Una dimensión importante del ministerio cristiano y de la misión de la Iglesia es esta dimensión afectiva cuya importancia se suele pasar por alto.
Una de las más gratas experiencias de un evento como éste (*) es que disfrutamos del re-encuentro con amigos, compañeros de ministerio, gente a la que conocimos en el pasado y por las cuales mantenemos un afecto especial. Por eso menudean los abrazos y besos y las exclamaciones. Eso nos hace mucho bien, nos ayuda a crecer en el camino del discipulado y el servicio.
En el primer whatsapp que envié a mis hijos desde Oaxtepec les contaba cuanto bien me hacía encontrarme con gente querida.
Esto trae a mi memoria una frase que escuché a un pastor amigo hace muchos años “El ministerio cristiano se tiene que llevar a cabo con cariño”. Yo era joven entonces, y a lo largo de los años he comprobado la tremenda verdad encerrada en esta frase.
Los mejores obreros y obreras cristianos que he conocido, igual que los mejores pastores que he conocido son gente que quiere a su iglesia. En las iglesias vivientes en las cuales he participado o que he podido observar en diferentes países, la gente quiere a los pastores o pastoras.
Una dimensión importante del ministerio cristiano y de la misión de la Iglesia es esta dimensión afectiva cuya importancia se suele pasar por alto. Me parece importante hacer memoria. Por supuesto que el ministerio demanda arraigo en la Palabra, conocimiento teológico, consagración a Dios, disciplina personal, dedicación verdadera; pero también demanda cariño.
Un pasaje que podría pasar inadvertido en el texto de la Epístola a los Filipenses, nos muestra esta dimensión en la práctica paulina del ministerio. En Filipenses 2:25-30 nos encontramos con la referencia de Pablo a uno de sus acompañantes en la prisión, al cual se refiere como “hermano Epafrodito, mi compañero de trabajo y de armas" (v.25 DHH). El pasaje nos ofrece una ventana hacia la intimidad del apóstol, la calidad de relaciones que cultivaba, y su esfuerzo intencional por fortalecer esas relaciones; eso que yo llamo "la infraestructura afectiva del ministerio.”
El texto de esta carta permite ver que Pablo está anciano y en prisión, y la iglesia de Filipos, como muestra del afecto que le tiene, le manda a Epafrodito como portador de ayuda económica, y aún más como un mensajero para que lo acompañe y anime.
Era mutuo el cariño entre el misionero y la iglesia que había fundado, ya que Pablo tiene un cierto tono nostálgico cuando les escribe: "Dios sabe cuánto deseo veros a todos por el entrañable amor de Jesucristo" (1:8). Cuando se fundó aquella iglesia, Lidia, la primera convertida en Filipos, abrió su hogar a los misioneros. Desde entonces esta iglesia había practicado una mayordomía económica generosa para ayudar a Pablo (Hch 16: 15 y Fil. 4:15-20; 2 Cor 8: 1-5). Los filipenses le enviaron, una ofrenda de la cual Epafrodito había sido portador. Pero además el apóstol agrega en referencia a Epafrodito “a quien vosotros mismos me mandasteis para atender a mis necesidades.” (Fil. 1:25). El mensajero era portador de una ofrenda (4: 18) pero también tenía como misión acompañar a Pablo en las necesidades de su vida de prisionero. Para describir este envío podríamos usar el término una mayordomía del afecto, la cual es igualmente importante en la dinámica de relaciones del ministerio cristiano. Así pues, todo un viaje de una persona desde Filipos a Roma, donde estaba Pablo prisionero, ¡para expresar al apóstol el afecto y cuidado de sus hermanos y hermanas filipenses!
