Estados Unidos soñaba con su Utopia y Gillian Flynn se la dio. El problema, como pasa con otras adaptaciones que se han de creaciones británicas al otro lado del Atlántico, es que no es lo mismo. Incluso a pesar de contar con el creador de la serie original, Dennis Kelly, para el guion, el remake que en 2020 apareció en la plataforma Prime Video no es tan bueno como la producción que el propio Kelly creó en 2013 para la cadena pública Channel 4.

Si la primera temporada de la serie británica era una especie de oda audiovisual a la sofisticación de la mentira en un contexto general en el que abundan cada vez más las conspiraciones, la segunda ahondaba en la relación que acaba teniendo la mentira con la muerte, y en cómo una sociedad dirigida por la falta de verdad conduce a una mayor mortandad.

El remake que desde Estados Unidos hace Flynn pierde la originalidad que caracteriza a la serie de Kelly y desarrolla la trama con algo más de ingenuidad. No obstante, mantiene ese carácter de thriller que engancha fácilmente y explicita todavía más las ideas de Malthus sobre la superpoblación del planeta. 

Además, un reparto con algunos rostros conocidos de Hollywood, como John Cusack, Sasha Lane o Rainn Wilson terminar por darle cierto caché.

[photo_footer]El reparto de la versión estadounidense incluye rostros conocidos, como el de Rainn Wilson (The Office). / Fotograma de la serie, Prime Video.[/photo_footer]

Un problema con la verdad

La trama de la serie recoge lo que parece ya un problema generalizado por parte de nuestra civilización con la verdad. La obsesión por las supuestas profecías de un cómic escrito por un científico perturbado sitúa la cuestión de la verdad en el presente en un plano muy frágil. La serie recoge toda esa ansiedad por el porvenir, pero también el realismo de una sociedad que ignora sus señales.

Es como si la verdad repeliese, en lugar de atraer. El enfoque se sitúa en conseguir la “información” (en la serie, el manuscrito por el que luchan todos) para poder anticipar el golpe y moldear un vida en base a ello. El problema es que, en nuestro contexto, una buena parte de la población adquiere esa “información” siguiendo bulos en redes sociales o personajes que se hacen pasar por “guardianes de la verdad” y que, en realidad, están tan condicionados por una serie de factores ideológicos y sociales que solamente pueden hablar mentiras.

En el Evangelio de Juan encontramos al mismo Dios encarnado, a Jesús, viniendo pero sin ser recibido (Juan 1:11). Más adelante, en su conversación con Pilato, Jesús asegura haber venido al mundo para dar testimonio de la verdad (Juan 19:37). Sin embargo, la pregunta de Pilato –¿qué es la verdad?– es la que resuena en nuestra historia. 

Y es aquello que puede seguirse en buena parte de la trama de Utopia, para mí una de las mejores series del siglo XII (aunque la versión británica). Si, incluso, hasta el concepto de verdad se puede debatir, eso significa que somos la civilización más pobre que ha existido. 

[photo_footer]Utopia muestra cómo las falsas verdades apagan el deseo de querer buscar lo realmente verdero. / Fotograma de la serie, Prime Video.[/photo_footer]

¿Qué es la verdad?

¿Cómo es posible que resulte tan difícil definir la verdad hoy, sus límites y su esencia? ¿Cómo es posible que el relativismo se lo haya tragado todo bajo un orden, por cierto, intolerante e incuestionable?

El problema, en parte, tiene que ver con la forma en la que muchos buscan la verdad en cómics (una exageración, como en el caso de Utopia), en redes sociales o en grupos afines a ciertos gustos personales similares. Se crean tantas “falsas verdades” que para cuando alguien habla de la Verdad, ya se ha extendido un relativismo y un escepticismo generalizados. Pero no hay lugar para el catastrofismo. 

En el mismo Evangelio de Juan (8:44), Jesús también describe esta “actividad satánica” que ha caracterizado al mundo en su funcionar histórico y que es inherente a aquel que “habla mentira” porque “es mentiroso” y “padre de mentira”. 

Por eso, la Verdad no puede verse entenebrecida por todas aquellas “falsas verdades” que surgen entre pasillos, delante de micrófonos y cámaras o en pantallas donde el último gurú del conspiracionsimo digital “ha hablado”. 

Solamente Cristo se identifica a sí mismo como la verdad (Juan 14:6) y, por tanto, el que libera (Juan 8:32). Todo lo demás entra en esa vanidad que Pablo describía al margen de la realidad de Cristo (1 Corintios 15:17), sin el cual solo hay lugar para la mentira y la muerte. Pero lo cierto es que hay Verdad, y hay salvación.

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[title]Por un año más[/title]

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