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Protestante Digital

 
Revelación, iglesia y crisis (18)
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Yo estoy a la puerta y llamo

Carta a la iglesia en Laodicea (Conclusión) De todas las figuras que representan a Jesucristo, la del Señor Resucitado llamando a la puerta es quizás de la que se han hecho más obras de arte y escrito más volúmenes.
AGENTES DE CAMBIO AUTOR Óscar Margenet Nadal 06 DE SEPTIEMBRE DE 2013 22:00 h

Cerrábamos nuestro anterior artículo con la sentencia que el Señor le dirige al encargado de la iglesia en Laodicea: “Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.” (1)

A veces usamos la temperatura para describir un estado anímico o un rasgo de la personalidad. No es diferente el uso que se le da en este texto.

Si por frío o caliente se significan cualidades bien definidas, por tibio se entiende todo lo que es indefinido, indeciso o indiferente.

Los laodicenses deben haber comprendido bien el mensaje pues ellos traían el agua termal de Hierápolis, la que casi siempre les llegaba tibia a causa de la gran distancia que debía recorrer a través de ingeniosas canalizaciones.

De todos modos, beber un vaso de agua termal o ingerir una comida a temperatura tibia puede producir rechazo y náuseas. Además, no es mera coincidencia que el vómito sea tibio. El Señor afirma que no soporta al indefinido, indeciso o indiferente porque le es vomitivo.

SER TIBIOS ES SER INDIFERENTES
De la escuela recordamos con afecto a los profesores que nos exigían porque no les éramos indiferentes; no así a los que les daba igual que aprendiésemos o no. Por otra parte, lo peor que le puede pasar a un chico que gusta de una chica, es que esta se muestre indiferente con él; y viceversa. Si esos ejemplos no fueran suficientes: ¿Quién ignora que en todo matrimonio la indiferencia es la raíz de la disolución?

A menudo nos quejamos por vivir en una sociedad materialista, hipócrita y egoísta; pero ¿cuán a menudo nos preguntamos ‘por qué mi vida resulta indiferente a los que conozco y trato diariamente’?

No debiéramos recurrir siempre a la expresión: ‘esta es una sociedad muy dura y reacia al Evangelio’, pues ya se sabe que es una vana excusa para justificar nuestro statu-quo. Un cristiano, una iglesia cristiana, enfrenta serios problemas si, donde está, a la gente le da igual que si no estuviera. Por eso, sugiero hacernos estas preguntas:

¿Cuándo fue la última vez que comprobamos que el evangelio es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree? ¿Podemos decir que el Señor en su gracia inmerecida nos usa siempre como agentes de cambio?

En Laodicea todos eran autosuficientes, reinaba la autocomplacencia; no les faltaba nada, según creían ellos. A pesar de haber una iglesia en la ciudad no había pruebas de una vida mejor y más hermosa: la vida en Cristo.

SER TIBIOS ES SER NEUTRALES
El mensaje del Señor Resucitado no es neutro: es poder de cambio (2). Un cristiano genuino es un mensajero del poder que puede cambiar al ser humano; es un ‘testigo’ que da fe de que el mensaje que transporta es verdad porque ¡Jesucristo lo ha cambiado a él en primer lugar!El testigo que da testimonio del mensaje que lo cambió ha dejado de resistir a Dios, ahora es sumiso a Su voluntad. Nunca es neutral.

Nuestro Dios es personal y habla por medio de personas. Toda persona que vea los resultados de la obra del Espíritu en el mensajero del Evangelio no ha de quedar igual. Su respuesta no puede ser tibia; si recibe a Cristo tendrá vida, será caliente; si no recibe a Cristo seguirá sin vida, será frío. Nunca será neutral.

Un cristiano, una cristiana que se congregue pero no produce cambios en su vida o en el medio donde vive, no se ha sometido a Cristo; aún le resiste en algún aspecto de su vida; no es un agente de cambio sino de ‘lo que hay’. Lo realmente lamentable es cuando confundimos neutralidad con ser respetuosos de los demás.

SER TIBIOS ES VIVIR A MITAD DE CAMINO
Muchos de los que seguían a Jesús por el árido paisaje de su tierra natal, lo hacían por razones diferentes a las que tenía el Hijo de Dios para buscarlos. Él mismo no se fiaba de ellos porque sabía lo que había en sus corazones(3).

No es distinto hoy; Jesús no está visible como hace dos mil años; pero está en su cuerpo: la iglesia. Causa preocupación a no pocos pastores probos ver a muchos creyentes sencillos de su congregación que viven convencidos de que son diferentes a los pecadores que seguían al Maestro solo para satisfacer sus necesidades.

