El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Comenzamos a explorar películas y canciones inspiradas en este trascendental mensaje de Jesús: las bienaventuranzas, el manifiesto del reino.
Cada vez que nos acercamos a las bienaventuranzas, seguro que muchos pensamos que algo nos falla. ¡Es todo tan paradójico! Pero nada más lejos de la realidad.
Conocer y creer al Dios bebé, el Señor de Señores, nos ha enseñado que este mundo solo cambia cuando se buscan primero los valores del reino de Dios y su justicia.
Todo lo que enseña Jesús en las bienaventuranzas es un conjunto de realidades que afectan la vida del cristiano.
Es Dios quien pone boca arriba el concepto de seguidor. A partir de ahora, los que menos tienen son los más afortunados en el reino.
En medio del dolor, el temor, el odio y el racismo.
Poema de Patxi Loidi, tomado de la Red de Liturgia Clai. (Selecciona Isabel Pavón).
El texto no parece decir mucho porque está conectando una necesidad física (hambre y sed) con un concepto legal, ético, moral e incluso espiritual (justicia).
Tras los largos festejos volvemos a la rutina diaria. Al enfrentarnos con las circunstancias habituales ¿podemos decir a conciencia que sabemos quiénes somos; y que somos lo que creemos ser?
Mateo, el evangelio judío (VII): El primer gran discurso. El Sermón del Monte (I)
Las bienaventuranzas adquieren pleno sentido cuando se sigue la línea bíblica y se les ve junto a su “ay” paralelo.
En lo alto de la colina llena de árboles y flores, de lomas verdes, con la alfombra abajo del mar de Galilea, se ve a lo lejos -al otro lado- la sierra seca desértica de la región de Gadara.
No olvidamos nada. Todo continúa existiendo en nuestra conciencia. La memoria es un faro luminoso que nos guía en las tormentas de la vida. Memoria y autobiografía tienen el mismo significado y persiguen el mismo objetivo: recordar el pasado y contarlo.
La obtención de la felicidad ha sido, es y será uno de los grandes motores que mueven a los seres humanos.
El cristianismo es sobrenatural o no es nada. Es sobrenatural o es una mera religión. Es sobrenatural o es una «apariencia de piedad».
Si queremos hacer la paz, no hablemos nunca mal de nuestros semejantes, aunque tengamos motivos para ello.
No acariciemos ni fomentemos jamás los deseos de venganza, sino seamos pacientes y dejemos lugar a la justicia de Dios.
Las exigencias de las bienaventuranzas sólo parecen imposibles a quienes no han comprobado el atractivo del reino de Dios, ni han nacido de nuevo.
La persecución nos revela dos cosas: lo que somos ya aquí en la tierra y lo que nos espera en el más allá.
El evangelio crea tarde o temprano división acentuada entre los cristianos y aquellos que no lo son.
Donde se hacen realidad las palabras de Jesús es precisamente en los aprietos que los perseguidores deparan a los creyentes.
El hacedor de paz conoce esta situación de caída moral en que se encuentra el ser humano y está dispuesto a hacer lo que sea necesario para promover, a pesar de todo, la gloria de Dios.
La Biblia enseña que el problema está en el corazón del hombre y mientras éste no cambie su manera de ser, no habrá verdadera paz en el mundo.
Una nueva visión de las bienaventuranzas.
Es posible deducir del sermón del monte que, en la vida del cristiano, es más importante el verbo ser que el hacer.
Las opiniones vertidas por nuestros colaboradores se realizan a nivel personal, pudiendo coincidir o no con la postura de la dirección de Protestante Digital.