10 críticas a la teología pro-gay del profesor evangélico Juan Sánchez Nuñez.
En este segundo artículo dedicado a la ‘Ética teológica y homosexualidad’ (2015) escrito por Juan Sánchez Núñez y disponible en la página web de la Iglesia Evangélica Española (IEE), nos centraremos en el capítulo dos: “¿Cómo valorar hoy la homosexualidad?”
Seguiremos el patrón de la semana pasada cuando estudiamos el primer capítulo, ofreciendo una crítica evangélica a las propuestas de Sánchez, profesor de Ética teológica en la Facultad de Teología SEUT.
Repetimos lo que destacamos la semana pasada: con esta lectura crítica no estamos negando la importancia de amar a la comunidad gay con la compasión de Cristo. En esta línea estamos cien por cien de acuerdo con Sánchez y la IEE porque los protestantes entendemos que el Dios del Evangelio nos llama a amar a nuestro prójimo. Lo que pretendemos con estos dos estudios es simplemente sopesar las propuestas éticas de Sánchez a la luz de la fe evangélica. Además, invitamos a todos nuestros lectores a descargar y leer el documento de Sánchez por sí mismos para comprobar si las críticas aquí presentadas son justificadas. Cada crítica está apoyada con citas del libro y el número de las páginas citadas entre paréntesis.
El profesor Sánchez divide su segundo capítulo en los siguientes seis puntos: 1) La esencial aportación de las ciencias: el matrimonio homosexual; 2) De los actos homosexuales a las personas homosexuales; 3) Nueva valoración de la sexualidad: derecho a la propia identidad; 4) La persona homosexual: igual, dignidad y respeto; 5) Visión antigua de la homosexualidad; 6) Visión actual de la homosexualidad; 6) Las personas homosexuales en nuestra sociedad y en nuestras iglesias.
Haremos diez observaciones críticas sobre el contenido de este segundo capítulo.
1.- Sánchez confunde la ciencia moderna con la ética
Como señalamos la semana pasada, Sánchez cae en el error de confundir la ciencia moderna con la ética. La ciencia moderna puede deciros que si colocáis una gota de veneno en el vaso de agua de vuestro amigo que éste morirá al beberlo. No obstante, lo que la ciencia moderna no os puede decir es si es moralmente correcto o incorrecto poner el veneno en el vaso. Así que cuando Sánchez arranca su ponencia aseverando que “Hoy, sería imposible entender la homosexualidad, sin tener en cuenta la esencial aportación de las ciencias modernas al conocimiento de la misma” (18) está simplemente confundiendo categorías.
La ciencia moderna no nos puede enseñar nada sobre la esfera de la ética ya que la ciencia es moralmente neutral. Puesto que Sánchez basa toda su exposición a favor de la homosexualidad en esta presuposición errónea, el resto de su exposición carece de peso intelectual. Con razón nos exhortan las Escrituras a no construir nuestras casas sobre la arena.
2.- Sánchez sufre de esnobismo cronológico
Otro error que predomina en el análisis de Sánchez es lo que mi paisano C.S. Lewis designó como “chronological snobbery”. Traducido al castellano, sería algo como “esnobismo cronológico”. ¿A qué se refería Lewis con este término?
A grandes rasgos es la presuposición de que el presente es mejor que el pasado. Esta convicción, apelando a la noción de progreso (otro concepto filosófico), considera que lo “antiguo” y lo “tradicional” son necesariamente inferiores al presente. Este prejuicio filosófico de Sánchez le lleva a describir todos los estudios actuales sobre la homosexualidad con vocablos cargados de sentidos positivos. Para él, la aceptación de la homosexualidad en la sociedad y en la iglesia se trata de un avance. El matrimonio homosexual es “novedoso” y “revolucionario” (18).
De todas formas, para usar la lógica de Sánchez contra su propio argumento, los cristianos sabemos que la homosexualidad es tan “antigua” y “tradicional” como Sodoma y Gomorra. Abundaba la homosexualidad en los días del Imperio Griego y luego en el Imperio Romano también. De hecho, el mismo Sánchez revela que, “un historiador, experto en el estudio del Imperio Romano, nos dice que la mayoría de los emperadores romanos tuvieron amantes masculinos” (18).
El matrimonio homosexual no es fenómeno nuevo. Fue gracias a la cristianización del Imperio Romano a partir del cuarto siglo que los matrimonios gais llegaron a ser prohibidos. En su pasión por el presente, Sánchez se olvida de lo “anticuado” que es el matrimonio gay. Si Sánchez desprecia tanto a los evangélicos clásicos por su postura “antigua”, “reduccionista” y “tradicional” tocante a la homosexualidad, tendría que mostrar la misma irreverencia hacia la homosexualidad ya que es igual de “anticuada”.
3.- Sánchez justifica la homosexualidad en base a la biogenética
No hay que fijarse en los actos homosexuales, razona Sánchez, sino en las personas homosexuales porque la persona homosexual “no es alguien que ha elegido su condición sexual” (19). La homosexualidad es un fenómeno biológico, genético.
