Que los pájaros, con su piar, nos recuerden el cuidado de la Providencia se extiende a todas las criaturas.
Van y vienen sin ton ni son en apariencia, sobre el mundo florido. ¿Son incansables, o es que son infinitos y se turnan? Yo, pese a haber nacido en casa cercana al Jardín de España: “Huerta Valenciana”, debo reconocer que no identifico más allá de alguna golondrina y quizás el gorrión, pero ¿cómo distinguir también a los “pájaros” –y de estos no escribo hoy- que vuelan tanto en el mundo de hoy, como en las congregaciones?. ¿Me distinguen ellos a mí?. ¿Les da tiempo su vida?. (“Desde el Corazón” me intriga dónde van a morir. ¿Por qué sólo de tarde en tarde se ve un cadáver suyo, las frágiles patitas en alto y agarrotados los artejos?) y alguien pensará ¡vaya tontería la de este “aprendiz de escribidor”! y bien, puede que los humanos no les interesemos; ellos han de cumplir incesantes tareas; o sólo una: moverse entre las olas de la vida: ya desde el comienzo de los mundos, cuando el Creador quiere hacer reflexionar a Job, acerca del poder de Dios, le dirá: “¿jugarás con el poder como con pájaro, o lo atarás para tus niñas?”, vuelan ufanos sobre el jardín en flor. No sé si ven a las rumorosas abejas bañarse ebrias de polen, tan vitales en la polinización y realizando funciones básicas en la Naturaleza; no sé si ven a las ejemplarizantes hormigas, que la fauna bíblica nos las define pese a su agitarse sin fin con la cabeza baja, como reto a los perezosos, para que observando sus caminos sean sabios, pueblo no fuerte pero que en el verano preparan su comida; ni sé si ven las menudas asambleas de conejos, que también el Diseñador por excelencia, nos informa de ellos como pueblo nada esforzado, pero que ponen su casa en la piedra. ¿En qué cimientos construimos nosotros la casa?
¿Qué pensará su secreta cabeza de los seres humanos? pero ¿se tomarán el trabajo de observarnos, o ni siquiera el de vengarse de nuestras tropelías con la naturaleza, el maltrato de los árboles, la destrucción de la ciudades y vidas, pese a HITCHCOCK?; tienen algo más trascendental en qué ocuparse: su flotante destino de criaturas dóciles. Pendientes de su canto, se columpian en sus tardes de oro. Los que en estos días veo, siguen respondiendo a la cosmogonía Mosaica, que las Sagradas narrando el origen no se olvidó de ellos, y declaró “pájaros según su especie” lo cual ya era una impresionante afirmación en tiempos tan milenarios, al afirmar que las aves se reproducen según su género, dicho de otro modo: un colibrí (del género de las aves) no se transformará en una lagartija (de la especie de los reptiles), y como se estableció, así sigue siendo en nuestros días. Y la Biblia tenía razón.
Los pájaros que según leo en textos que claman especialización, saben distribuir los espacios por los que vuelan, las golondrinas saben encontrar sus guaridas, los mirlos en las arboledas; los ruiseñores entre acequias grandes y los zarzales; los gorriones parecen preferir los cipreses. Su nido está hecho de menudos desperdicios, de sobras de hermosura (“todo verdor perecerá”). La naturaleza lo aprovecha todo como un ama de casa meticulosa y ahorradora, que vuelve al abrigo gastado que siempre abrigó, calienta para la cena los buenos restos del almuerzo, y aún trata de guardar euros para dar ayudas a misiones o a los más desprovistos, como quienes cuales aves felices, cantan: “tenemos todo lo que necesitamos para ser felices” revoloteemos pues, en traer música y belleza para los demás.
Sea como quiera, “Desde mi Corazón” a todos los vecinos del ciprés, los que rodean los zarzales, los que buscan los sauces, los que se anidan en los dinteles de los jardines, les deseo que sean felices –no que coman perdices por supuesto- en su costosa aventura de hacer nido o emigrar distancias para vivir en este mundo. Que el Creador siga bendiciendo este jardín que gime y clama por su redención. Y que los pájaros, con su piar, nos recuerden el cuidado que la Providencia extiende a todas las criaturas, incluso al Azulito del Senegal. Lo cual nos debería silenciar muchos de los temores del pueblo de Dios, pues el Maestro afirmó que somos de mucho más valor que los gorriones, al tiempo que nos prometía que hasta los cabellos de nuestras cabezas están contados. Formas claras de prometer el cuidado del Creador, como que para Él contamos.
Por otra parte, “Desde el Corazón” veo que si en la maravillosa creación de Dios, no se hubieran creado los pájaros, no nos hubiéramos gozado de su alegre sonido, sus pequeños movimientos, sus bonitos aleteos, sus espectaculares colores, su inusualidad o por su lejana procedencia. Las lecciones indirectas que nos transmiten, tales como la claridad con que se distinguen, sean machos o hembras –interesante en un mundo actual de ambigüedades y anomalías-, la diversidad de sus características: singulares, huidizos, comunitarios, dóciles, dignísimos, de reales vuelos y nunca destructivos. Pero para mí, una implícita lección encuentro en la seguridad de Jesús en el control de su Creación, al afirmar que “no temiéramos; pues valemos más que muchos pajarillos”… y si hoy no existieran estos ¿en qué quedaría la lección y la promesa de Cristo?. Ya hace tiempo que yo añadí a mi archivo de aliento, las promesas que Dios escondió entre los pájaros, y hoy vuelvo a recordar otra de las cosas buenas que Dios ha hecho, y este recuerdo fortalece mi fe en la providencia de Dios. ¡Valgo más que muchos pajarillos!
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