Hace unos cuantos días, escuché una frase que -definitivamente- prendió mi corazón, me emocionó y habló a lo más profundo de mi ser; no sé quien la escribió, pero dice así:
“Aunque a veces la iglesia tenga la cara sucia, sigue siendo la novia de Cristo el Señor”.
No corrieron buenos tiempos para mí ni en la primavera ni en el verano, por diferentes motivos y cada una de las cosas que me ocurría, siempre terminaba llevándome al mismo pensamiento, la cara sucia de la iglesia.... Esto no me gusta, esto está mal hecho, esto no se puede consentir, quiero comenzar de nuevo y hasta.... Por favor!!.... Quiero salir de aquí!!.
Me ahogaban las circunstancias, las preguntas y todo lo que me rodeaba; pero, una y otra vez, escuchaba la voz del Señor: “Paraos, estad quietos y ved la salvación del Señor”.
Sí, me paré, acepté y comprendí que -aunque no entendiera- el propósito del Señor era claro y firme: te quiero aquí, sí, aquí donde no te gusta, donde ves un defecto tras otro, y donde parece que te vas a ahogar.
A veces, me sorprende como trabaja el Señor en la vida de aquellos que se lo permitimos.
Tuve una semana de vértigo, el domingo tenía un montón de gente a comer, y el sábado, no es que fuera obligatorio, pero realmente debería asistir todo el día a un seminario. Yo no quería ir, estaba realmente agotada y terminaba una semana en la que había estado mal de salud, pero decidí que debía de ir.
Hacía frío, no había excesivo número de gente y yo iba sin demasiadas ganas, cuando -en la primera reunión el Señor me despertó y me dio en la frente cuando escucho la frase: “Aunque a veces la iglesia tenga la cara sucia, sigue siendo la novia de Cristo el Señor”.
Cuando escuché esto, casi me atraganto y mis ojos se llenaron de lágrimas. Era mi querido hermano y consiervo Manuel Luna quien estaba hablando. Él siguió hablando y hablando; pero yo no podía salir de aquel pensamiento, la cara sucia de la iglesia.... Si, esa cara que a mi me dolía, que yo no entendía, y que hasta me enfadaba.... De repente, mi corazón se llenó de amor hacia cada uno de mis hermanos y se me hizo la luz ante lo que parecía haber olvidado, cada uno de mis hermanos costó la sangre de Cristo, mi iglesia, yo misma (que no soy perfecta, ni mucho menos...) hemos costado la bendita Cruz, la bendita Sangre y los benditos clavos de mi Señor.
Que tiene la cara sucia??, pues si; Qué el Señor dice que tiene que estar sin arruga ni mancha??, pues también: Pero, aquí estoy yo, no para quejarme, criticar y enfadarme; sino para, con sumo cariño, limpiar suavemente las manchas, curar dulcemente las heridas, hidratar y nutrir con La Palabra y todo mi amor, esa preciosa cara de la novia de Cristo el Señor.
No sé qué opináis vosotros de todo esto. Por supuesto que yo no soy la que está por encima de todos, ni siquiera la que puede tomar todas las decisiones que yo quisiera. Sigue habiendo cosas que no me gustan y muchas otras que quisiera que cambiasen; pero mi actitud cambió radicalmente.
Hay cosas en mi vida que no entiendo, no comprendo y me pregunto, una y otra vez el porqué, pero....Como siempre, nuevamente, me encuentro a los pies del Señor diciendo: Aquí estoy, Padre, tómame, úsame, moldéame, y -en esta ocasión- ayúdame en la parte que me toca, a restaurar la cara sucia de tu iglesia preciosa. Te amo Padre, a ti sobre todas las cosas, a cada uno de mis hermanos y a tu maravillosa iglesia, aunque tenga la cara sucia.
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