Primero, las cosas no son tan claras como Sánchez nos quiere dar a entender. ¿Nos quiere decir que la ciencia moderna está unánimemente de acuerdo en que la homosexualidad no es una elección? Esperamos que no. Y si insiste en decir que es así, que nos comparta las fuentes de los estudios tan conclusivos que tiene en mente. En el mejor de los casos, Sánchez simplemente se ha confundido al hacer tal afirmación. En el peor de los casos, está mintiendo.
Segundo, aun en el caso dado de que la ciencia moderna concluyese que la homosexualidad fuera una condición genética o biológica, ¿qué más daría? ¿Acaso no enseña la fe cristiana que todos nacemos pecadores, malos, viles y depravados?
Yo también nací en pecado con un sinfín de deseos vergonzosos que me siguen acompañando hasta el día de hoy: lujuria, desviaciones sexuales, avaricia, codicia, odio, celos, etc. Pero según las Escrituras, ¿qué tengo que hacer con estos deseos? ¿Satisfacerlos ya que forman parte de mi constitución humana? ¿O negarlos? ¿Os imagináis si dijese yo a un juez: “No, señor juez, es que usted no entiende. Nací con un fuerte deseo de matar y violar. Por lo tanto, no me puede mandar a la cárcel por violar y matar a esa mujer inocente. Simplemente estaba siguiendo los dictados de mi ADN”?
Aunque nazcamos con ciertas predisposiciones en el corazón, esto no quiere decir que podamos dar rienda suelta a semejantes deseos a través de nuestros actos. La persona tiene que controlar sus actos. Es un agente moral responsable.
4.- La ética de Sánchez es secularista
Como observamos la semana pasada, no hay nada en la ética de Sánchez que un ateo materialista no sería capaz de enseñarnos. Es una moralidad secular, ilustrada, humanista, neo-pelagiana carente de Cristo. En vez de vivir para la gloria de Dios y gozar de Él para siempre, Sánchez nos asegura que lo más importante en cuanto a la ética teológica es la realización personal de cada uno (21). Uno tiene que desarrollarse “plenamente como persona” (22). Es una ética egocéntrica, y por lo tanto anticristiana, donde cada uno sigue los caprichos y antojos de su propio corazón.
La idea de que Dios determina qué es lo bueno y lo malo nunca se le ocurre a Sánchez. De hecho, en el primer capítulo de su obra, se mofa de tal noción. Entonces, si hay un conflicto entre la voluntad revelada de Dios en las Escrituras y la realización personal de un individuo, tiene que prevalecer el deseo de la criatura.
Es el triunfo del subjetivismo modernista. Sánchez ha descoronado al Dios de la Biblia en el nombre de la ilustración humanista. Su ética no corresponde al modelo neotestamentario de la moralidad en la cual los creyentes responden gozosamente ante el anuncio del Evangelio obedeciendo al Señor de todo corazón.
5.- Sánchez confunde el racismo y el feminismo con la homosexualidad
Uno de los argumentos más deshonestos y peor intencionados de Sánchez es cuando compara la homosexualidad con el racismo y el feminismo (20). El problema con esta analogía es que el color de la piel y el género de una persona no son cuestiones éticas, pero la homosexualidad sí lo es. Dios nunca condena a nadie por su color de piel ni por su género en las Escrituras. Sin embargo, sí censura la actividad homosexual una y otra vez.
6.- La antropología de Sánchez es secularista
Aunque Sánchez dedique su libro al tema de la ética teológica, revela que la homosexualidad es antes que nada “una cuestión antropológica” (22). “Sólo después de esta primera y fundamental valoración, que más que ética es antropológica, podemos pasar a la valoración teológica y moral de los actos homosexuales” (20).
En vez de empezar su antropología desde el relato bíblico donde Dios creó a un hombre y a una mujer, Sánchez se aferra a un concepto modernista del ser humano definido en términos de autonomía y realización personal. “Por homosexualidad no entendemos directa y exclusivamente los comportamientos homosexuales, sino la condición homosexual de un ser humano que, a través de sus comportamientos, busca la realización personal” (21).
Allí está la antropología de Sánchez: el ser humano es uno que busca la realización personal. Es decir, es aquél que hace lo que le da la gana para conseguir su propia felicidad. No hay ningún concepto de un ser humano creado para la gloria del Dios trino. En términos bíblicos, la propuesta de Sánchez es la antropología de la serpiente del Edén. El hombre se convierte en su propio dios. “Sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3:5).
7.- Sánchez se refiere a “situaciones desviantes”
En página 21 Sánchez escribe que “hay que descartar como formas definitorias de la homosexualidad aquellas que, dentro de la condición homosexual, son anómalas o desviantes, como por ejemplo: la pederastia, la prostitución, la violación, etc.”