A los lugares de culto de algunas iglesias acuden hoy muchos por comida, provisiones, ropa, algún trabajo y momentos sociales agradables, aunque también se les ofrezca comunión fraternal en Cristo y enseñanzas bíblicas para vivir una vida de fe cuya conducta se basa en el amor a Dios, a los semejantes y al medio ambiente. En otras iglesias creen que lo social no entra en la doctrina; y todavía están las que se ocupan sólo del ‘aquí y ahora’.

De hecho, la iglesia local es el agente de Jesucristo en busca del individuo real allí donde vive su condición de pecador irredento y sin esperanza. Él desea salvarlo como un ser íntegro: cuerpo, alma y espíritu; no una parte de él, sino ¡todo! Creer en el Redentor es aceptar que Él desea redimir toda Su creación, no solo una parte de ella (4).

El que cree que ser cristiano es vivir la fe de Jesucristo solo en lo intelectual, en lo emocional, o en lo ético- moral, por bien que lo haga, está a solo a mitad del camino. No se puede ser un poco cristiano hoy, un poco cristiano mañana, o un poco cristiano siempre. Aunque la santificación que Dios opera en cada creyente es un proceso que lleva toda la vida, día a día, no podemos ser más o menos cristianos; somos, o no somos cristianos en el sentido que la Palabra, no como creemos cada uno según nuestra propia conveniencia.
No registrar avances en la vida de fe es quedarnos a los umbrales de una vida plena en el Espíritu, no palpar la cercanía de Jesucristo (5).

A los indiferentes, neutrales y que se quedan a medio camino el Señor los llama tibios. Él los devolverá a su situación anterior, donde sufrirán una condición mucho peor que la que tenían antes de oír Su nombre (6).

CONSEJOS PARA AUTOSUFICIENTES
“Dime de qué presumes y te diré de qué careces” es un dicho vulgar que se aplicaría muy bien a los de Laodicea; también a muchos que hoy día presumen de no presumir de nada. A los laodicenses, y a todos los que presumen de vivir en la prosperidad material y no necesitar de nada, el Señor de la iglesia dice:

“Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.”(7)

Dijimos que Laodicea había llegado a ser una de las ciudades estado más ricas del Asia Menor. Era como un pequeño paraíso donde todos disponían de riquezas. Confiaban en su poder adquisitivo y se sentían realizados. Pero, el Señor los llama a la cruda realidad. Les aconseja que compren de Él:

a) Oro refinado al fuego.Parece redundante decir a los que ya se creen ricos que deben comprar oro. La razón de este consejo es que con dinero se pueden obtener muchas cosas, pero no las que realmente importan: la salud integral, la felicidad, el consuelo ante la pérdida de seres queridos. Todavía nadie ha podido vencer el dolor, la soledad y la muerte por tener mucho dinero. La lección es: si crees que tienes tanto que no necesitas de nada, eres realmente pobre. En la Biblia el oro refinado a altas temperaturas en el crisol es simbólico de la fe probada a través de las dificultades y duros golpes de la vida. La fe que sale reluciente del horno de la prueba permite al creyente enfrentarse con lo que venga, porque entonces sí que es verdaderamente rico (8).

b) Vestiduras blancas.Laodicea era famosa en todo el mundo por sus confecciones finísimas y costosas. Sin embargo, el Señor le hace ver que estaba espiritualmente desnuda. Le aconseja que compre de Él vestiduras blancas, las que simbolizan la pureza de vivir cerca de Dios habiendo vencido toda desnudez y vergüenza. Esto nos lleva a recordar el temor y vergüenza de Adán y Eva cuando descubrieron su desnudez y se escondieron. El Creador los encuentra y los viste mucho mejor que lo que ellos habían podido tras su mortal desobediencia.
Los laodicenses vivían conforme a los dictados de la moda, adornándose por fuera; cubrían su cuerpo pero dejaban al desnudo su alma. Desde Su santidad y pureza el Señor Jesucristo es el único que puede vestirnos fortaleciendo el carácter, hermoseándonos con una personalidad pacífica, con acciones de justicia, con amor por la misericordia y con una actitud de humillación solo ante Él (9).

c) Colirio para sus ojos.En lo que era el centro mundial del colirio, el Señor dice a la iglesia que ella es ciega; que no ve su pobreza y desnudez. ¿Podríamos confiar en un oculista no vidente? El Señor interpretó el dicho ‘Médico cúrate a ti mismo’ a los de la sinagoga de Nazaret, el día que quisieron matarlo (10).

