Nos casamos realmente siendo muy jóvenes, yo todavía no había terminado la carrera, los regalos de boda no llevaban lista de bodas ni número de cuenta bancaria y, tan felices!.
Al día de hoy, todavía conservo casi todos los regalos de mi boda y sé quien me regaló cada uno; eso, quizás no fuera tan “fashion”, tan moderno, ni tan maravilloso; pero era verdaderamente entrañable.
Tuvimos un regalo muy especial de alguien a quien yo quise y respeté mucho durante toda mi vida, Don Celestino Puente, un verdadero siervo de Dios que hoy ya está en Su presencia, alguien que amó y sirvió a su Señor hasta el final de su dilatada vida.
El regalo de Don Celestino consistía en un cuadro realmente bonito, era de madera noble y piel auténtica y en él estaban grabadas, en letra heráldica, las preciosas palabras del salmo 37
“Encomienda al Señor tu camino,
Confía en El y El hará.
Exhibirá tu justicia como la luz,
Y tu derecho como el mediodía.”
Qué bonito!..... Cómo me gustó!... Era (y sigue siendo) realmente hermoso y, la primera parte del texto era algo que mi abuela nos repetía constantemente, sobre todo cuando nos veía en apuros. Así que algo que, yo que reconozco que soy un tanto histérica con eso de la decoración.... Me gustan las cosas con estilo, bonitas y bien colocadas, colgué aquel precioso cuadro en una pared de nuestra habitación donde -por supuesto- decoraba bien y donde lo pudiera leer cada vez que me acostaba.
Cada noche, al irme a descansar, leía el precioso versículo del cuadro de mi querido Don Celestino; pero, por alguna razón, siempre me quedaba a la mitad: “Encomienda al Señor tu camino, confía en El y El hará...”. Si, precioso versículo!, palabras que confortan el alma y lo que siempre me repetía mi abuela.
Pasaron los años, corrieron los tiempos, la casa se nos llenó con tres preciosos niños.... Y, la vida!... Llegó un momento, no importa cuando, ni el motivo, ni el porqué, en el que tuve que atravesar por una situación dura, difícil, larga en el tiempo y -sobre todo- tremendamente injusta. Fueron tiempos difíciles en los que el cincel de Dios me pulió con dureza, pero de los que salí muy fortalecida y mucho más cerca de mi Señor.
Una noche, de esas en las que parece que el mundo -con todo su peso- se cae sobre los hombros, recuerdo que me senté en la cama antes de acostarme, rota, literalmente rota, no podía más con todo lo que estaba viviendo, era demasiado para mis débiles hombros y tenía una sensación terrible de soledad e incomprensión y, simplemente, rompí a llorar por dentro y por fuera: mi corazón estaba hecho pedazos y , realmente, no podía más. De repente, levanté los ojos y miré al fondo de la habitación y, cómo no!, allí estaba el cuadro de Don Celestino y... No sé!, en aquel momento saltaron, como si salieran del cuadro, no las primeras, sino las últimas palabras del texto, aquellas en las que nunca me fijaba: “Exhibirá tu justicia como la luz y tu derecho como el mediodía”. En aquel instante se me hizo la luz, Dios me estaba hablando directamente a mi, en aquella difícil situación mediante aquel precioso regalo de un bendito siervo Suyo y, comencé a entender, si!, lo comprendí absolutamente todo. Aquella situación era dolorosa?... Por supuesto! Y, lo mas duro para mi, tremendamente injusta?... Pues también!. Pero allí estaban escritas aquellas preciosas palabras: “Exhibirá tu justicia como la luz y tu derecho como el mediodía”.
Todo comenzaba a cobrar sentido, la primera parte del texto y la segunda estaban en perfecto orden, sólo era cuestión de encomendar mi causa al Señor y esperar a que El se encargara de todo mi dolor, llegaría el momento en que mi Dios pondría todo y a todos en su justo lugar.
Hace bastantes años que sucedió todo esto y, cuando miro hacia atrás puedo decir que Dios se encargó de mi causa y, por supuesto! … Exhibió mi justicia como la luz y mi derecho como el mediodía.
Bendito Dios, sobre todas las cosas!.... Bendito Don Celestino, siervo del Altísimo!... Y bendito y precioso cuadro!... Todavía hoy, después de 32 años sigue colgado en el mismo sitio.
Te parece que la vida es injusta?, te parece que tus circunstancias actuales no son buenas, son dolorosas y clamas por revindicar tus derechos?. No lo olvides, sólo encomienda tu causa al Señor y El se encargará del resto. Lo sé muy bien, lo he vivido aquella vez y muchas otras más, es por eso que te puedo decir que te comprendo, que voy a orar por ti -aunque no sé quien eres- y que te puedo asegurar que Dios es fiel.
“Ocupar tiempo con Dios,
pone todo lo demás
en la perspectiva correcta”
JMS
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