El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Se les dejaba sentados durante veinte minutos para que observasen el Sol y anotasen las impresiones que les producían.
Sintió como nunca antes que creía, que esperaba y que amaba.
Dependemos demasiado de las circunstancias y de nuestros sentimientos hacia ellas.
Esta humanidad nuestra, esta carne que nos mantiene unidos a la carne hace que seamos presos de sentimientos y lloramos por aquellos que se marchan.
Todos tenemos siempre la posibilidad de escoger lo que tenemos dentro de nosotros, lo que permitimos que salga de nuestro corazón.
Un poema de Marisi Moreau, escrito el 21 de junio de 2004. (Selecciona Isabel Pavón)
El cáncer no es una enfermedad de un par de semanas. No es una carrera de velocidad: es un maratón en el que la soledad se hace presente.
A menudo cuando se habla de Jesús, de cristianismo, se piensa en algo cultural, o de sentimientos profundos, o un estilo concreto de vida.
Quizás el más común dolor humano proviene de confundir amor con sentimiento. De lo bueno que se ha escrito acerca del amor podemos aprender y dejar de padecer, si leemos detenidamente.
Cuando me convencí de pasar unos días en un monasterio sentí cierto miedo. Nada que ver con ese terror artificial y desmesurado de las películas, ni con la incertidumbre de lo extraño e inexplorado. Más cobardía que miedo.
Una dimensión importante del ministerio cristiano y de la misión de la Iglesia es esta dimensión afectiva cuya importancia se suele pasar por alto.
La imagen de la lágrima vista al microscopio cambia mucho según su causa: las lágrimas lubricantes, las de la respuesta física y las que responden a un sentimiento.
Joaquín Márquez, pastor y psicopedagogo, explica la relación entre el intelecto y las emociones, repasando ejemplos bíblicos y lo que las Escrituras nos pueden enseñar sobre ello. Una entrevista de Beatriz Garrido.
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