Cumpliendo este servicio a Pablo, Epafrodito "puso en peligro su vida y estuvo cerca de la muerte" (v.30). Varios comentaristas coinciden en que el peligro de muerte era resultado de una enfermedad que Epafrodito sufrió precisamente mientras servía al apóstol. Aunque no sabemos qué clase de enfermedad era, si entendemos que era mortal. La noticia de esto llegó a Filipos y la iglesia se sintió conmovida por ella. Acá tenemos dos viajes más. El de quien llevó la noticia a los filipenses y el de quien trajo de regreso a Pablo la noticia de que éstos estaban conmovidos y preocupados por su mensajero Epafrodito. De manera que Pablo envía de regreso al mensajero, esta vez para confortar a los filipenses. Son cinco viajes a los cuales se hace referencia en estas pocas líneas, viajes largos y difíciles motivados por el afecto mutuo. Es así como la nostalgia y la compasión pasan a ser un capital misionero importante. Gestos como la generosidad de los filipenses y la dedicación de Epafrodito fueron elementos que hicieron posible la misión de Pablo.
El apóstol correspondía con un afecto que se expresa repetidas veces en esta epístola y que sirve de base a la comunicación de su enseñanza.
La misma actitud se encuentra en otros pasajes de los escritos paulinos, como por ejemplo en 1 Tes. 2:8, donde escribe: “os tenemos tanto cariño que hubiéramos deseado daros, no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias vidas. ¡Tanto hemos llegado a quereros!” El portador del mensaje de Cristo no es apenas un frío trasmisor de contenidos intelectuales. Es alguien que de veras llega a querer a aquellos a quienes evangeliza y enseña. Es notable observar este “encariñamiento” cuando se trata de misioneros que van de una cultura a otra y a través de una inculturación, un meterse en el mundo del otro, desarrollan también un afecto especial que trasciende las diferencias culturales.
En esa forma de querer hay un modelo cristológico, porque fue el estilo que el propio Jesús encarnó durante su ministerio en la tierra. Me conmueve leer en el Evangelio de Juan esta afirmación: “Estaba cerca la fiesta de la Pascua. Jesús sabía que le había llegado la hora de abandonar este mundo para volver al Padre. Y habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.” (Jn 13:1). A un latinoamericano le encanta esta dimensión de la obra de Cristo porque el sentimiento del afecto es central en nuestra cultura. Es un aspecto del estilo misionero de Cristo que el evangelista Juan destaca y que mi cultura me permite apreciar mejor.
Yo agradezco a las misioneras británicas que me enseñaron el Evangelio de Jesucristo. Pero cuando llegué a la universidad descubrí nuevos aspectos de la misión de Cristo: su crítica a la injusticia y a una religiosidad vacía de sentido social, su llamado a un estilo de vida como servicio.
Hoy que la iglesia cristiana es una realidad global nueva, en Asia, África y América Latina vamos descubriendo dimensiones de la obra de Cristo que se olvidaron en Europa y Norteamérica. Por eso tenemos cuatro Evangelios, con cuatro perspectivas complementarias y enriquecedoras. El trabajo de contextualizar la Palabra es muy importante para una comunidad como la nuestra: multicultural y multilingüística. En nuestra obra estudiantil de IFES se formaron personas como Vinoth Ramachandra en Sri Lanka, Kwame Bediako en Ghana y René Padilla en Ecuador y Argentina que nos han descubierto nuevas dimensiones de la persona de Jesucristo
Pablo demuestra desprendimiento y consideración en su estilo misionero. Para que los filipenses no siguiesen angustiados por la situación de Epafrodito, y para quitarse de encima un peso de preocupación pastoral por ellos, Pablo les envía de nuevo al mensajero del amor (vs.28-29). Su carta insiste en que él mismo está enviando a Epafrodito, no es que éste haya dejado su servicio en forma irresponsable. Quizás el propio Epafrodito fue el portador de la carta y Pablo exhorta: "Recíbanlo con toda alegría, como hermano en el Señor y estimen siempre a los que son como él" (v.29).