Se dice que el colirio de Laodicea curaba, pero que primero producía un escozor molesto en los ojos. Quizás los laodicenses rehuían al ardor y picazón de su propio colirio; creyendo que veían eran ciegos. Predicarían con elocuencia y se sentirían satisfechos; luego vivirían como el resto de los pecadores. Recomendaban a otros la medicina que no aplicaban en sí mismos. No querer vernos como somos es estar ciegos. Solo Jesucristo puede abrirnos los ojos.

LA REPRENSIÓN DEL SEÑOR ILUMINA
“Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.”(11)

Esta confirmación es un hilo a lo largo de las Escrituras. Ignorarla es caer en uno de dos peligrosos prejuicios: a) Dios es amor y al final va a salvarnos a todos. b) Dios es un anciano caprichoso que disfruta castigándonos. W. Barclay compara este texto con el proverbio de Salomón: Porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere.”(12)Dice el autor escocés: “En la traducción griega de la Septuaginta la palabra ‘amar’ es agapán, que expresa la actitud inalterable de buena voluntad que nada puede convertiren odio; pero es una palabra que puede que tenga más de la cabeza que del corazón; y en la cita del Cristo Resucitado cambia agapán por filein que es la del afecto más tierno. Podríamos parafrasearlo de la manera siguiente: ‘Es a las personas que me son más queridas a las que les aplico la disciplina más severa.’” (13)

David es reprendido por Natán de esa manera; para que viese su pecado y se arrepintiese (14).

LA REPRENSIÓN DE DIOS DISCIPLINA
A lo largo de las Escrituras campea la disciplina que el Señor desea ver en sus hijos e hijas. Muy en especial en el libro de Proverbios:
“El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige (…) No rehúses corregir al muchacho; porque si lo castigas con vara, no morirá. Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol (…) Fieles son las heridas del que ama (…) La vara y la corrección dan sabiduría; mas el muchacho consentido avergonzará a su madre (…) Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma.”(15)

El salmista reconoce la disciplina del Señor:
“Bienaventurado el hombre a quien tú, JAH, corriges, y en tu ley lo instruyes.”(16)
El justo Job aprendió que la disciplina del Señor es la mejor:
“He aquí, bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga; por tanto, no menosprecies la corrección del Todopoderoso.”(17)

Pablo nos explica la razón por la cual los cristianos somos disciplinados por el Señor:
“mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.”(18)

Y la epístola a los hebreos nos abre los ojos aún más:
“Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado; y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor,
ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?

Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.” (19)

Por la Palabra eterna del Dios que es Fiel y Verdadero podemos afirmar que Él siempre busca nuestro bien. Sabe, porque es nuestro Creador, que no puede dejarnos sin disciplina; sería obrar de manera incompleta. Él sabe que tenemos un potencial inconmensurable que solo aflora y se perfecciona modelándonos a la imagen de su Hijo Jesucristo, como el artista incansable trabaja esculpiendo la dura piedra con cincel y martillo.

Nuestro Padre celestial, como un buen padre que ama de verdad a sus hijos: seguramente sufre con nosotros cada vez que nos disciplina. Tiene compasión de nosotros como primero la tuvo con Jesús, de quien se declara:
“Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (20).

CRISTO LLAMA A LA PUERTA
De todas las figuras que representan a Jesucristo, la del Señor Resucitado llamando a la puerta es quizás de la que se han hecho más obras de arte y escrito más volúmenes.
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.”(21)

Solo me remitiré a aportar unos pocos pensamientos a todo lo dicho - de excelente factura - por elocuentes comentaristas, poetas y predicadores.

Aplicada más asiduamente en las prédicas dirigidas a pecadores inconversos, pienso que solo los cristianos podemos comprender mejor el significado de este llamado del Señor. Él está del lado de afuera; el texto da a entender que esa puerta ha sido cerrada por quien está adentro. Solo el que está adentro puede abrirla.

Parece un contrasentido que sea la puerta de una iglesia o de un cristiano la que ha sido cerrada dejando fuera a Quien debiera estar adentro.

La esposa indiferente e infiel terminó por dejar afuera a su marido. Por esa causa, antes que una invitación el llamado del Señor es un ruego. Suena como tierno y sufrido llamado.

¿Cuánto tiempo habrá pasado allí afuera?

