Cada vez que nos acercamos a las bienaventuranzas, seguro que muchos pensamos que algo nos falla. ¡Es todo tan paradójico! Pero nada más lejos de la realidad.
"El poder de Dios obra mejor en la debilidad humana. La debilidad es la escena en la cual Dios puede manifestar de manera más efectiva su poder."
John Stott
Todo el mundo busca o tiene como meta en la vida la felicidad, unos de un modo, otros de otro; siempre me encantó el nombre que me pusieron mis padres, Beatriz… bienaventurada, feliz, la que hace feliz... Hay múltiples interpretaciones; pero en realidad viene del latín… Benedictrix o Beatrix... y sí… bienaventurada, feliz... Y lo cierto es que doy gracias a Dios por poder llevar ese nombre que dice mucho; y aunque no estamos en una cultura hebrea, siempre me encanta buscar similitudes, y normalmente las hay.
Si buscamos en cualquier manual de psicología en plan autoayuda, algo que no me maravilla y me parece que no hace ningún bien, ¡para eso están los profesionales!, nos van a dar muchos consejos erróneos. Hoy quisiera dejaros muy brevemente los auténticos secretos de la felicidad.
– Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
– Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
-- Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
-- Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
– Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
– Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
-- Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
-- Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
-- Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo
(Mateo 5: 3 – 11)
Cada vez que nos acercamos a las bienaventuranzas, y acabamos de decir que son el secreto de la felicidad, estoy segura que muchos estáis pensando que algo me falla; ¡es todo tan paradójico! Pero nada más lejos de la realidad. Vamos a analizar de modo breve cada una de ellas:
– Cuando hablamos de los pobres en espíritu, lo primero que le viene a la mente a la mayoría de las personas es pensar en alguien pusilánime, con pocas expectativas, sueños, metas, ilusiones; alguien que pasa por la vida con cara de tristeza, simplemente por pasar y sin esperar nada más. Si vamos al termino original, nos habla de una persona que se agacha, que se humilla, que adora… ¡me encanta!… Bienaventurados aquellos que no se creen nada alto, que se humillan y adoran… ¡de ellos es el reino de los cielos!
– Bienaventurados, felices, ¿los que lloran? ¡qué preciosa paradoja y bienaventuranza! Claro que lloramos cuando la tristeza por algo nos embarga, y un tanto de forma persistente; pero qué precioso el saber que la consolación viene de Dios mismo, y que ninguna lágrima derramada caerá a tierra, cada una de ellas está guardada en la preciosa redoma del Señor.
– ¿Bienaventurados los mansos?… “mansos pero no mensos”…. La mayoría de las veces equiparamos la mansedumbre a falta de carácter, poca valentía… cuando es precioso el significado de esta palabra; las Escrituras nos hablan de que Moisés fue el hombre más manso de toda la tierra. ¿Moisés? ¡sí! También nos dice que Jesús era “Manso y humilde de corazón” y aquí ya estamos hablando de palabras mayores. Alguien que es manso, que tiene mansedumbre, es alguien con tanta fortaleza y valentía, que se somete a Dios con humildad para obedecer y ser útil en sus manos. ¡Preciosa bienaventuranza!
– ¿Alguien sabe lo que es sufrir una injusticia, una injusticia fuerte y sin causa? Creo que pocas cosas producen un dolor tan grande, pero quien tiene un hambre como esta será saciado por el modelo perfecto de justicia y santidad, el propio Jesús.
– Cuando hablamos de los misericordiosos, hablamos de una especie casi en extinción; al día de hoy cada uno busca su propio bien sin importarle demasiado que haya alguien que padezca necesidad de algún tipo. Me parece preciosa la parábola del buen samaritano. El sacerdote y el levita tenían demasiada prisa por razones ”muy lícitas”, tuvo que venir un hombre considerado impuro y enemigo, para detenerse, curarle lo que pudo, y encargárselo al mesonero…. “yo te lo pagaré”. ¿Y la misericordia de Jesús para con nosotros pecadores en la cruz del Calvario? Bendita misericordia que jamás quedará sin recompensa.
– Bienaventurados los de limpio corazón…. los que pueden decir al Señor: “Pruébame y examina mi corazón… y guíame en el camino eterno” porque nos dice la Biblia que “sin santidad, nadie verá al Señor”; por tanto… ¡Verán a Dios!
– Los pacificadores... no hace mucho meditaba en la vida de un hombre que consiguió ser Premio Nobel de la paz, después de haber estado casi toda una vida en la cárcel por defender lo que creía justo; estoy hablando de Nelson Mandela, un ejemplo a imitar. Dicen que había tres cualidades que lo definían: fuerte, con capacidad de líder y sensible. ¡Pacificador! Los hijos de Dios están llenos de su paz; no cabe otra cosa, serán llamados hijos de Dios.
– Los que padecen persecución por causa de la justicia, sinceramente, por mucho decirlo o creerlo, pienso que quien defiende la justicia, sobre todo la de Dios, aunque nadie lo note o no quiera notarlo, va a sufrir; pero bendita esperanza y herencia, ¡de ellos es el reino de Dios, vale la pena!
– Y en último lugar, una gran paradoja de nuevo… ¿Bienaventurados cuando por mi causa os vituperen y os persigan…. mintiendo?, para el reino del enemigo, los cristianos auténticos siempre serán una amenaza, pues por muy paradójico y duro que nos parezca todo este tema, y por mucho que creamos que las cosas han cambiado totalmente alrededor del mundo, es una realidad que se repite… se repite; no es fácil sentirse feliz y dichoso en estas circunstancias, pero “Dios lo dice y yo lo creo” como diría alguien de la talla de Billy Graham.
Y hemos llegado al final de una breve exégesis acerca de las bienaventuranzas. ¿Creéis ahora que realmente son el secreto dela felicidad? Lo cierto es que yo sí lo creo, sí, lo creo; hay que examinar con cautela la Palabra de Dios, que jamás miente, y ese será nuestro secreto para ser bienaventurados, felices, y hacer felices a aquellos que nos rodean.
“Lo que llamamos felicidad, aquí y ahora, no es el fin que Dios tiene en mente: pero cuando seamos dignos de que Él nos ame sin impedimento, seremos de hecho felices.” (C.S. Lewis)
Por cierto, sigo estando encantada con el nombre que mis padres escogieron para mí, y más después de haber repasado este precioso tema; en espera del que tiene mi Señor para mí, ¡muchísimo más hermoso! Cuando esté en su Gloria.
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