La casi totalidad de países católicoromanos están tan pobremente evangelizados como los más laicos de Europa, y Roma no es una excepción.
La misionología habla de “plantatio ecclesiae” para describir el proceso de plantar una iglesia en una zona donde no hay ninguna. La razón fundamental de esta “plantatio” es que una vez la iglesia (católico romana) está instalada no es necesario plantar ninguna otra iglesia. ¡Esto es incluso más cierto en la ciudad de Roma!
En la ciudad donde la Santa Sede tiene su centro y donde se encuentra el corazón de la Iglesia Católico Romana, ¿quién se atreve a plantar una iglesia? ¡La Iglesia (con mayúscula) ya existe, por definición! De este modo, la plantación de iglesias a la sombra del Vaticano requiere una tarea extra para identificar un mandato bíblico antes de embarcarse en semejante labor.
OBSTÁCULOS ESPIRITUALES
La plantación de iglesias en Roma tropieza con una gran cantidad de barreras religiosas y culturales: los no católicos a menudo son percibidos como sectas, gente torpe, extranjeros o movimientos religiosos nuevos. Algunas veces, lamentablemente, la actuación evangélica (p.e. la estrechez de miras, la mentalidad tribal, el exceso de sensibilidad a las diferencias y el alejamiento de la vida real) confirma estos estereotipos.
El propósito, no obstante, debería ser mostrar que las iglesias evangélicas son bíblicas, clásicas, ortodoxas; iglesias protestantes que valoran la historia de la iglesia, el patrimonio de los Padres de la Iglesia y que tienen un largo legado en la historia del cristianismo, al tiempo que reflejan una vitalidad espiritual que les falta a tantas esferas del mundo religioso.
Después, están las trabas teológicas y espirituales. Aquí todo el tema de la mediación pasa al primer plano. ¿Cómo nos acercamos a Dios? El punto de vista católico estándar es que las personas se relacionan con Dios mediante el sistema sacramental de la “madre” iglesia. La mayoría de las palabras que se utilizan son las mismas (p.e. la gracia, la cruz, el Evangelio, la salvación), pero quieren decir cosas muy diferentes y sus significados tienen que ser abordados. Los fundadores de iglesias deben evitar el peligro de suponer que términos tales como gracia, fe, Jesús, iglesia, cruz y Evangelio son comprendidos tal y como están definidos bíblicamente. Desmantelar los viejos patrones y construir de nuevos es una labor continua. Suave pero firmemente la gente necesita distanciarse del bagaje sacramental/institucional y descubrir el Evangelio de nuevo.
Por último, existe la dimensión personal. El católico ordinario es alcanzado por el elemento personal del Evangelio pero, por lo general, no tiene conciencia de ello. Su religión es principalmente un conjunto de prácticas y tradiciones, pero no algo que involucra a toda su vida. Por consiguiente, la vida de comunidad, la vida de iglesia y la vida de familia son todos aspectos importantes para transmitir la diferencia práctica que una fe salvadora en Jesucristo trae a la vida cotidiana.
RETOS ECLESIOLÓGICOS Y OPORTUNIDADES DEL EVANGELIO
La casi totalidad de los países católico romanos están tan pobremente evangelizados como los países más laicos de Europa y Roma no es una excepción. La gran mayoría son cristianos nominales que tienen una pertenencia sociológica a una comunidad débil y ninguna fe salvífica en Jesucristo. Para la mayor parte de los católicos romanos la práctica se basa más en el catolicismo popular (p.e. devociones y procesiones) que en el cristianismo bíblico. La lectura de la Biblia estuvo prohibida durante siglos y esta censura ha producido un alto nivel de ignorancia bíblica. La gente cree que son “cristianos” porque fueron bautizados siendo niños y forman parte de una cultura “cristiana”, pero hay poco o ningún sentido de compromiso personal en lo que se refiere al Evangelio.
Más allá de la superficie religiosa exterior, existe una mezcla de idolatrías religiosas y seculares junto con una combinación de paganismo pre y post moderno. Mientras que la presencia de la iglesia institucional es ominipresente, el impacto del Evangelio es mínimo y está oscurecido considerablemente por las conveniencias sociales y la indiferencia práctica.
Roma es, por tanto, un campo de misión y la plantación de iglesias es la clave para el evangelismo y la transformación a través del Evangelio.
Roma no está ciertamente acostumbrada a dar la bienvenida al pluralismo religioso y a la diversidad de iglesias. A lo largo de los siglos la Iglesia se ha presentado siempre como única y cualquiera fuera de la Iglesia (Católico Romana) era considerado un hereje y/o un cismático. La reivindicación de ser una “iglesia” fuera de la Iglesia Católico Romana es contracultural, pero es algo que la mayoría de la gente encuentra intrigante. Esto es especialmente cierto cuando se celebra la Cena del Señor (la Eucaristía es la parte central de todo el sistema católico romano donde se entrecruzan sus dimensiones dogmáticas, jerárquicas y sacramentales). Es aquí donde los fundadores de iglesias envían el mensaje que la iglesia cristiana es indudablemente “una” y, por consiguiente, “católica”, pero no exclusivamente “romana”. La plantación de iglesias deconstruye la reclamación de la Iglesia Romana de ser la única iglesia y enfatiza la “unidad” de la iglesia en términos de fidelidad al Evangelio en lugar de una adhesión institucional al sistema papal.
En Roma hay mucho cinismo sobre la iglesia y la religión en general, al igual que en el resto de Europa. El clima cultural es escéptico, por lo que existen oportunidades para introducir el evangelio basado en el círculo virtuoso de la verdad evangélica, la comunidad evangélica y la cultura evangélica.
La plantación de iglesias es la clave para este objetivo ya que se une la creencia y la pertenencia, la proclamación y el servicio, lo personal y lo comunitario, la contextualización creativa y la obediencia a la Palabra de Dios.
“Plantatio ecclesiae” solía ser una acción que iba desde Roma al resto del mundo. Ahora, como siempre, se necesita que haya un compromiso que alcance a Roma como a cualquier otra parte del mundo.
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