Los animales fueron creados “seres vivientes, sintientes”, por lo que no es de extrañar que fueran salvados del diluvio.
Dícese que “las cosas de Palacio van despacio” y este aprendiz de escribidor dice: ¡qué despacio ha ido el Congreso en aprobar que el Código Civil reconozca que todos los animales son seres vivos con sensibilidad! Me imagino que se referirán a los animales de compañía, que ahora se llaman “mascotas” y que quizás teniendo los tales parlamentarios datos de que cinco millones de hogares tienen animales singulares, hayan pensado, “demos al pueblo más razones para que nos voten, ante nuestro amor a los animales de compañía”.
“Desde el Corazón” pienso, que el Congreso debería tener en su protocolo de asesoría o “Coaching” (como ahora se dice también de entrenadores), Asesores bíblicos, de modo que no hubieran tardado tanto en descubrir que los animales, son seres vivos con sensibilidad y “alma”, de lo cual, este Teólogo de andar por casa lo reflexionará oportunamente. No obstante pienso que muy pocos parlamentarios –si es que hay alguno que sea naturalista- están capacitados para reconocer que animales como el tiburón tigre, por ejemplo, que tras zamparse una foca en las frías aguas, luego en aguas más calientes se disponga a comer la pierna de un bañista descuidado que practique natación en playa cercana, que este animal, además, sea sensible. Comprendo que perros sí, sienten, e incluso los gatos –aunque no me gusten-, los caballos y no muchos más, sufren, se alegran, se deprimen según las circunstancias. Y según los naturalistas, unos más que otros. Pero recelo de los que comparten su vida con camaleones, lagartos, ratitas sedosas y serpientes.
A mí “Desde el Corazón” me cuesta reconocer que los buitres, que son igualmente buitres de noche que de día, sean sensibles y a ver quién convence a la anchoa de que el atún que se la come es sensible. Y aunque haya investigado y aprendido que ya hace más de 12 años, el Profesor de Bienestar Animal en la Universidad de Cambridge y su equipo descubrieron que las vacas disfrutan cuando resuelven problemas, me cuesta asumir que la vaca sienta carga cuando a su ganadero le suben el precio de los piensos y los impuestos y este mamífero rumiante bóvido se preocupe de las penurias económicas de su amo. No veo a los búhos, lechuzas, ni siquiera a los pececillos de los acuarios atisbo alguno de sensibilidad. Cambian un poco las aves, al menos –dicen los naturalistas- los jilgueros cantan cuando se sienten aterrorizados al ponerse el sol y más dulcemente cuando la noche ha pasado y amanece. Los perros sí sienten, y son muchos los dueños, de los más de los 74 millones que hay, de los cuales más de un millón y medio están registrados como animales de compañía, que llegan a asegurar que se tranquilizan cuando escuchan a Mozart o Haëndel, mientras que ladran ante los “quejidos” de Paquito de Alcántara. Traten los que tienen serpientes en casa a comprobar los estados de ánimo de las culebras, poniéndoles música de Verdi o de “Paquito el Chocolatero”, serán igualmente repugnantes y escurridizas como una babosa o rata de acequia. Hay sensibilidad en los perros, algo menos en los gatos y bastante en los caballos, pero no se entristecen cuando descabalgan a sus jinetes sintiendo pena. Y traten los científicos de averiguar si la gacela ve sensibilidad en el león cuando la persigue o qué sentimientos advierte el conejo en el lince que husmea en su escondrijo. Y no me meto a preguntar en la sensibilidad del escarabajo de la patata o en la lombriz “coreana” que uso cuando voy a pescar.
Sus señorías han hecho bien en legislar para que los animales sean distinguidos de las cosas: frigoríficos, lavavajillas o simplemente cafeteras, y por tanto tipificar como delito el mal trato. Pero creo que debería hacerse una distinción entre los que sí parecen tener sentimientos y los que simplemente se rigen por sus instintos. En todo caso, yo prefiero el concepto “animales sintientes”.
No obstante, como creo haber dicho al comienzo, si entre los funcionarios asesores del Congreso, hubieran algunos Maestros de Biblia, no sólo se tomarían más éticas decisiones, morales consejos, argumentos para defender los valores absolutos; sino incluso haber aprendido desde hace mucho, mucho tiempo, que los animales tienen alma, no es como el “alma humana” pero son “seres vivientes, sintientes”. Sus señorías hubieran sabido que ya desde el libro de los Orígenes del mundo (1:25) el Creador “hizo los animales domésticos según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno” y en el admirable libro de los orígenes leemos (2:19) “Formó el Eterno, pues de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos… y los llamó animales vivientes”. Sólo los seres humanos y los animales fueron formados de la tierra, vinculándolos a la tierra y a la humanidad. El hombre fue definido como “ser viviente” y la misma palabra Nephesh (נֶפֶש nep̄eš) concepto hebreo que significa “seres vivientes” se aplica a seres humanos como a los animales del Edén. ¿Está diciendo este aprendiz de escribidor que los animales tienen alma?; no tienen por cierto almas humanas. Los animales no fueron creados a la “imagen de Dios” sólo el hombre tiene imagen de Dios, pero los animales fueron creados “seres vivientes, sintientes”, por lo que no es de extrañar que fueran salvados del diluvio, como que tienen características de ser almas vivientes, como que hay un futuro eterno también para los animales en los Nuevos Cielos y la Nueva Tierra, pero de esto escribiremos en otro momento.
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