Las consecuencias de una voluntad y deseos desviados no son ambiguas ni cómicas, sino que reflejen las profundidades del ser humano y su principal problema.
El elogio del ridículo. En los últimos años hemos asistido a una vasta producción de miniseries que ironizan sobre un tipo de realismo cómico. Historias verídicas que constituyen una auténtica parodia en sus detalles, con especialistas del engaño y meteduras de pata de dimensión histórica.
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Siempre con vínculos en el terreno de lo político, con una marcada identidad de clase social y evocando las historias de personajes que parecen salidos de una mala película, pero que se acaban erigiendo en trágicos icónicos nacionales, las miniseries con cierto aire paródico sobre eventos puntuales se han reproducido en las plataformas de contenidos audiovisuales.
Uno de los mejores ejemplos que he visto es el de la francesa OVNI(s), que acaba planteando una valiosa crítica a todo el fenómeno conspiranoico. Los británicos tampoco se quedan cortos. Producciones como The Curse, sobre un curioso caso de robo de lingotes de oro durante la era Thatcher, o Stonehouse, una comedia biográfica sobre una de las decepciones más sonadas de la democracia contemporánea inglesa, ahondan en lo profundo de lo humano entre risas y desconcierto.
Tanto en The Curse como en Stonehouse, que han llegado este año a España de la mano de Filmin, los problemas son siempre mayores de lo que en realidad parecen. En estas miniseries convergen elementos tan trascendentales como la responsabilidad de las decisiones personales y los aires de determinismo fatalista que, inevitablemente, acompañan siempre al ser humano.
En The Curse, un grupo de infelices, miembros de una clase obrera que se ve arrojada al borde del precipicio bajo las políticas de la “dama de hierro” Thathcer, se cansa de vivir como lo hace y decide traspasar la barrera moral del séptimo mandamiento. Esta decisión les dispone ante distintos escenarios: la riqueza y la pobreza, la angustia permanente de ser descubiertos, la violencia, la mentira, la satisfacción del lujo.
[photo_footer]'The Curse' se basa en un curioso caso de robo de oro que fue la comidilla durante semanas en Reino Unido. / Fotograma de la serie, Filmin.[/photo_footer]
En medio de una espiral de superficialidad, un mordaz y realista sentido de la humanidad va cobrando una forma que unas veces lleva a la carcajada, y otras a un pavor y un desconcierto espantosos.
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Este proceso también se da en Stonehouse, aunque hay que reconocer que es más sofisticado al centrarse en la identidad de un personaje real que raya entre el narcisismo, el trastorno de la bipolaridad y una crueldad matemáticamente administrada bajo una capa de ingenuidad.
La historia se basa en la vida del diputado y ministro británico a finales de la década de 1960, John Stonehouse, a quien supuestamente captaron como espía desde el gobierno soviético de Checoslovaquia y que posteriormente decide huir con el fin de no desvelar su situación.
Interpretado por un Matthew Macfayden que vive un momento álgido (por ejemplo, con su papel de Tom Wamsbangs en Succession), el Stonehouse refleja con sarcasmo y misterio, al mismo tiempo, el problema tan profundo de la insatisfacción humana, y su desgarrador intento de superarlo con soluciones superficiales.
[photo_footer]'Stonehouse' trae de vuelta a la pantalla a uno de los políticos del siglo XX más nombrados por los británicos. / Fotograma de la serie, Filmin.[/photo_footer]
Aunque siempre pivotando en la esfera del entretenimiento y la diversión, producciones como OVNI(s), The Curse o Stonehouse contienen una profundidad ineludible acerca de la naturaleza del ser humano. El componente de la risa no debe desviar la atención porque, como señala el autor de Proverbios (14:13), “aun en la risa tendrá dolor el corazón; y el término de la alegría es congoja”.
La idea viene a ser la de que ni siquiera nuestra apariencia de superficialidad puede librarnos de afrontar la cuestión más profunda del problema de nuestro corazón. Nuestra misma voluntad aparece ya desde el inicio como torcida, que tiende a tomar decisiones desviadas en situaciones concretas y a desear aquello que, en realidad, ni siquiera deberíamos desear, o no en el grado en el que lo hacemos. Para los personajes de The Curse es una fiebre del oro que se traduce en unas aspiraciones de vivir sin deudas y con abrigos de vellón en el armario. Para el Stonehouse de la serie que protagoniza Macfayden, es una huida hacia adelante con el fin de preservar una integridad personal que, cada vez más, se difumina ante toda clase de decisiones disparatadas.
Y es que, las consecuencias de una voluntad y deseos desviados no son ambiguas ni cómicas, sino que reflejen las profundidades del ser humano y su principal problema. Que queriendo creernos simples y superficiales criaturas, sentimos pavor al descubrir eso que realmente somos. Nos impresiona ver en desnudez la realidad de nuestra esencia y conocer que albergamos un estado de rebeldía contra Dios tan propagado. “¿Por qué es este pueblo rebelde con rebeldía perpetua?”, se preguntaba el profeta Jeremías (2:19).
La Biblia nos habla de esta realidad no como una mala broma, sino como una realidad que nos concierne a todos y que ha sido resuelta únicamente por la manifestación de vida plena en el Hijo (Efesios 2:1). No necesitamos tomar decisiones disparatadas, ni navegar en la esfera de lo superficial. Tan solo necesitamos creer con fe en Jesús y en la buena noticia del evangelio.
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