La risa del hombre del modernismo líquido ha perdido el temor de Dios.
La ciudad ríe. Es noche de Viernes. Mañana muchos no trabajan, el Domingo tampoco. Aún no estamos a fin de mes, quedan ciertos dineros o fondo en las tarjetas de crédito. Las diversiones abundan, múltiple diversidad de “Guías del Ocio”. En nuestra ciudad y pueblos de la Provincia, los Circos apuran las propicias y finales fechas, los payasos hacen piruetas y los cómicos cuentan chistes, en la Televisión los programas de comedias tratan de arrancar risas del ignoto auditorio, y por las dudas hacen sonar los efectos especiales con risas para hacer creer que los cómicos dicen cosas agudas y divertidas.
En las zonas de la ciudad donde están los teatros y los cines, las carteleras anuncian las obras de éxito. Muchas son de sexo, muchas de violencia, muchas de ocultismo, muchas de temas futurísticos, de ciencia ficción. Muchas, muchas otras, son cómicas. Piezas teatrales o comedias destinadas a hacer reír. Reír mucho. Reír hasta hacer saltar las lágrimas. Reír hasta la embriaguez, el vértigo, el frenesí. Reír, para ver si es posible olvidar que hay motivos para llorar.
La verdad es que el hombre moderno, a pesar de todo ríe y, “Desde el Corazón”, muchas veces, de muchas risas me alegro, porque a ciencia cierta esto es un privilegio del ser humano, ningún otro animal se ríe. Especialistas del tema declaran que la risa produce enorme bienestar a las personas; incluso Sigmund FREUD afirmaba que la risa –sobre todo la carcajada- ayuda a liberar energía negativa.
Pero este “aprendiz de escribidor” oye reír a muchos con risa desdeñosa, impía, irreverente, incrédula, burlona, sarcástica. Se ríe de Dios, se ríe del infierno, se ríe de la moral y de la justicia. Es una risa humana, y humanista, ignorante y escéptica, displicente y cínica. La risa del hombre del modernismo líquido que ha perdido el temor de Dios.
En la literatura sapiencial de la Biblia, y en particular en el libro de Proverbios, luz de sabiduría popular admirado por Flavio JOSEFO, Filón, Misná, los “Rollos del Mar Muerto” y el Nuevo Testamento, leemos: “la sabiduría clama en las calles, alza su voz en las plazas; clama en los principales lugares de reunión; en las entradas de las puertas de la ciudad dice sus razones. ¿Hasta cuándo, oh simples, amaréis la simpleza, y los burladores desearán el burlar, y los insensatos aborrecerán la ciencia? volveos a mi reprensión; he aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros, y os haré saber mis palabras… por cuanto llamé, y no quisisteis oír, extendí mi mano, y no hubo quien atendiese, sino que desechasteis todo consejo mío y mi reprensión no quisisteis, también yo me reiré en vuestra calamidad, y me burlaré cuando os viniere lo que teméis”.
Tremendas palabras estas, que muestran dos actitudes. La primera muestra una actitud positiva, la sabiduría se extiende en la calle, como un predicador callejero, como una comunidad creyente que alza su voz en las “Ondas”; en las plazas; en los púlpitos. La segunda, el rechazo a la invitación de adquirir sabiduría, que se extiende a los ingenuos-burladores-necios, para cambiar su vida, empezando a vivir de una manera sabia. Sin embargo la reacción de los invitados no es afirmativa como podría esperarse.
La sabiduría recibe preeminencia en este texto. Quiere entrar, clama por entrar al escenario de la historia humana. No se confina a los recintos religiosos, sino que es agresiva, audaz, tiene conciencia de su incomparable valor para la vida humana. Insatisfecha de quedarse en el templo salomónico, en la basílica o en el convento, la sabiduría sabe que toda la tierra es del Creador, por tanto, todo recinto es sagrado para dar sus razones, está dispuesta a hacer competencia con el ruido del mundo y la risa falsa de una sociedad en peligro. El “predicador sabiduría” se encuentra donde están las actividades del negocio, del juicio, de la educación, etc. Ahí está la gente con sus problemas, con sus anhelos, con sus debilidades, con su necesidad de la alegría que es buena medicina. La sabiduría que hacía exclamar al sufrido Job: “Él llenará tu boca de risas, y tus labios de júbilo” pero los tontos, los burladores, los insensatos, que son invitados a recibir la sabiduría “… ¿hasta cuándo aborreceréis la ciencia?... no ven las recompensas de un espíritu de conocimiento y el comprender las palabras del Sabio por excelencia.
“Desde el Corazón” veo la gente de nuestra sociedad posverdad: ingenua-burladora-necia que, a pesar de la insistencia de la sabiduría, demuestra sus rasgos de indiferencia y rechazo. Está contenta con su risa. Tremendas palabras estas. Hoy el hombre puede burlarse de Él. Burlarse de sus enseñanzas, de sus mandamientos, de su amor demostrado y sacrificial. Hoy puede el hombre moderno infatuado de sus conquistas filosóficas y científicas desdeñar al Maestro. Pero ¿qué será mañana?; ¿qué será cuando venga aquello que todo hombre en secreto teme: la muerte y el juicio?; “yo me reiré en vuestra calamidad…” dice Yahvé. Pueden parecer fuertes estas palabras, pero muestran la confianza y la seguridad total de alguien que tiene razón y que debe ser escuchado. Y en todo caso, también la afirmación de que quien ríe el último es Dios…
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