¿No estaremos exagerando, con criterio sentimentalista, al insistir en esto de una base afectiva? La idea de esta calidad de relación en Filipenses conecta con una referencia a la nueva actitud que debe caracterizar a los creyentes y que es fruto de la relación con Jesucristo. A ello alude la exhortación de 2:5 que la versión Reina Valera traduce "Haya pues en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús." La versión Dios Habla Hoy dice "pensad entre vosotros de la misma manera que Cristo Jesús.” ¿Se trata de "sentir" (afecto) o de "pensar" (intelecto, razón)? Nos dicen los especialistas que la palabra griega fronein, que Pablo usa en esta epístola más que en cualquier otra, comprende ambas ideas. Las versiones mencionadas la traducen también en formas diferentes en 1:7 donde el apóstol se refiere a su propio sentir o pensar hacia los filipenses. Dice un comentarista que esta palabra indica : "una combinación de actividad intelectual y afectiva que afecta la cabeza y el corazón y que conduce a un curso de acción positiva."[1] La Nueva Versión Internacional ha optado por un término más integral: actitud.
Se trata de una actitud, un sentir que sin embargo lleva a actuar. Y lo que destaca en el pasaje que hemos considerado son las acciones intencionales con las cuales se cultiva ese afecto mutuo. Pablo espera que esta actitud sea la que caracteriza las relaciones de los creyentes de Filipos entre sí. Les ofrece como paradigma, como modelo, a Cristo, pero también les da muestras prácticas de su propia preocupación y cariño por los filipenses y por Epafrodito. Es un estilo de ministerio realizado por un hombre que en determinados momentos podía parecer rudo o duro en su enseñanza y en su sentido de disciplina, pero que evidentemente hacía las cosas con cariño. Pidamos al Señor y hagamos de nuestra parte para que en nuestro ministerio de este siglo veintiuno, no se pierda esta dimensión: que su Espíritu haga brotar en nosotros, obreros y estudiantes, este sentir y este pensar. La vida en comunidad de nuestros movimientos y nuestras iglesias debe ser cultivada por grandes y pequeñas acciones intencionales.
La experiencia de las iglesias evangélicas en situaciones de minoría o de persecución, ofrece muchos ejemplos de la experiencia de este tipo de afecto fraternal y apoyo mutuo en un ambiente hostil, que llega a ser para ciertas personas un atractivo poderoso a considerar el Evangelio.
Eso lo he observado en los movimientos estudiantiles por todo el mundo. Es verdad que hay que reconocer que este afecto mutuo podría en determinado momento convertirse en una actitud exclusivista que hace de nuestro grupo estudiantil o nuestra iglesia un círculo cerrado. La pequeña comunidad estrechamente unida se transforma en un baluarte donde no hay lugar para el recién llegado, para el buscador sincero, para el que es diferente a nosotros. El afecto modelado por el ejemplo de Jesús tiene que alcanzar también a los que aún están fuera, y traducirse en una actitud de bienvenida y de apertura que de ninguna manera contradice el espíritu de comunidad unida afectivamente.
En el caso de las iglesias numerosas hay el peligro de llegar a un cierto grado de impersonalidad donde el afecto no cuenta. Ese es otro peligro. En esta Asamblea hemos visto el valor de los grupos pequeños para la reflexión y la aplicación de la enseñanza. Nuestros movimientos estudiantiles han recuperado esta práctica. Cuando estudiamos la historia de la iglesia comprobamos que en tiempos de renovación se ha dado una complementación creativa entre la multitud y la pequeña comunidad. Hoy en día los grupos hogareños, los llamados oikos o células pueden ser el nivel de vida de la iglesia en el cual se experimenta el cariño mutuo. En todo caso el modelo de Pablo y los filipenses apunta a una dimensión de vida y misión de la cual no debemos olvidarnos: la infraestructura afectiva del ministerio. Pidamos al Señor que al regresar de esta Asamblea nuestra práctica de servicio y ministerio tenga también esta marca la infraestructura afectiva del ministerio.
(*) Mensaje final que presentó Samuel Escobar en la Asamblea mundial de IFES
[1] Ralph R. Martin, Phillipians TNCBC, Marshall Morgan and Scott, 1976; p. 66.
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