Anunciada como un thriller singular, y a pesar de un primer capítulo que tiene poco de este género, Truelove es una de esas series peculiares, que no dejan igual.

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Quizá es por su elenco, con figuras icónicas a su manera, como Clarke Peters (Lester Freamon en The Wire) o Lindsay Duncan, cara conocida en el ámbito del teatro y la televisión en Reino Unido, entre otros. O quizá tiene que ver con ser creación Iain Weatherby y Charlie Covell, siendo esta última la guionista de The End of the F***ing World, una irreverente tragicomedia.

Sea como fuere, Truelove es esa clase de miniserie que contiene algo que la hace original. Yo diría que es un cúmulo de componentes. Por ejemplo, el hecho de ser una serie sobre septuagenarios inconformistas que huyen del estereotipo de ‘abuelos’ y que todavía ofrecen una reflexión profundo sobre lo que significa el hecho en sí de vivir. O también, el marco común de lo que se considera una vida habitual en nuestro contexto occidental: una reconocida carrera laboral, un matrimonio monógamo que más que resistir ante los problemas, los ignora, y unas relaciones de amistad que se creen más profundas de lo que en realidad lo son. 

Pero aparte de estos dos elementos, también está la cuestión del amor. Un amor que parece de varias formas. En el contexto de una relación romántica ignorada con el paso de los años y que vuelve a aflorar en la vejez. Pero también el contexto de una relación de amistad que se compromete a ayudar para evitar el sufrimiento. Solo que la ayuda es el suicidio asistido. 

Truelove no es una serie sobre cuestiones morales y, sin embargo, por necesidad o por realismo, se ve obligada a reflejar algunos de esos dilemas morales que prácticamente todo el mundo afronta, con el fin de que la trama avance y lo haga de forma interesante. Por eso no es un thriller común. Porque aunque busque transcurrir en unos formatos policiacos estándares, incluso de forma no intencionada muestra que los seres humanos somos seres morales y que prácticamente la totalidad de nuestras decisiones tienen una repercusión en esa escala, un eco de unos valores que han moldeado buena parte del pensamiento común hasta hoy. 

[photo_footer]Aunque la idea del sucicio asistido es recurrente, sin embargo, esta no es una serie sobre el debate de la eutanasia. / Fotograma de la serie, Filmin.[/photo_footer]

Muerte

Aunque aparezca en repetidas ocasiones el término de ‘suicidio asistido’, Truelove no es una serie sobre la eutanasia. Comprenderla de esta manera sería estrecho de miras. Es la idea de la muerte, sin embargo, la que sobrevuela desde el principio hasta el final. La realidad, lo patente de la muerte en la vida, especialmente al llegar a la vejez. Y la lucha por querer evitar lo que se consideran los males propios de la edad. La muerte aparece en nuestro mundo con el doble carácter que se representa en Truelove: por un lado, es el enemigo que nos anuncia el fin, y provoca miedo. Por otro lado, es revolución e inconformismo ante los estragos de la vejez en el cuerpo y la mente. He ahí el hecho que da nombre al título de la serie: no nos permitiremos sufrir, sino que antes nos administraremos “verdadero amor” (true love, en inglés) matándonos mutuamente. 

Esta confusión sobre la naturaleza de la muerte no es fruto de un espíritu revolucionario o de un carácter inconformista. Más bien, es la trágica realidad del pensamiento que observa lo estrictamente malo como posiblemente bueno. Con nuestras frases hechas acerca del descanso y de querer evitar el sufrimiento, olvidamos que la muerte es mala, que no nos corresponde desearla. Esta es una falla evidente en nuestros anhelos, al verse expuestos al dolor y a la frustración. Pero eso no cambia el valor objetivo de la muerte. 

El hecho de que es nuestro “último enemigo” (1 Corintios 15:26), y que, como tal, deberá ser también derrotado. Una derrota que no pasa por abrazarla, sino por la posesión de la vida. Por el hecho de haber pasado de muerte a vida (1 Juan 3:14).

[photo_footer]Clarke Peters y Lindsay Duncan protagonizan la miniserie. / Fotograma de la serie, Filmin.[/photo_footer]

Amor

Con el amor ocurre lo mismo. Esta miniserie del Canal 4 (otra televisión pública de Reino Unido aparte de la BBC), no deja de hablar constantemente del amor. Aunque es un amor que se corresponde con el sentir general del contexto y la cultura contemporáneos, cuesta a veces comprenderlo. De hecho, a veces deja tan perplejo como el desamor, ya que es un amor que, amando, abandona, engaña, ignora, miente y hasta mata. Si este es el Truelove (el amor verdadero), ¿qué clase de amor será el falso? ¿Y en qué lugar nos dejará eso? 

Se hace molesta esta superficialidad general al hablar del amor, que pretende abarcarlo todo pero que es incapaz de definir nada. Porque si de verdad queremos definir lo bueno y lo malo (¡y distinguirlo!), necesitamos también medir nuestro concepto del amor. Un amor que trata lo malo como si fuera lo bueno no puede ser amor. Y esto no es una cuestión de ser taxativos o excluyentes. Más bien, se trata de ser precisos en nuestras definiciones. 

En Truelove, no hay amor que pueda justificar lo que se plantea. Por eso, también, esta miniserie resulta peculiar. Porque recoge (aunque de forma vaga) el eco de aquellas palabras: “en el amor no hay temor”. Nada más lejos que ese ‘verdadero amor’ que se administran mutuamente el grupo de amigos septuagenarios, que remueve sus conciencias, que les incomoda y que les hace vivir con el peso de sus decisiones. 

Si pudiéramos imaginar un amor verdadero, ¿no sería acaso uno que en lugar de convencernos para ser conducidos a la muerte, iría a la muerte en nuestro lugar? ¿No sería acaso uno que escoge amarnos primero, antes incluso de ponderar nuestras decisiones? Ese es el amor de Dios en Cristo Jesús que aparece definido en la Biblia. El amor que es Dios mismo (1 Juan 4:8).

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