La persona que está adentro debe responder: puede verle como a un vendedor domiciliario y despedirlo como ha hecho con muchos otros que han pasado antes.

Pero, si descubre que es su Señor, el mismo a quien ha dejado afuera, debe reconocer su pecado, arrepentirse e invitarle a entrar. Es su decisión.

He visto en casas de cristianos el texto “Jesucristo es el huésped invisible en este hogar”. La Palabra nos muestra a Jesucristo como el huésped que, habiendo entrado un día, ha sido olvidado y, poco a poco, expulsado. Otros visitantes, otros bienes y otros proyectos lo han ido desalojando. Hasta es posible ser muy religioso y no darse cuenta que la religiosidad ha expulsado a quien se dice adorar.

JESUCRISTO VIENE PRONTO
Por otra parte, los tiempos que vivimos muestran señales que anuncian la cercanía del regreso del Señor. El fin de los tiempos está cercano (22). Debemos estar preparados para abrir la puerta en cuanto oigamos que el Señor llama, y abrirle (23).

Estar listos para recibirle es vivir en amor, pues el Señor vendrá como Juez (24). En todo el NT se nos advierte acerca de la inminencia de la segunda venida delo Señor. Él vendrá como Juez y Rey.

Hay países donde la comida más importante es la cena. El desayuno es frugal pues le siguen horas de trabajo. El almuerzo, solo un corto intervalo en esas largas horas fuera del hogar. El ofrecimiento del Señor es entrar a cenar; a tener gratos momentos de comunión, sin horarios ni límites; esa comunión cordial y permanente que enriquece la vida.

El que no le abra está ciego y sordo, incapacitado para descubrir que ese llamado trae una bendición mucho mayor que la cree haber alcanzado por sus propios méritos.

¿Oyes Su llamado? No dejes tu puerta sin abrir. ¡No pierdas tan grande bendición!

“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.”(25)

¿Quién sería un vencedor entre los laodicenses? Todo aquél que abriese la puerta cerrada a Jesucristo. La recompensa es compartir el amplio trono desde donde Él reina. ¡Vaya recompensa! Por ella ¿Quién no sería lo suficientemente sabio como para renunciar a todos los sitiales mundanos conquistados? Vencer en esta vida sobre todo lo mundano y pasajero es pasar a compartir el trono con el Vencedor eterno.

El Señor Jesucristo nos ofrece compartir nada menos que aquello que Su Padre ya ha compartido con Él.

“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”(26)

Las cartas a las siete iglesias son mensajes para las iglesias locales de todas las épocas, sus pastores, encargados y para cada cristiano o cristiana que desea crecer en Su conocimiento y agradarle cada día mientras le espera. Haremos muy bien en concentrarnos en estos mensajes que nos revelan a un Dios dispuesto a sostenernos en medio de las crisis que tengamos que enfrentar en toda época en el lugar donde vivimos.
Él quiere hacernos vencedores, para reinar por siempre con el Vencedor.(Fin de esta serie)

En nuestra próxima iniciaremos otra serie, si el Señor lo permite.


-----------------------------------------------------
Notas
1. Apocalipsis 3:16
2. Romanos 1:16
3. Juan 2:24
4. Isaías 45:22
5. Romanos 12:9-21
6. 2ª Pedro 2:20
7. Apocalipsis 3:18
8. 1ª Pedro 1:7
9. Miqueas 6:8
10. Lucas 4:23
11. Apocalipsis 3:19
12. Proverbios 3:12
13. William Barclay, Comentario al Nuevo Testamento, Apocalipsis, Volumen 16, página 66
14. 2ª Samuel 12:1-14
15. Proverbios 13:24;23:13,14ss; 27:6; 29:15,17
16. Salmo 94:12
17. Job 5:17
18. 1ª Corintios 11:32
19. Hebreos 12:4-11
20. Ibíd. 5:8,9
21. Apocalipsis 3:20
22. Marcos 13:29; Mateo 24:33
23. Lucas 12:36
24. Santiago 5: 9
25. Apocalipsis 3:21
26. Ibíd. 3:22
 

 


2
COMENTARIOS

    Si quieres comentar o

 
Respondiendo a

Óscar Margenet Nadal
12/09/2013
14:22 h
2
 
Gracias hermano Félix, pués ya somos dos los bendecidos por nuestro Padre! Paz del Señor.
 
Respondiendo a Óscar Margenet Nadal

Félix
11/09/2013
11:31 h
1
 
Ha sido muy buena esta serie. A mí me ha sido de provecho. Gracias don Óscar.
 



 
 
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