¿Puede haber una solidaridad real maligna? Sí, cuando hay un acuerdo compacto entre varias partes para lo malo.
La palabra solidaridad es una de las más recurrentes, especialmente en discursos, cuando se trata de quedar bien con quienes lo están pasando mal. Cuando una desgracia asola un territorio, cuando un atentado ha causado muchas muertes, cuando un imprevisto se ha presentado, dejando un rastro de destrucción, solidaridad es la palabra que sirve para mostrar un buen sentimiento hacia los que sufren. En la mayoría de los casos esa palabra no se traduce en nada concreto, quedando como una fórmula protocolaria, vaciada totalmente de contenido.
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Porque cuando el gobernante de una nación expresa su solidaridad hacia los habitantes de otra nación, que ha sido flagelada por la adversidad, ello no significa que va a mandarles una remesa de dinero para paliar las graves necesidades que han surgido. Significa solamente sus buenos deseos, que al quedarse simplemente en deseos no sirven para nada, de manera parecida a los que dicen a quienes están desnudos y necesitados: ‘Id en paz, calentaos y saciaos.’ (Santiago 2:15-16). En muchas ocasiones solidaridad es el término socorrido, sobre todo cuando hay cámaras de televisión delante.
Solidaridad es la palabra que apareció en el siglo XIX, siendo el santo y seña de organizaciones obreras y sindicatos. Pero al mal usarse, se ha convertirlo en una muletilla que acaba por devaluar completamente el valor que tiene, hasta el punto de quedar reservada para la oratoria hueca, que, queriendo decir mucho, no dice nada. Hay una degradación de las palabras, un empobrecimiento de las mismas, cuando únicamente se emplean como un recurso para adornar una alocución. Y cuando tal cosa se repite una y otra vez, la palabra en cuestión se torna en algo insoportable de escuchar, en un sonsonete anodino e irritante, porque es irreal.
El caso es que la palabra solidaridad tiene un noble significado gramatical, porque viene de una raíz que indica lo que es sólido y compacto, de modo que ser solidario es estar de manera consolidada, consistente y firme con aquel hacia quien va dirigida tal actitud. Ello requiere un compromiso en los hechos, que va más allá de las palabras. Supone que tal compromiso no tiene fisuras, no siendo un arrebatado sentimiento momentáneo, que se evapora al poco tiempo. Así pues, hay una solidaridad que es solamente una palabra y hay una actitud que sí es solidaridad.
Mas de la misma manera que puede haber una solidaridad falsa y otra real, dentro de la real puede haber una solidaridad benigna y otra maligna. Pero tal vez alguien pregunte: ¿Puede haber una solidaridad real maligna? Sí, cuando hay un acuerdo compacto entre varias partes para lo malo. Cuando hay una connivencia, una complicidad, en un propósito perverso. Cuando las partes se unen y apoyan entre sí, de forma resuelta, para lograr el malvado objetivo que se han propuesto. Entonces hay una solidaridad real, que tiene un fin siniestro.
Para que se produzca tal tipo de solidaridad, se necesita una alianza, que consiste en una asociación en la que se comparte la misma meta, para la cual se van a fijar unos medios, que también son compartidos, de manera que la solidaridad se manifiesta en alianza en fines y medios.
Este tipo de solidaridad se aprecia en el caso de Moisés, cuando ciertos individuos prominentes en el pueblo de Israel se pusieron de acuerdo para quitarlo del puesto en el que Dios lo había colocado. Eran unos pocos cabecillas destacados, pero que estaban respaldados por otros doscientos cincuenta, que eran gente notoria, varones de renombre, habiendo entre todos ellos una solidaridad expresa y concreta. No eran solamente palabras lo que les unía, sino un plan común, para derribar al hombre de Dios.
Es el mismo tipo de solidaridad de la que habla el Salmo 2, cuando dice: ‘Se levantarán los reyes de la tierra y príncipes consultarán unidos contra el Señor y contra su ungido.’ Se trata de destruir, de manera solidaria, porque hay un común acuerdo, el plan de Dios, por el que él ha resuelto instaurar su Gobierno y su Gobernante. Es la solidaridad de los hombres, en contra de Dios. Una solidaridad que estamos presenciando en nuestros días.
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Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘Echa tu suerte entre nosotros; tengamos todos una bolsa.’ (Proverbios 1:14). El texto describe perfectamente la solidaridad que ya existe entre malvados, porque los malvados se necesitan entre sí. Pero además, buscan ampliarla en otros. Hay un proyecto, que al ser entre varios, tiene fuerza, porque no es lo mismo que uno solo acometa el proyecto, que si tiene la ayuda de otros. Y de cuantos más mejor. De ahí la invitación que extienden, a quien todavía no forma parte de tal proyecto, para que se una al mismo.
Asistimos a muchos casos notorios de solidaridades malignas, entre quienes se han propuesto conseguir sus retorcidos designios. Ser insolidario, en estos casos, es lo que hay que hacer.
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