Historia de mi primer libro

Uno no sabe, en el momento en ocurren las cosas, cuál es el sentido o propósito de ellas. En ocasiones, una propuesta o una decisión puede cambiar el rumbo de la vida.

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Sin embargo, la perspectiva del tiempo te hace comprender que detrás de aquella determinación que tomamos en su día estaba la mano de Dios, guiándonos según sus planes.

Aunque de joven ya había escrito algunos artículos sobre ciencia y fe, en revistas evangélicas como “Restauración” y “Alternativa 2000” -cuyo director, el entrañable hermano don Juan Antonio Monroy me publicaba gentilmente- y en otras como “El Eco Bautista” y “Presència Evangèlica”, jamás me propuse escribir ningún libro.

No obstante, en cierta ocasión, los Grupos Bíblicos Universitarios (GBU) me pidieron que impartiera unas conferencias en Salamanca, sobre cómo predicar el Evangelio en la época posmoderna.

Al finalizar las mismas, se me sugirió que con ese material se podría realizar una publicación. Y éste fue el origen de mi primer libro "Postmodernidad", que fue publicado por la editorial Clie, en 1996.

De esta obra se hicieron numerosas ediciones. Una de ellas para FLET, la Facultad Latinoamericana de Estudios Teológicos, con sede en Miami, que lo usó como libro de texto.

Mi gran sorpresa fue que, al poco tiempo de su aparición, recibí una invitación del entonces ministro de educación de Paraguay, para que visitara su país y diera conferencias en diversas universidades, sobre los temas tratados en el libro.

Allí volamos con mi esposa (el Señor nos ha permitido viajar siempre juntos) y tuvimos la oportunidad de conocer a su linda familia y a los hermanos menonitas, con quienes establecimos una entrañable relación.

A los cuatro años, el ministro se convirtió en el presidente del país, don Nicanor Duarte Frutos, quien nos volvió a invitar para diversos eventos pedagógicos.

Hemos vuelto a este bello país en numerosas ocasiones más, con el fin de explicar los temas apologéticos desarrollados en mis libros, así como a la mayoría de los países del continente americano, con la misma finalidad.

En “Postmodernidad” trato acerca de las dos maneras de ver el mundo, según la cultura moderna y la posmoderna.

La primera, caracterizada sobre todo por la fe del ser humano en la libertad, la ciencia, el progreso, la historia, el propio hombre y en Dios.

En cambio, en la posmoderna, se dio la muerte de los ideales, el auge del sentimiento sobre la razón, la crisis de la ética, el crecimiento del narcisismo, el gusto por lo transexual, el fracaso del desarrollo personal, el culto a la moda o al cuerpo y la pérdida de la fe en la historia.

En el quinto capítulo, me refiero a las nuevas formas de religiosidad: el retorno de lo esotérico, lo satánico, la religiosidad oriental, la seducción por lo extraterrestre, así como el auge de las religiones profanas (la música joven, deporte, religión de lo físico o la adoración de la propia Tierra como divinidad).

En cuanto a las religiones civiles, abundo en la sacralización de la democracia, la religión nacionalista y el paraíso de Mammón.

En la página 162, puede leerse:

“Lo realmente grave de los nacionalismos surge cuando se antepone la pureza de lo propio a la impureza de los demás. El choque con los vecinos es entonces inevitable. Se confrontan religiones, lenguas, costumbres y razas. Lo de uno tiende a mitificarse mientras que lo de los demás se torna tabú. El prójimo se convierte en enemigo y pronto aparecen los fantasmas del racismo, la xenofobia y la limpieza étnica. La mayoría de las naciones fronterizas tienen pasados ​​llenos de sangrientas rivalidades.Cuando se llega al conflicto armado, cada patria se transforma en un mito particular que descubre en la guerra y en la parafernalia militar su lugar de culto”.

Asimismo, me refiero a cómo la posmodernidad se introdujo también en las iglesias generando un cristianismo a la carta y una fe cómoda, emocional y desconfiada. Mientras que el séptimo y último capítulo trata sobre el Evangelio para un mundo en transición.

Algunas ideas para evangelizar en la actualidad serían:

1. Anunciar el núcleo de la fe.

2. Responder a las preguntas básicas del ser humano.

3. Inculcar la ética del arrepentimiento.

4. Reivindicar una moral de brújula.

5. Fomentar la esperanza.

6. Dar a conocer la Biblia.

7. Mostrar la razonabilidad del cristianismo.

8. No confundir universalidad con universalismo.

9. Mediante métodos morales.

10. Enseñar que el Evangelio no es una lista de reglas morales.

11. Solidarizarse con los necesitados.

12. Adecuar el mensaje a las diferentes visiones del mundo.

13. Utilizar un lenguaje inteligible.

14. Emplear signos de identidad comunes.

15. Usar las relaciones naturales personales y el testimonio

de la familia.

Sin embargo, no se deberían olvidar los requisitos previos a la evangelización, tales como:

1. Orar y confiar en Dios.

2. Abandonar la apatía espiritual y la timidez.

3. Ser coherentes con nuestra fe.

4. Diferenciar los valores de los antivalores.

5. Trabajar por la unidad del pueblo evangélico.

Este es el mensaje de mi primer libro que tanto ha marcado la mayor parte de nuestras vidas.