la homosexualidad volviera a incluirse en la lista de trastornos, patologías o enfermedades. No lo consiguieron, al contrario, en 1986 fue ratificada la decisión aprobada en 1974 por la mayoría de sus miembros.
Al ser la APA reconocida como una institución de referencia mundial en estas cuestiones, diferentes instituciones, también de ámbito mundial, comenzaron a reconsiderar su postura; y así la Organización Mundial de la Salud eliminó en 1990 a la homosexualidad de su lista de Enfermedades y otros Problemas de Salud; la Asociación Médica Norteamericana, la Asociación de Psicología Norteamericana, etc. han actuado de la misma manera.
Pero no sólo los profesionales de la ciencia, sino que las leyes y los gobiernos de los países de nuestro entorno social y cultural, corroboran esta visión de la homosexualidad y adoptan las mismas medidas que la APA y la Organización Mundial de la Salud. Así lo hizo el Reino Unido en 1994, o la Sociedad China de Psiquiatría en 2001, etc.
Es en base a esta realidad que yo comienzo mi segundo estudio, dedicado precisamente a presentar la valoración de la homosexualidad en nuestros días, citando las leyes que distintos Estados han aprobado reconociendo el matrimonio homosexual, y equiparándolo, en muchos casos, al matrimonio heterosexual.
Hermano Will, no soy yo quien hace esta afirmación, es el conjunto de todas las instituciones científicas, sociales, políticas, jurídicas, etc., de nuestras sociedades occidentales, las que parten de esta visión actual de la homosexualidad, y afirman que “la ciencia moderna está unánimemente de acuerdo en que la homosexualidad no es una elección”.
Las instituciones de nuestras sociedades no emiten juicios morales a la ligera, ni legislan sin fundamento moral alguno; su valoración de la homosexualidad está fundamentada científica y antropológicamente; jurídica y filosóficamente. Basta conocerlo mínimamente para ser consciente de ello.
Es evidente que no puedo seguir ampliando esta información, simplemente le proporciono algunos datos a partir de los cuales seguir investigando:
El 13 de julio de 1981, la Comisión de Cuestiones Sociales y de la Salud del Consejo de Europa presentó y expuso públicamente un informe sobre la discriminación hacia las personas homosexuales, acompañado de un proyecto de recomendación y de un proyecto de resolución, que fueron aprobados el 1 de octubre de 1981.
El Parlamento Europeo también ha adoptado varios acuerdos referentes a las personas homosexuales. El 13 de marzo de 1984 aprueba la Resolución sobre las Discriminaciones Sexuales en el Lugar de Trabajo, en la que se advierte que, en la lucha contra las discriminaciones de cualquier tipo, no se pueden ignorar o aceptar pasivamente las discriminaciones de hecho o de derecho contra las personas homosexuales. Deplora todas las formas de discriminación basadas en la orientación sexual del individuo y pide que se evite, en los estados miembros, que las personas homosexuales sean víctimas de discriminaciones en la contratación laboral y en las condiciones de trabajo.
En 1992, la clasificación internacional de enfermedades (CIE-10) dejaba de incluir la homosexualidad en la lista de «trastornos psicológicos y del comportamiento o de la orientación sexual». Además, añadía una nota en el mismo sentido: «La orientación sexual en sí misma no se considera trastorno».
Como le decía, no puedo extenderme en este sentido, simplemente le invito a tener en cuenta que en base a esta visión científica de la homosexualidad, se extraen estas afirmaciones antropológicas: que una persona recibe su condición homosexual por las mismas causas que otra persona recibe su condición heterosexual; y son estas bases científicas y antropológicas las que llevan consigo hacer una valoración moralmente positiva de los actos homosexuales de las personas homosexuales.
Como ve hermano, nos movemos en un campo de reflexión que es fundamentalmente humano, y que es previo a nuestra valoración teológica. Y es que no podemos presentarnos en la “plaza pública” con el prejuicio de que las leyes que aprueba nuestra sociedad en defensa de las personas homosexuales son moralmente condenables, simplemente porque no las han fundamentado bíblicamente.
Hermano, no podemos decir que lo que nuestra sociedad dice que es moralmente bueno, es moralmente malo, sólo “porque Dios lo dice así en la Biblia”.
Nuestra sociedad sabe que con este argumento las iglesias cristianas han justificado las guerras, la esclavitud, la segregación racial, la discriminación de la mujer, etc.; y hoy en día, la discriminación de las personas homosexuales. Y aún más, nuestra sociedad sabe que “lo que Dios dice en la Biblia” no puede deducirse de una lectura literalista del texto bíblico, sino que exige la intervención de las ciencias históricas, literarias, hermenéuticas, teológicas, etc.
