El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Ni todo el pasado es canonizable ni el presente es bueno porque sea moderno o esté a lo que se lleva.
Mi admiración por la mujer es motivo de gratitud a Dios.
Hay dos clases de personas: los que saben redimir el tiempo y los que lo malgastan.
Procuraré contarlo sin estrépito, con la escalofriante sencillez de los hechos, que por sí mismos atentan contra las creencias religiosas y morales, que los protagonistas decían sostener y practicar.
Felicito al ‘Senado Académico, Facultad y Comisión Administrativa’ por su genial, justa y bien merecida decisión de reconocer a nuestro pastor, Roberto Velert Chisbert, como Doctor en Divinidades.
Nada necesita tanto nuestro mundo de hoy como hacer vida propia la resurrección.
Con el tejano roto se quiere comprar apariencia, la ficción de una experiencia intensa.
La hormona de la alegría no está en la fría risa, está en la luz del Espíritu.
Miro al Cielo y constato, padre, lo afortunado que soy de conocer el Evangelio.
Los “síes” del libro de la Sabiduría de Proverbios son toda una lección para saber quiénes somos y para qué vivimos.
El trabajo es un mandamiento divino, en él desarrollamos los dones y las habilidades que hemos recibido, y debemos realizarlas como buenos administradores.
El éxito, el reconocimiento y el conformismo son las palabras claves del mundo moderno.
Los animales fueron creados “seres vivientes, sintientes”, por lo que no es de extrañar que fueran salvados del diluvio.
Hay siempre un Tribunal de apelación que es, en esta tierra, la instancia de la propia conciencia y, en la otra vida, el juicio de Dios.
Al rechazar lo justo o la ley moral, padecemos no sólo porque nos propongamos hacer el mal, sino porque en principio desafiamos a una fuerza superior, la realidad de las cosas.
En todos los rincones del mundo, hombres y mujeres se enfrentan con temores que a menudo se presentan bajo extraños y variados disfraces.
La palabra ha desaparecido, se ha ido casi por completo, tanto la palabra como lo que evoca.
Que los pájaros, con su piar, nos recuerden el cuidado de la Providencia se extiende a todas las criaturas.
La risa del hombre del modernismo líquido ha perdido el temor de Dios.
Es por medio de la fe, que podemos movernos en un nuevo año de la penumbra del fiasco a la aurora de la esperanza.
Me admira que Jesús dijera: “de cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”.
Descubro que cada 4 o 5 años cambiamos en gran parte el alma. Pocas veces he sentido tan contrastadas vivencias como las que vivo en las últimas horas de este 2016, al hacer el traspaso de datos de mi agenda.
Aterra pensar en lo que la humanidad se ha convertido olvidando las directrices del Creador, y en lo injusto y atroz de sus repartos.
Dios no sólo perdona los pecados de los hombres, sino que, una vez perdonados, los olvida. Es decir, los perdona del todo.
Entre nosotros aún quedan muchos vestigios de aquellos compromisos entre el Estado y la Iglesia.
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