Ahora bien, en base a su ética y antropología humanista, ¿por qué está mal la pederastia, la prostitución o la violación? Si la ética no se define en referencia a la voz del Omnipotente registrada en las Escrituras, sino en términos de “realización”, “desarrollo personal” y el “amarse” y el “aceptarse a uno mismo”, ¿quién es Sánchez para tachar a la pederastia, etc. como algo nocivo? ¿Qué pasa, por ejemplo, si alguien cree que está genéticamente programado hacia la pornografía gay infantil y se entrega a descargar miles de imágenes obscenas con el fin de sentirse sexualmente realizado y satisfecho? ¿O qué pasa si dos hermanos o dos hermanas carnales se aman y se quieren casar con las mismas ganas de auto-realización? ¿Qué propondría la ética humanista de Sánchez ante tales situaciones?
8.- Sánchez asevera que la homosexualidad no es un pecado
Dado que Sánchez no edifica su ética teológica sobre las Escrituras sino según intereses seculares, no resulta sorprendente que acaba este segundo capítulo afirmando que la homosexualidad no es un pecado. “Hoy en día la homosexualidad no puede ser vista como una enfermedad, ni como un vicio, ni mucho menos como un pecado. Decir que es pecado ser homosexual, es como decir que es pecado ser negro, o es pecado ser mujer. No, la homosexualidad ni es pecado, ni es una enfermedad, ni es un vicio, es una condición sexual de igual dignidad y valor que la condición heterosexual” (22).
Primero, Sánchez aviva el argumento sucio de comparar la homosexualidad con el racismo y el feminismo. Ya refutamos esta analogía en nuestro quinto punto. Segundo, fijaros en la total ausencia de contenido bíblico a la hora de hacer semejante aseveración. Si Sánchez fuese un político secular dando su ponencia humanista sobre la homosexualidad, podríamos dejar que sus comentarios pasen desapercibidos.
Al fin y al cabo, el mundo es el mundo. Los incrédulos no oyen la voz del buen pastor. Pero Sánchez y los portavoces de la IEE (aunque nos consta que no todas las congregaciones de la IEE) están defendiendo la presencia de la homosexualidad en el ministerio cristiano. ¡Se están metiendo con la gloria de Dios, el Evangelio de Cristo, la santidad del Espíritu, el bienestar del pueblo de Dios y la sola scriptura! ¿Quién es Juan Sánchez Núñez para definir qué es o no es pecado? ¿Acaso es más sabio que el propio Dios?
9.- Sánchez ofrece falsa esperanza a los homosexuales
¿Qué mensaje tiene Sánchez para los homosexuales? Dice: “Yo diría que aquí, la palabra fundamental que pronuncia la teología, que le dice a la persona homosexual (lo mismo que a la persona heterosexual), que es hija de Dios, que es amada y aceptada por Dios tal y como es, y que en ese amor y en esa aceptación debe encontrar fuerzas para aceptarse y amarse a sí misma, y ser capaz de vivir con dignidad y la alegría de un hijo de Dios” (22).
Después de desarrollar su ética y antropología secularista, todo lo que Sánchez tiene que decir a los homosexuales es que son hijos e hijas de Dios. ¿Qué pasa con el llamamiento a la santificación? ¿Y el tomar la cruz y el negarse a uno mismo? ¿Acaso Dios nos ha dado el derecho de ofrecer esperanza a alguien mientras que éste siga sin fe en Cristo y sin frutos de arrepentimiento? ¿Acaso no tiene que convencernos el Espíritu Santo de que verdaderamente somos hijos de Dios? Evidentemente, apreciamos el deseo pastoral de Sánchez, pero cuestionamos la legitimidad de su propuesta por razones bíblicas.
10.- Sánchez encuentra inspiración en un pastor gay en Turín
Sánchez finaliza el segundo capítulo de su libro hablando sobre una compañera italiana suya llamada Teresa. Escribe que, “La iglesia bautista italiana, junto con la iglesia valdense y metodista, han venido trabajando el tema de la homosexualidad, y después de un proceso de discernimiento sinodal, similar al que vienen realizando las iglesias de la IEE, han aceptado que haya pastores homosexuales al frente de sus iglesias.
Sin ir más lejos, en la iglesia bautista de Turín donde el hermano de Teresa es miembro, el pastor es homosexual y vive con su pareja en la vivienda pastoral que hay encima de la iglesia” (23).
Turín es un patrón para lo que Sánchez quiere ver en España. Nos parece trágico que éste sea “el desafío” actual que Sánchez discierne para la iglesia ibérica. ¿Nos reímos o lloramos?
En vez de enfocarse en la necesidad de estar centrados en el Evangelio, la predicación expositiva, la teología bíblica y sistemática, en la apologética, en el llamamiento a la santidad, en el envío de misioneros a otros países, en el servicio de la iglesia hacia los pobres y necesitados, etc.; Sánchez se dedica a elogiar la iglesia bautista italiana por ordenar a ministros homosexuales.
Conclusión
En suma, refutamos las propuestas de Sánchez por las siguientes razones:
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