Después de la magnífica The Wire, costaba imaginar que David Simon pudiese regresar a Baltimore por todo lo alto. Y aunque no se pueda afirmar eso exactamente, sí que cabe decir que lo ha hecho. Y bastante bien. El periodista, guionista y productor está detrás de We own this city, otro relato policíaco que tiene lugar en la conocida, aunque sea por sus elevadas tasas de crimen, ciudad de Maryland.

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Como hizo con The Wire, Simon tiñe de investigación periodística su nueva producción, que se basa en hechos y en personajes reales, como la muerte de Freddie Gray, la creación de la polémica Unidad de Tareas de Rastreo de Armas de la policía local de Baltimore, el sargento Wayne Jenkins y su equipo o el caso del inspector de homicidios Sean Suiter. Todo ello recogido en el libro homónimo de Justin Fenton, que inspira la nueva miniserie de Simon.

Un nuevo relato sobre la crueldad de la vida de la calle, el abuso de poder y esos márgenes que, a veces, la ley parece incapaz de cubrir y que se llenan de escoria. Si The Wire comenzaba sus capítulos con una cita que alguno de los personajes que aparecían en ese mismo episodio mencionaba durante la trama, en We own this city el inicio y el final de la serie están marcados también por el discurso y la reflexión que, con un guiño a la crítica contra la violencia policial y los albores del movimiento de protesta que irrumpiría a nivel social con la muerte de George Floyd en 2020, proviene sobre todo de la voz que es objeto de crítica. Esto es, esa figura policial tan típicamente asociada a la cultura estadounidense, que camine impune e impasible ante la vida que se extiende a sus pies, y que tan bien interpreta Jon Bernthal (como Wayne Jenkins).

[photo_footer]La serie recojo el proceso de los hechos que ocurrieron en relación con la polémica Unidad de Tareas de Rastreo de Armas de la policía local de Baltimore, formada por agentes que luego fueron condenados por corrupción o extorsión entre otros delitos. / Fotograma de la serie, HBO.[/photo_footer]

Todos sospechosos

Buena parte del reparto de The Wire hace, al menos, acto de presencia o incluso interpreta papeles destacados en We own this city, como es el caso de Jamie Hector, que en la serie de principios de los 2000 da vida a Marlo Stanfield, jefe de su propio grupo criminal, y en la miniserie de 2022 es Sean Suiter, un inspector de homicidios, hombre de familia pero con un pasado que le persigue.

La tensión en We own this city no está libre de polémica, al abordar la problemática actual de discriminación en Estados Unidos y los nuevos reclamos del movimiento de protesta que se inspira en los derechos civiles de la década de 1960. A pesar de que ahora hay mucho más carácter ideológico y la protesta se generaliza, asumiendo cuestiones que ni siquiera tienen que ver directamente con el tema.

En ese escenario de enemigos mutuos que nos presenta Simon en la serie, todos son sospechosos de todo y por parte de todos. Por eso, incluso alguien que está sentado en las escaleras de la puerta de su casa puede ser detenido impunemente y, al mismo tiempo, la policía es incapaz de encontrar un jurado en el que ninguno de sus miembros se haya visto perjudicado por sus abusos y pueda tomar una decisión con imparcialidad.

Si la antigüedad estaba caracterizada por la brutalidad sin más, nuestro presente, aunque más exhaustivo en sus procedimientos, sigue mostrando vestigios de aquella misma brutalidad. Esto lo refleja bien Simon, con ficción dramatizada, en el caso de los agentes de policía que formaban parte de la unidad encargada de rastrear armas y sus posteriores entrevistas en el proceso de investigación que lleva a cabo el FBI con ellos. 

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Una afirmación parece resumir toda la trama: vivir hasta que dure. Es lo que le dice uno de los agentes a otro cuando ambos perciben ser conscientes de que están siendo investigados por los federales. Lejos de volverse de sus “malos caminos” (Zacarías 1:4), son el rostro y la expresión de una sociedad que se ha encadenado al abuso de lo instantáneo. Como si no hubiera perspectiva de vida en ese panorama.

[photo_footer]La serie refleja bien cómo el monopolio del poder y la violencia mueve los deseos desde siempre. Dominar, y no ser dominados, ha sido nuestra lucha cósmica. / Fotograma de la serie, HBO.[/photo_footer]

Verdadera justicia

Si The Wire acaba aludiendo a que no hay completa justicia que puedan ser hallada aquí de por sí, administrada por las instituciones y los procedimientos legales que se han constituido, con We own this city, Simon renuncia a ser tan crudamente realista y presenta otro retrato distinto. El crimen es perseguido, incluso cuando lo provoca aquel que debería trabajar contra él. Pero se vuelve a guardar otra nota de realismo en lo que concierne a la reparación. Y es que, aunque pueda haber condena, en muchos casos está ni siquiera repara el daño de la víctima y la convivencia se convierte en una existencia plagada de traumas y amargura.

El problema, tal y como refleja bien la serie, es que el monopolio del poder y la violencia mueve los deseos desde siempre. Dominar, y no ser dominados, ha sido nuestra lucha cósmica. Por eso, el sanguinario Lamec era capaz de matar por su herida, y proclamar una venganza hasta setenta veces mayor que su daño (Génesis 4:23-24)

Pero Dios ha obrado para imputar verdadera justicia. Esta no viene por lo buenos ciudadanos que podamos llegar a ser, sino por medio de aquel que enseñó a perdonar (y no a vengar) “hasta setenta veces siete” (Mateo 18:22). Es su justicia la única que, atribuida a nosotros (Romanos 3:22), puede presentarnos como justos ante el Santo Eterno, el Juez justo y verdadero.

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[title]Por un año más[/title]

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