Los comités de ética de muchas instituciones de nuestra sociedad están formados por profesionales de muchos ámbitos del conocimiento, es decir, juristas, médicos, biólogos, psicólogos, filósofos, teólogos, etc.; es decir, la ética es una disciplina interdisciplinar (que es lo que yo afirmo en mi estudio, y evidentemente esto no significa confundir la ética con la ciencia); y cuando llevan a cabo una afirmación ética, en este caso que los actos homosexuales de un matrimonio homosexual son moralmente positivos, normalmente suele ser el resultado de un discernimiento interdisciplinar.
Como le digo, hermano, no podemos decir que esos actos homosexuales son moralmente condenables, ignorando las bases científicas, antropológicas, éticas, jurídicas, etc., que sustentan la valoración moral positiva que de los mismos se lleva a cabo en la mayoría de nuestras sociedades occidentales.
Y no digo esto por mero “esnobismo cronológico”, sino fundamentalmente porque en la Biblia no podemos encontrar ninguna valoración antropológica de las personas homosexuales, simplemente porque los autores bíblicos ignoraban esta realidad. Como expongo detalladamente en mis tres últimos estudios, la Biblia sólo condena los actos homosexuales que se practicaban en su sociedad, los cuales se realizaban en un marco idolátrico y/o de violencia sexual.
La homosexualidad de la que habla la Biblia
Hermano, no creo que sea justo decir que mi reflexión ética no es bíblica, pues he dedicado dos estudios detallados a los textos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Simplemente usted los ignora, indicado que todo ello se encuentra refutado en un libro, y que no es necesario ni siquiera dialogar sobre ello.
Pues bien hermano, ni el libro que usted cita, ni obviamente sus artículos, tienen en cuenta la decisiva importancia exegética y hermenéutica que los textos que cito en mis estudios, a saber, los de 2ª Macabeos y Sabiduría, tienen para la comprensión de la homosexualidad en la Biblia.
Estos textos nos proporcionan una valiosísima información histórica para entender el marco idolátrico en que los textos bíblicos sitúan los actos homosexuales, (no a las personas homosexuales, ya que sería verdaderamente anacrónico pedir esa distinción a los textos bíblicos).
Es en base a estos textos que podemos estudiar el texto de Pablo en Romanos, y comprobar cómo Pablo cita “casi literalmente” a Sabiduría, y sitúa los actos homosexuales en un marco de idolatría, cuando describe la “impiedad e injusticia” de los paganos. A estudiar esto detalladamente dedico el tercer estudio de mi libro.
Pero es más, también Pablo tiene en cuenta la ética teológica del Levítico, y a estudiar este texto dedico el cuarto de mis estudios. En él expongo las últimas investigaciones exegéticas sobre el tema, mostrando cómo la prostitución sagrada es la realidad contra la cual se pronuncian esos textos del Levítico que condenan los actos homosexuales.
Como usted debe saber, sólo estos dos textos hablan explícitamente de actos homosexuales en la Biblia, el resto de referencias a los mismos son exegéticamente muy discutibles, aunque también a ellos les dedico algún comentario en mis estudios.
La conclusión que extraigo de todos estos estudios está claramente expresada en mi libro: la Biblia no pronuncia una condena general y universal de todos los actos homosexuales, sólo de aquellos que ella contempla: actos homosexuales realizados en un marco de idolatría y/o violencia; luego no sería justo hacer extensiva esa condena hoy en día a los actos homosexuales de dos personas homosexuales que se amen.
No es de extrañar que la conclusión a la que he llegado, después de todos estos estudios, es que las personas homosexuales tienen todo el derecho a ser admitidas como miembros de nuestras iglesias, en igualdad de condiciones, con cualquier otra persona heterosexual; y que los actos homosexuales a través de los cuales una pareja homosexual realiza su vida sexual, no sólo no son pecado, sino que son una bendición de Dios para sus vidas.
Una palabra final para continuar dialogando
Hermano, supongo que en este marco de diálogo (la web de Protestante Digital) no puedo extenderme más; sin embargo he de decirle que no creo que sea necesario que dedique más comentarios al resto de sus críticas, pues pienso que en esta respuesta puede encontrar las claves de interpretación que le permitan revisar esas críticas y entender que son fruto de una mala comprensión de lo expuesto por mí en el conjunto de los cinco estudios de mi libro, de los cuáles usted parece haber leído sólo dos.
Así que me gustaría terminar esta respuesta comunicándole mi voluntad de seguir abierto al diálogo, y pidiéndole a nuestro Dios que el Espíritu de su Hijo Jesucristo nos ayude a crecer en comunión y a ser un testimonio fiel de su Amor en nuestra sociedad. Un abrazo, hermano.
Notas:
1. Nota del editor: En anteriores ediciones del Magacín, el autor de Protestante Digital Will Graham publicó dos artículos de crítica al libro "Ética teológica y homosexualidad" de Juan Sánchez. A solicitud de Sánchez, publicamos el siguiente artículo, a modo de réplica.
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